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Marsella y Río + 20: El agua, botín del capital y el desarrollismo

OPINIÓN de Elizabeth Peredo   

Hace unas semanas se realizó en Marsella, Francia, la 6ta versión del Foro Mundial del Agua organizado por el Consejo Mundial del Agua, junto con sus socias Veolia y Suez, incluido el Banco Mundial, el Parlamento Europeo, agencias de las Naciones Unidas y más de un centenar de instituciones, organizaciones y empresas de todo el mundo en una reunión internacional dedicada a decidir -ciertamente sin legitimidad alguna- el destino del agua en el mundo.

Desde hace 15 años que este Foro viene siendo cuestionado porque se ha concentrado en construir un proyecto de gobernabilidad del agua librado a la suerte del mercado y por tanto susceptible de ser controlada, vendida, comercializada y alterada para su mercantilización y utilización al servicio de intereses transnacionales y corporativos.

Esta visión se contrapone a la de bien común, un derecho humano imprescindible para la vida, concepto que en varios países ya ha adquirido un carácter constitucional -Uruguay, Bolivia y Ecuador- y que fue reconocida mediante Resolución en NNUU hace dos años bajo la forma del “derecho humano al agua y el saneamiento” superando las débiles menciones que se habían hecho hasta entonces en el sistema multilateral (como en el marco del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales o la propia Declaración de Derechos Humanos que sugieren el agua como fundamental para la realización de otros derechos).

La Resolución A/RES/64/292 de NNUU impulsada por Bolivia hace dos años con el apoyo de 40 países, establece el derecho humano al agua y el saneamiento como postulados a ser recogidos por los Estados y de hecho está dirigida a fortalecer la gestión pública del agua. Este importantísimo paso en el sistema de las Naciones Unidas fue el resultado de una lucha colectiva de los pueblos -inspirada en parte por la Guerra del Agua en Cochabamba y el Referéndum constitucional de 2004 en el Uruguay-, un accionar de activistas y una acumulación política que hizo posible que en este espacio se aprobara una resolución histórica y que en el marco del Foro Mundial del Agua ha sido rechazada sistemáticamente.

La declaración ministerial del FMA de este año no hizo ni mención a la Resolución de NNUU y muy por el contrario usó un lenguaje sistemáticamente blindado para no incluir el derecho humano al agua, promoviendo una visión más sofisticada para convertirla nuevamente en botín del mercado esta vez bajo el tinte de la economía verde. Lo curioso es que los países que forman parte de las NNUU participan también del FMA y suscriben sus declaraciones y acuerdos en disonancia con lo que se va lentamente construyendo en otros espacios multilaterales, este año pocos países entre ellos Bolivia no suscribieron la declaración. El multilateralismo tiene sus trampas y triquiñuelas.

Hoy, en los documentos preparatorios de las NNUU para el proceso Río + 20, los países desarrollados han estado buscando que el término “derecho humano al agua” salga de escena para ponerse a tono con la visión que propone el FMA (de hecho están borrando la referencia en los textos).



Por supuesto que estamos hablando sólo de palabras y de resoluciones que se constituyen en parte de los “consensos” que luego van a formar visiones más globales suscritas por los estados y de ahí reforzar tendencias económicas y políticas globales. Porque cuando hablamos de los hechos… el agua-indispensable para la sobrevivencia, por tanto un gran negocio-,es ya parte del mercado y del comercio en el mundo; es uno de los negocios más rentables; los rubros más grandes y millonarios son el agua embotellada y los proyectos impulsados por empresas privadas como la desalinización del agua de mar. Más aún: hoy el agua está siendo afectada dramáticamente en su vinculación con la energía mediante grandes hidroeléctricas o el llamado “fracking” que es una tecnología para extraer gas natural del subsuelo mediante bombeo de químicos y arena mezclados con agua a gran presión, proceso que usa enormes cantidades de agua que contamina las capas freáticas y que se está generalizando en varios países como EEUU donde existen ya miles de proyectos de este tipo.

Así, el agua está amenazada no solamente por las lógicas del comercio y la privatización de servicios que la hacen menos accesible, por proyectos de desarrollo que alteran dramáticamente su curso y composición como las grandes hidroeléctricas, los grandes proyectos de infraestructura o energía como el fracking o la minería, sino también por lo que se va a constituir su mercantilización bajo el lente de la economía verde. Ni hablar de los impactos del cambio climático en el agua, hecho que también es consecuencia de un desarrollismo a mansalva.

Michail Kravcick, ingeniero eslovaco decía que “el derecho más importante para la vida, es el derecho de residencia de la gota de agua”. Ojalá que esto nos hiciera recordar que recuperar los balances y equilibrios en el planeta, cuidar a la Madre Tierra y asegurar el agua para la vida humana es también repensar no solamente las palabras, las declaraciones y resoluciones, sino sobre todo las formas en que habitamos el territorio, las formas en que consumimos los recursos del planeta en el día a día, las formas de concebir el desarrollo, en fin… las cosas que hacemos y dejamos para nuestros hijos.

*Elizabeth Peredo es psicóloga social, miembro de la Campaña Octubre Azul en Bolivia.




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