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Un teniente de alcalde dispara y remata a palos a un perro

OPINIÓN de Julio Ortega    

El Teniente de Alcalde de Torá (Lleida) Josep Mª Alsina i Simó, disparó el 29 de marzo a un perro vagabundo varias veces y lo remató a bastonazos. ¿Por qué será que algo así no me sorprende? Me provoca dolor, asco, rabia y deseo de no rendirme jamás en la lucha por los derechos de todos los animales (que incluye la dignidad perdida para nuestra especie), pero no me causa estupor.

Tal vez sea porque no me espero otra conducta en un País en el que las perreras municipales, son centros de sufrimiento y exterminio gestionados por personas sin la menor empatía con las criaturas allí encerradas. Y porque tras escuchar los paranoicos y perversos argumentos de todo un Ministro de Educación y Cultura, José Ignacio Wert, a favor de la defensa a ultranza de la tauromaquia, o después de observar cómo el que se supone el más alto representante de nuestra Nación (digo se supone), además de matar por diversión practicando la caza ejerce de mecenas mediático para el universo taurino, ¿cómo habría de quedarme pasmado al conocer que un teniente de alcalde le pega tres tiros a un perro y estando éste todavía con vida le golpea con un bastón hasta matarlo? 

No meto a todos en el mismo saco, pero entre energúmenos, cómplices e indiferentes, el costal de políticos de mayor o menor rango que amparan el maltrato de animales en España es todavía un lastre muy pesado y que, como la historia nos ha enseñado, constituye una notable rémora para avanzar en justicia, igualdad y educación por la no violencia. Seamos pues capaces de incidir en la sociedad y en aquellos gestores, que existen, cuya sensibilidad hacia los crímenes cometidos contra otras especies se traduce en un apoyo cuyos resultados vamos viendo poco a poco.

Y sobre todo no dejemos de expresar nuestra repulsa, tan alto y tan claro que se escuche aquí y más allá de nuestras fronteras, para que a esos diplomáticos que tratan de vender España como un Estado instalado en la modernidad, se les recuerde desde fuera para su vergüenza que en él siguen existiendo cargos electos que no sólo cobijan legalmente el maltrato de animales otorgando impunidad a los criminales, sino que se convierten ellos mismos en tales vomitando toda su crueldad y saña a través de las mismas manos con las que firmaron jurando servir al Pueblo. Lo hecho por este Teniente de Alcalde constituye un delito contemplado en el Código Penal, ahora veremos si responde por él ante la justicia o su responsabilidad se diluye como lo hizo la sangre de ese desdichado perro en la tierra sobre la que se desplomó su cuerpo destrozado.




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