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MSF: Cambiar el rumbo de la pandemia del sida requiere más esfuerzos que los de los últimos tres años

Manifestación durante la Conferencia Internacional del Sida © MSF
La Conferencia Mundial del Sida ha concluido en Washington con el compromiso de “cambiar el rumbo” de la lucha contra la enfermedad para terminar con la pandemia. MSF, que ha participado activamente en la Conferencia, considera que este cambio de rumbo requiere más esfuerzos que los realizados en el último trienio, sobre todo en términos financieros. Además, urge la implantación de estrategias innovadoras que acerquen el tratamiento a los pacientes en los países en desarrollo.

Aunque más de ocho millones de personas con VIH ya reciben tratamiento antirretroviral, otros siete millones, en su inmensa mayoría, sin recursos y en países en desarrollo, lo necesitan con urgencia: son vidas que están en peligro a corto plazo. Nos encontramos en un momento crucial en la lucha contra el sida: médicamente hablando, el control de la pandemia está a la vuelta de la esquina, pero muchos de los avances logrados y de los planes de futuro están en peligro por falta de apoyo financiero.

“Con el mismo ritmo de ampliación de tratamiento y los mismos niveles de financiación de los últimos tres años, no conseguiremos derrotar la pandemia”, apuntó al término de la Conferencia la asesora para Políticas de VIH de la Campaña de Acceso a medicamentos esenciales de MSF, Sharonann Lynch. “Tenemos que pisar el acelerador: cada día tenemos que poner en tratamiento a más personas que el día anterior, y eso significa llegar hasta todas las comunidades para diagnosticar y acercar la medicación lo más posible al lugar donde vive el paciente”.

Hacen falta recursos
La Conferencia de Washington se ha celebrado en un momento delicado presupuestariamente hablando: los países donantes de fondos llevan tres años renqueando en sus compromisos financieros. El discurso internacional urge cada vez más a los países afectados a que encuentren sus propias soluciones para responder a la emergencia del VIH/sida: varios gobiernos de estos países han dado pasos importantes y valerosos para responder a la pandemia, pero no pueden asumir tal carga en solitario.

Malaui fue el primer país africano en implementar protocolos de prevención de la transmisión del virus de madres a hijos. Mozambique recomendó recientemente un protocolo parecido, prescribiendo un mejor tratamiento de primera línea y haciendo seguimiento mediante pruebas de medición de la carga viral. En otros países, por el contrario, queda mucho por hacer: en República Democrática del Congo, menos del 15% de las personas que necesitan tratamiento lo reciben, porcentaje que se reduce al 6% en el caso de las mujeres embarazadas.

En la Reunión de Alto Nivel sobre Sida celebrada en Naciones Unidas en junio de 2011, todos los países, tanto los afectados por la pandemia como los donantes, se comprometieron a alcanzar el objetivo de cobertura universal de tratamiento (15 millones de personas) en 2015. Apenas cuatro meses después, en octubre, el Fondo Mundial de lucha contra el Sida, la Malaria y la Tuberculosis se vio obligado a cancelar, por primera vez en su historia, su ronda de reposición de fondos. Urge un compromiso financiero sostenido de los países donantes o la lucha contra el sida podría fracasar.

Resulta especialmente preocupante el caso de España, que hasta 2009 había sido uno de los principales donantes del Fondo, para después ir reduciendo y finalmente cancelando sus aportaciones. Al hilo de la conferencia de Washington, España anunció una aportación de 10 millones de euros, una suma exageradamente baja y muy alejada de los compromisos internacionales asumidos ante Naciones Unidas. Esta contribución, que es consecuencia de los severos recortes a la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), apenas llega al 10% de las últimas aportaciones anuales.

