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Letras mexicanas

OPINIÓN de Miguel Ángel Sánchez de Armas   

José Agustín y Vicente Leñero fueron galardonados con la Medalla Bellas Artes que otorga el INBA, en reconocimiento a su trayectoria y su aportación a las letras mexicanas.

Estos dos escritores, cuyas obras tienen peculiaridades que pueden ser apasionantes y en algún escrito perturbadoras, tienen en común no sólo el genio creativo que ya les dio un lugar de honor en la literatura, sino una convivencia permanente de su quehacer literario con el periodismo. Agustín y Leñero han demostrado con creces la falacia de que estas dos tareas son incompatibles o que el periodismo empobrece la literatura. Por el contrario, en su condición de escritores han hecho una importante colaboración para abrillantarlo.

Leñero en particular ha sido actor y testigo directo de pasajes clave en la historia del periodismo crítico de nuestro país, como fue la época de esplendor del periódico Excelsior y de la revista Proceso. Es memorable su documental novelado o su novela documental Los periodistas, libro entrañable donde registró lo que se conoce como “el golpe de estado a Excelsior”, el episodio en el que la intervención gubernamental le arrebató la dirección del periódico a Julio Scherer García.

Este libro cobró fama por la denuncia política del control periodístico que los gobiernos priistas ejercieron durante décadas (pero no entra en los territorios oscuros del manejo y control que grupos bien identificados han ejercido al interior de las empresas editoras). Sin embargo, yo siempre he disfrutado mucho más los pasajes que permiten entrever las entrañas del oficio periodístico, las críticas sobre los textos de los colaboradores y la descripción minuciosa del ambiente de la redacción, así como de distintos personajes ―identificados con su nombre real―cuyos escritos devoré durante años. Admiro, sobre todo, la meticulosa labor periodística que está detrás de este libro y que casi únicamente es perceptible para los colegas del gremio… aunque quizá deba decir para las vieja guardia del gremio, porque veo en las nuevas generaciones y en mis estudiantes no sólo una total ignorancia sobre aquellos hechos, sino un desinterés que borda en la indiferencia cuando se les exponen.

(A propósito de esto, comparto con los lectores dos párrafos de mi querido amigo Arno Buckholder de la Rosa (Clionáutica, 4 de abril 2009): “El 8 de julio de 1976, Julio Scherer García, director general del periódico Excélsior, fue expulsado de ese diario durante una violenta asamblea convocada por los socios de esa cooperativa. Para algunos autores, el periodismo contemporáneo mexicano nació en esa fecha debido a las consecuencias que tuvo la salida de Scherer. La fundación de Proceso, Vuelta, Unomásuno, La Jornada, y el surgimiento de un halo mitificador en ese “Excélsior de Scherer” comprometido con la libertad de expresión en un sistema autoritario y represivo, ha hecho que los diarios actuales se consideren “continuadores” de la obra realizada por ese periodista y sus colaboradores.

(Sin embargo, más allá de los “relatos de bronce” de la prensa mexicana de la segunda mitad del siglo XX, hay una historia profunda y conflictiva que nos muestra más sobre cómo se ha desarrollado el oficio periodístico en nuestro país y de la cual el periodo de Scherer es sólo un episodio. La historia del diario Excélsior es un reflejo de las relaciones entre los medios escritos y el Estado mexicano en el siglo pasado, y para entender mejor lo ocurrido el 8 de julio de 1976 -y sus consecuencias- es necesario conocer primero el pasado del “Periódico de la vida nacional”.)

José Agustín, en cambio, ha desarrollado su trabajo periodístico en el ámbito cultural, aunque su obra es la mejor defensa de lo que ha llamado “la abolición de los géneros”. Él ha colaborado con muchas publicaciones, pero su Tragicomedia Mexicana, caracterizada como un libro de corte histórico, siempre me ha parecido un deslumbrante ejemplo del más puro e hilarante periodismo antisolemne y crítico, trabajado con una gran rigurosidad.

José Agustín es el niño genio de las letras mexicanas. Mientras que Jean Paul Sartre cuenta en Las palabras, con tono circunspecto, que aprendió a leer a los cuatro años, Agustín dice con gran desenfado y como si fuera algo perfectamente normal, en entrevistas y en su propia obra -parte de ella autobiográfica- cómo la literatura ha formado parte de su vida desde muy temprana edad. Escribió su primer texto a los once años de edad, cuando estaba en quinto de primaria. A los doce estudió teatro y participó en su primer taller literario a los catorce años. A los quince años publicó por primera vez y escribió su primera novela a los dieciséis años.

La antisolemnidad, la visión crítica, la enorme creatividad para inventar nombres, apodos, neologismos, juegos de palabras y para hacer largas, detalladas e interesantes descripciones de hechos nimios, han estado presentes en toda su obra, lo mismo que la música, con lo cual ha compensado ser menos experimentador que algunos de sus contemporáneos. Por otra parte, en su producción novelística también se percibe al periodista; se observa en José Agustín una marcada predilección por contar un hecho tras otro, hay poca introspección en sus personajes. Estas tramas abultadas suelen estar llenas de descripciones bien investigadas del entorno, de una gran cantidad de datos y descripciones que crean las atmósferas en las que se mueven sus personajes.

Me atrevo a afirmar que la incursión en el periodismo ha sido determinante en la versatilidad de José Agustín y Vicente Leñero. Aunque sólo compartieron espacios de trabajo hace muchos años en la revista Claudia, caracteriza a los dos escritores haber abordado con éxito distintos géneros; además del trabajo periodístico, han producido novelas, teatro y son también autores de guiones cinematográficos. Entre lo más destacado de Leñero está el guión de la película El crimen del padre Amaro, en tanto que la colaboración de José Agustín a los guiones de las películas El apando de Felipe Cazals y La viudad de Montiel de Miguel Littin me parece lo más relevante de su faceta de guionista cinematográfico.

La mayor ventaja de que ambos hayan comenzado temprano a contribuir con su obra a engrandecer las letras mexicanas es que continúan muy productivos, de modo que ésta es sólo una breve llamada de atención por un logro más de su muy prolífica vida literaria y periodística.







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