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El dilema geopolítico de nuestro tiempo

OPINIÓN de Marcos Methol Sastre   

Las últimas semanas han sido de gran agitación política en el continente latinoamericano. A mediados del mes de junio, cabe recordar, las principales miradas estaban enfocadas: 1) sobre la reanudación del Comité de Descolonización de ONU en Nueva York para tratar, entre otros temas, el reclamo argentino por la soberanía sobre las Islas Malvinas y el reconocimiento a la independencia y autodeterminación de Puerto Rico, y 2) la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible en Brasil (Cumbre Rio+20) en busca de acuerdos entre los países altamente industrializados y las economías emergentes para regular la ecuación del crecimiento económico, la protección ambiental y la justicia social. Súbitamente, el 21 de junio, la atención se concentró en Paraguay donde se iniciaba el juicio político al Presidente Fernando Lugo, proceso que en cuestión de horas determinó su destitución como primer mandatario, el día 22 de junio, siendo sucedido por el vice-presidente Federico Franco.

Ni siquiera la magnitud internacional de tales convocatorias, ni la visita del primer ministro chino Wen Jiabao y su numerosa comitiva de empresarios a la Cuenca del Plata, ni la sublevación policial y saqueo de sedes de inteligencia en Bolivia, o la proximidad de las elecciones en México, obstaron para que la cuestión paraguaya se llevara todas las consideraciones de urgencia en la región sudamericana, acaparando la agenda pública desde los medios de comunicación por iniciativa de los bloques MERCOSUR y UNASUR. Punto a favor para el proyecto sub-regional y continental que vuelve a marcar su decisiva presencia constituyéndose definitivamente en “foro natural” de la zona (demostrando poder comunicacional, apuntalado por la cadena Telesur) ante la alarma de una posible desestabilización (recordamos los frescos antecedentes de la firme postura ante el conflicto de los secesionistas en Bolivia, la mediación en la escalada de tensión entre Venezuela-Colombia y la violenta huelga policial contra Correa en Ecuador).

Así, el siglo XXI ha abierto un panorama inusual para una castigada historia institucional en América Latina, que otrora se veía envuelta en constantes e impunes vulneraciones sin mayor repercusión, convirtiéndose en una suerte de acostumbramiento mal sano. Aunque no sea por pura dignidad, este nuevo paradigma sirve efectivamente de freno y garantía ante la creciente “Doctrina de la Inseguridad Nacional”[1] operada por los Estados Unidos[2], normalizada por el índice de Estados Fallidos de la revista Foreign Policy, y agitada a través de grupos guerrilleros (“terroristas” si nos ajustamos a la terminología difundida) que nadie sabe bien que quieren, de ambigua composición y misteriosa financiación, pero que siempre terminan siendo funcionales a estrategias ajenas (FARC, EPP, aunque seguramente aparecerán otros protagonistas).

Abordar la discusión sobre si verdaderamente hubo o no un “golpe de estado parlamentario” en Paraguay no puede reducirse inocentemente a la constitucionalidad del juicio político (es decir, si se respetó o no el debido proceso, que es sin dudas un punto muy importante) sino que debe apuntar a descubrir integralmente la eventual “maniobra” que se esconde detrás. Sin entrar en este asunto en profundidad, me limitaré a señalar que lo oscuro de los hechos en la matanza de Curuguaty (invocada por el Parlamento paraguayo como uno de los principales motivos de la remoción), lo llamativo que resulta que se promueva un proceso tan grave a solo 10 meses de las elecciones generales, y paralelamente la negativa a llamar a elecciones anticipadas (reclamado por los presidentes de Colombia, Juan Manuel Santos, y de Uruguay, José Mujica) favorecen la sospecha, al menos, de una maniobra planificada y motivada por intereses particulares. Hipótesis que se refuerza con los cables de Wikileaks que revelan este propósito desde ciertas tiendas políticas paraguayas[3].

Si hasta aquí se habían exaltado ciertos ánimos, faltaba todavía el segundo acto. El viernes 29 de junio, en el marco de la Cumbre de Jefes de Estado del MERCOSUR en la ciudad argentina de Mendoza, se anuncia la suspensión de Paraguay -sin sanción económica- y el ingreso de Venezuela como miembro pleno del bloque [Hay una tercera noticia que es también pertinente, la renuncia de Samuel Pinheiro Guimaraes como Alto Representante del MERCOSUR, legando noblemente un serio informe-exhortación a los socios mayores del bloque, Argentina y Brasil, para que realicen un impostergable ejercicio de autocrítica[4]-]. Sería ingenuo pensar que el ingreso de Venezuela al MERCOSUR por encima del Parlamento paraguayo se tomó con la motivación primordial de molestar a Paraguay o a Federico Franco. Por la forma en que se dio, parece ser un mensaje de soberanía que apunta mucho más arriba.

En cuanto a las repercusiones inmediatas, no se hicieron esperar. La primera observación, es más que nada, pintoresca: desde Uruguay, se alzaron algunos voceros políticos rasgándose las vestiduras por el proceder del MERCOSUR y colocándose en defensores absolutos de la formalidad institucional de un bloque de integración que, paradójicamente, hasta no hace mucho consideraban muerto o, lo menos, inservible, desechable y el Tratado de Asunción felizmente inflamable.

