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La dictadura de 50 años y la herencia maldita para los brasileños (II)

OPINIÓN de Bruno Lima Rocha, Brasil.- En este artículo, discuto el tema de medio siglo de la dictadura cívico-militar golpista del 01 de abril de 1964. Para superar la redundancia del fenómeno histórico ya bien cubierto, elijo evaluar sus efectos en el tiempo presente. Lo divido en dos partes. La primera se refiere a la derecha de nuevo en las calles a favor de la dictadura. La segunda analiza el papel actual de las Fuerzas Armadas.

La vuelta a la derecha en las calles debido al abandono de la Memoria, la Verdad y la Justicia

El segundo trimestre de 2013 vio emerger en las calles a un país desconocido. Después de una década de apatía, con la revuelta visceral contra el sistema político y el estado de la democracia representativa, millones de brasileños estaban luchando por los derechos fundamentales, motivados por los multimillonarios y la mala gestión de la Copa Confederaciones como evento de prueba de a Copa Mundial que se avecina. El repudio a los partidos políticos de tipo burgués, los que pretenden funcionar como intermediarios entre los solicitantes y el aparato del Estado, provenía de una revisión por parte de la izquierda. Los activistas y militantes regulares querían más democracia -del tipo directo y con su participación en las decisiones clave- no menos que eso. Pero como grupo minoritario y ruidoso, una mutación apareció desde la derecha, dejando a las redes sociales con la nostalgia del cuartel y su sentido del orden.

Por desgracia, esta vez la celebración del golpe no vino de generales en pijama sino de los activistas reaccionarios. La consigna de la dictadura nostálgica: "Yo era feliz y no lo sabía " se convierte en el inicio del siglo XXI, en una repetición de la infame “Marcha con Dios por la familia y la libertad” (el 19 de marzo de 1964, la derecha salió a las calles clamando la intervención de las Fuerzas Armadas contra el gobierno de João Goulart ), esta vez sin el aliento de la derecha católica. El sábado 22 de marzo en algunas capitales de los estados, con énfasis en São Paulo, vimos el reensamblaje de esta pieza de propaganda política con una contramarcha de la derecha. Esto, reeditaba el Frente Único Antifascista, cuando el 7 de octubre de 1934, los anarquistas y los comunistas llegaron a la plaza de la catedral e hicieron correr a las hordas fascistas de la Acción Integralista Brasileña (AIB, las fuerzas fascistas brasileñas de los años 30 y los intentos de un golpe de Estado contra Vargas en 1938, cuyos miembros eran conocidos como las gallinas verdes). Y, por más que puedan parecer ridículas un millar de personas hablando en voz alta a favor de la dictadura, es una señal de que una parte de la clase media se coloca más a la derecha.

Por suerte para el brasileño, hasta ahora la extrema derecha actual no llegó a ser un partido de masas. El moribundo PRONA del líder Eneas (el Partido de Reconstrucción del Orden Nacional, fue comandada por el reconocido cardiólogo Eneas Carneiro, un fenómeno electoral en 1989, 1994 y 1998) tuvo esta oportunidad y no lo hizo. Tal vez ahora la nueva versión del fundamentalismo intente algo. Ya la izquierda hegemónica es la gran traidora, eligiendo el cogobierno con los miembros del gobierno de ARENA antes que el repudio de todas las caras de la dictadura. Si hay algún responsable de la resurrección del pensamiento reaccionario es la desilusión con los ex reformistas, conformados hoy con alguna participación de la renta, sin división con el poder dominante.

El papel de los militares en la democracia representativa brasileña


En la parte anterior discutí el tema de las identidades políticas y el resurgimiento tímido de una nueva derecha formado por las viudas del golpe de Estado dell 1 de abril, realimentada por el pensamiento reaccionario que está de moda en la Internet en Brasil. En ese artículo nos fijamos en la evolución del papel y el perfil de las Fuerzas Armadas de Brasil (FFAA) en dos dimensiones. Una tiene que ver con el fin del poder moderador, es decir, el cese de la capacidad de los cuarteles para intervenir en los asuntos de la política brasileña, moderar el avance de la movilización social y la consiguiente redistribución de la sociedad de clases. La segunda dimensión se refiere al cambio del perfil castrense donde la uniformidad del cuerpo y el espíritu derivado de la "herencia maldita" de la dictadura, ya no están acompañados de reclamos de Poder Nacional o la meta de Brasil potencia.

En primera dimensión, se observa que el último momento histórico en que las fuerzas armadas tuvieron peso político fue en el magro gobierno arenista de José Sarney. El oligarca Maranhão (nacido en el estado de Maranhão, noreste de Brasil) asumió el cargo de vicepresidente sin que el presidente electo por el Colegio Electoral hubiera asumido. La debilidad política y el pacto transaccional (apodado "transición ") hicieron de ese mandato un ámbito donde todavía los altos mandos militares tenían peso en la contención social. El punto de ruptura fue en noviembre de 1988, cuando la invasión a la Compañía Siderúrgica Nacional (CSN), seguida por el asesinato de tres metalúrgicos por tropas del ejército ayudados por la Policía Militar Fluminense (del Estado de Río de Janeiro). Desde entonces no se nota ningún movimiento significativo de los militares, aunque todavía circulan discursos alarmistas de fantasía.

Ya el cambio de perfil implica complicidad con los sótanos (lugar simbólico y, de hecho que representa la llamada línea dura, o el aparato de seguridad y de información de la dictadura) y la incapacidad para llevar a cabo su actividad principal. Las Fuerzas Armadas brasileñas eran un caldero político desde el fin del Estado Novo (Vargas, período dictatorial, 1937-1945), y después de la victoria del Golpe, más de 4.000 soldados fueron castigados y despedidos de sus carreras. La purga llevó a la uniformidad de pensamiento, pero el regreso a los cuarteles a finales del '80 se tradujo en el abandono de la doctrina de la Seguridad Nacional y sus variables.

Ninguna fuerza reaccionaria es antiimperialista y ésta es precisamente la posible tensión internacional. Tanto la defensa de la integridad de la Amazonía como la de las 200 millas náuticas (Zona Económica Exclusiva, lo que equivale a 370 km en el Atlántico Sur, y es una reivindicación histórica de Brasil) se enfrentan a la proyección del poder de la superpotencia. Mediante el bloqueo de la revisión de la Ley de Amnistía y la apertura de los archivos (los archivos secretos de las fuerzas armadas durante la dictadura pasaron a microfilm y están todavía sin abrir), los militares reforzaron el espíritu de cuerpo y se mantuvieron más ligados a la preservación del orden social que a su pretensión de la defensa de los intereses del Estado brasileño.



*Docente de relaciones internacionales, ciencia política y también de periodismo. www.estrategiaeanalise.com.br blimarocha@gmail.com






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