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Mercosur: veto en América Latina

OPINIÓN de Jorge Gómez Barata    

Una parte de la política se alimenta de las realidades,otra de las ilusiones, a veces de las utopías y no faltan ocasiones en que lohace de la demagogia. Quien crea que la integración y la unidad latinoamericanaes un proceso sin contradicciones ni traumas, haría bien con asomarse a la Cumbre del Mercosur efectuada en Montevideo donde, otra vez en diez años, se hanegado el ingreso de Venezuela a la organización.

A pesar de la existencia de la Unión de NacionesSudamericanas (UNASUR) y de la recién creada Comunidad de EstadosLatinoamericanos y Caribeños (CELAC), después de 10 años de insistencia, laVenezuela bolivariana no consigue que se le admita en el MERCOSUR. Primero fuepor la oposición del Parlamento brasileño y ahora lo es por la del Senadoparaguayo, quien estima que ese país no es suficientemente democrático.

La anécdota evidencia que un grupo de gobernantes que selleven bien, coincidan en nociones políticas generales e invoquen a coro ellegado de los próceres, no basta para dar cohesión política a una entidadinternacional y unificar la voluntad política en una región donde lasdiferencias de intereses contrapesan las identidades culturales e históricas,con frecuencia exageradas.

Con 20 años de creado y a pesar de ser una entidad máspequeña que cualquiera de las otras, formada por gobiernos inclinados a laizquierda, como son los de Argentina, Brasil, Paraguay Uruguay, el MercadoComún del Sur no logra alcanzar un consenso que permita el acceso de Venezuela,precisamente el país que de modo más generoso y decidido lidera los procesosintegracionista. No se trata de intereses comerciales o aduaneros sino demotivaciones políticas.

Paraguay, el más atrasado y económicamente más débil delos países que integran la asociación y quien obtendría mayores beneficios conel ingreso de Venezuela, un país abiertamente importador cuyo proceso deexpansión económica, necesidades sociales y solvencia económica lo hacen uno delos más apetecibles clientes en la región, es precisamente quien veta al quesería su mejor socio.

La idea del presidente uruguayo, José Mujica de legislarpara cambiar las normas de ingreso a la organización, haciendo más ejecutiva ydejándola a discreción de los jefes de estados, tropezó con la negativa de losparlamentarios del centro y la derecha “charrúa”, con el punto de vista adversode las fuerzas políticas de oposición del resto los países asociados,principalmente de Paraguay desde donde llegaron amenazas de “juicio político”contra el presidente Fernando Lugo si llegara a aceptar la formula.

La anécdota en la cual cinco senadores paraguayos imponensu voluntad a figuras tan influyentes como Dilma Rousseff, Cristina Fernández,José Mujica y Fernando Lugo, revela el idealismo de algunos analistas, que conpueril ingenuidad, echaron campanas al vuelo y dieron por hecho que con losacuerdos para la creación de la CELAC adoptados en Caracas, se cumplían lossueños de Bolívar y conservaron el entusiasmo luego de consumada la maniobraque puso a la organización en manos de una troika encabezada por Chile cuyopresidente, el derechista Sebastián Piñera, parece tan lejos de los sueñosunitarios de El Libertador, como de sus compañeros de viaje, Cuba y Venezuela.

El problema de los problemas de las organizacionesinternacionales es cómo adoptar acuerdos, hacerlos vinculantes y de qué maneralograr que los intereses colectivos prevalezcan sobre los locales, todo ellosin rozar la soberanía nacional. La idea de asumir como regla para tomardecisiones el “consenso” que busca evadir las votaciones que dividen, parecepertinente para acciones simbólicas aunque inviable para decisiones de mayorcalado, a veces desagradables.

El presidente Chávez quien realiza su primer viaje alexterior desde que enfermara, fue enfático: “Alguna mano poderosa ha de haberdetrás del Senado paraguayo…” que al sabotear el ingreso de Venezuela, atentacontra los intereses de su país.

Los buenos deseos y el optimismo no pueden conducir aconfundir deseos con realidades. En labúsqueda de soluciones a problemas que no son de procedimientos, sino de fondo,el liderazgo chileno en la CELAC puede ser más parte del problema que de lasolución.

La paradoja del “veto” paraguayo mediante el cual unpaís paraliza a cuatro es una alerta de lo que puede ocurrir en otrasinstancias. Allá nos vemos.




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