Acercar el tratamiento a los pacientes
Una de las cuestiones más importantes que se planteaban en la Conferencia es si, gracias a los esfuerzos nacionales e internacionales concertados, la ampliación del tratamiento será tan contundente como para empezar a revertir la progresión de la pandemia. Según el informe de MSF ‘Speed up scale-up’ (que repasa la situación en 23 países de África y Asia), 11 de estos países han alcanzado una cobertura de tratamiento igual o superior al 60% de los pacientes que lo necesitan con urgencia, mientras que en seis el tratamiento solo llega a uno de cada tres. En cuanto a la cobertura de la prevención del contagio del VIH de madre a hijo, solo seis países superaban el 80%, mientras que ocho todavía se sitúan por debajo del 50%, y cinco de estos últimos no superan el 30%.

Acercar el tratamiento a los pacientes es una de las claves para el triunfo de la lucha contra el VIH/sida en países en los que los sistemas de salud son débiles y los pacientes pueden vivir muy lejos de los hospitales. Para ello, es necesaria la generalización de estrategias comunitarias innovadoras que, al descentralizar la atención, la garantizan en todas las clínicas y en todas las aldeas. Un segundo informe de MSF, ‘Closer to home’, repasa algunos modelos eficaces: por ejemplo, que los pacientes se turnen para recoger y distribuir la medicación en su comunidad, o que se traspasen tareas del personal médico al personal de enfermería. Se trata en definitiva de avanzar hacia un modelo de atención similar al de las enfermedades crónicas en los países desarrollados.

El mejor tratamiento
Las últimas investigaciones han confirmado que el tratamiento de las personas con VIH reduce casi a cero el riesgo de contagio del virus, lo que multiplica su impacto positivo: concretamente, alcanzar el objetivo de 15 millones de personas en tratamiento en 2015 supondría prevenir 12 millones de nuevas infecciones, según el Programa Conjunto de Naciones Unidas sobre el Sida (ONUSIDA). Pero llevar el mejor tratamiento a la mayor cantidad de pacientes posible y asegurar su adherencia al mismo requiere garantizar el acceso a los medicamentos más adaptados y de administración más sencilla.

Actualmente, el régimen de primera línea más frecuente en los países en desarrollo contiene estavudina, cuyo uso prolongado puede causar efectos secundarios intolerables. Las últimas guías de la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomiendan el abandono de la estavudina y su sustitución por medicamentos más seguros como el tenofovir: este último es un ejemplo excelente de un tratamiento simplificado (un solo comprimido de una sola toma al día) que facilita la atención descentralizada, porque permite su prescripción y seguimiento por el personal de enfermería sin necesidad de la presencia de un médico.

Extender la medición de la carga viral
Según un tercer informe de MSF, ‘Undetectable: How Viral Load Monitoring can Improve HIV Treatment in Developing Countries’, si bien el acceso a tratamiento está mejorando, el acceso a pruebas de medición de la carga viral sigue siendo muy limitado. Esta prueba, que mide la cantidad de copias del VIH en sangre, es decisiva porque identifica a las personas que están teniendo problemas para tomar su medicación regularmente, lo que permite darles un mayor asesoramiento para que se adhieran al tratamiento: cuando una persona sabe que, gracias al tratamiento, su carga se ha reducido hasta ser indetectable, se sentirá mucho más motivada para adherirse a la medicación.

Además, la medición de la carga viral identifica a quienes han desarrollado resistencias a los medicamentos y necesitan cambiar a otro régimen de tratamiento. Es decir, permite asegurar que este cambio se hace solo cuando es necesario: esto tiene un efecto positivo en el coste, ya que se evitan cambios innecesarios a regímenes más caros, y también para el futuro del tratamiento del paciente, ya que cada cambio de terapia elimina opciones para el futuro. Esta prueba se utiliza de forma rutinaria en los países desarrollados, mientras que en los países pobres se sigue usando mayoritariamente la técnica de recuento de linfocitos CD4 en sangre, que no ofrece una idea precisa de cómo está respondiendo el paciente al tratamiento.

En la actualidad, MSF proporciona tratamiento del VIH a 220.000 personas en 23 países.




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