Desde el punto de vista histórico no vale ni la pena considerar el argumento de una “reedición de la Triple Alianza” (pero se aprecia positivamente esa suerte de “rapto revisionista” que bruscamente los ha embargado). El segundo argumento se ha aferrado al respeto indiscutible del “principio de no intervención” en materia internacional. Sobre este punto haré dos puntualizaciones:

1) Vivimos en un mundo donde la globalización técnica y económica ha alcanzado niveles que no admiten razonablemente volver a los inicios. Salvo que alguien piense que es posible desmantelar el sistema mundial, existe una limitación de la realidad al principio de no intervención. Y no es una limitación estática sino que la dinámica de la historia nos enseña que “la autoridad” adquiere un sentido cada vez mayor conforme el proceso de globalización –familia, tribu, ciudad-estado, estado-nación, ¿estado continental? ¿estado mundial?-. Las condiciones (y las necesidades) técnicas, económicas y culturales van exigiendo nuevas respuestas jurídico-políticas, esto es un hecho.

2) Si es cierto que el Derecho es la garantía y defensa de los más vulnerables frente al “poder de hecho”, parece lógico empezar por preguntarse ¿quiénes son los poderosos y quiénes los vulnerables? En las relaciones de la persona y el Estado podrían mencionarse diversos factores a tomar en cuenta, pero en el plano internacional uno de los principales factores –sino el principal- es la geopolítica, es decir, el conjunto de elementos que atiende al “status” que se tiene respecto al control de los recursos naturales y energéticos (lo económico-comercial, lo tecnológico-científico y lo informático-militar) y al componente demográfico (la población, la cultura y la educación). Es fácilmente comprobable que los 193 Estados miembros de las Naciones Unidas no proyectan, ni remotamente, 193 “status” iguales. Cuando se conciben principios generales del Derecho Internacional como el de “no intervención”, lo que a los miembros más débiles nos debe importar es invocarlo primeramente para evitar el abuso de “status geopolítico” de los más poderosos, en segundo lugar recién para hacerlo en base a las ficción jurídica que nos reconoce a todos como iguales.

La gran pregunta en América del Sur, que ahora renace en Europa también, es: ¿queremos cambiar nuestro “status geopolítico” o nos conformamos con la ficción jurídica que señala que Guatemala es igual a China o Estonia igual a Estados Unidos? (limitándonos a recibir ayuda económica como compensación, paseando la “caja chica” -para ser más gráfico y descarnado-). Estados Unidos, China, Rusia y la India son los grandes poderes continentales en el mundo. ¿La UNION EUROPEA y UNASUR están dispuestos a serlo? Es curioso, ¿cómo armonizar las declaraciones de un escocés como Niall Ferguson que dice “Europa tiene dos opciones: federación o desintegración[5]” y las de un David Cameron que declara pretender integrarse a un “simple mercado” pero “fuera de una Europa Federal” y que “existen bloques enteros de la legislación europea relacionada con lo social, el tiempo de trabajo y los asuntos internos que deberían ir a la basura[6]”?

El Derecho Internacional es indispensable y necesita ser rescatado. Pero no se logrará desde la pura arbitrariedad de los que con su aplauso o su silencio admiten doctrinas de guerra preventiva y luego se escandalizan por no interpretarse debidamente el Protocolo de Ushuaia. Para que exista una justa correspondencia y equilibrio hay que empezar por los fundamentos de la propia realidad. La decisión es política, no ideológica. Como ha señalado el asesor de Asuntos Internacionales de la Presidencia de Brasil, Marco Aurelio García, es un asunto de realpolitik sudamericana[7]. Los detractores más furiosos se sienten descolocados desde hace mucho tiempo porque no logran entender el rumbo de los acontecimientos. Cuando el ex-presidente uruguayo Luis Alberto Lacalle dice “Yo ya no entiendo a esta sociedad y esta sociedad no me entiende a mí[8]” probablemente esté experimentando una sensación similar a la de muchos de sus adversarios comunistas desde 1989. Es el canto del cisne de un sistema-mundo que cede ante la emergencia de nuevos actores globales.




[1] http://www.lanacion.com.ar/999201-la-oea-y-la-nueva-guerra
[2] http://alainet.org/active/55316
[3] http://tn.com.ar/internacional/000100520/wikileaks-lo-hizo-otra-vez-la-destitucion-de-fernando-lugo-se-planeaba-desde
[4] http://www.eluniversal.com/internacional/120629/alto-representante-del-mercosur-renuncia-y-advierte-sobre-futuro-del-b-imp
[5] http://cultura.elpais.com/cultura/2012/05/23/actualidad/1337784001_542589.html
[6] http://www.telegraph.co.uk/news/politics/david-cameron/9367479/David-Cameron-We-need-to-be-clear-about-the-best-way-of-getting-what-is-best-for-Britain.html
[7] http://alainet.org/active/51712
[8] http://www.elpais.com.uy/110619/pnacio-574091/nacional/una-renuncia-que-cambia-todo/

*Marcos Methol Sastre es editor del sitio metholferre.com, Uruguay




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