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República Democrática del Congo: sanar las heridas visibles e invisibles

“¿Cómo voy a hacer para cargar a mi hermanito? ¿Cómo voy a lavarlo y cambiarlo? ¿Cómo voy a buscar agua para ayudar a mamá?”

•elmercuriodigital ▫ Cuando las balas atravesaron las paredes de una casa en Pinga, causaron la muerte de una niña e hirieron de gravedad a su hermana Chimène, de 7 años de edad. Los cirujanos del hospital de Goma debieron amputarle el brazo izquierdo para salvarle la vida.

“¿Cómo voy a hacer para cargar a mi hermanito? ¿Cómo voy a lavarlo y cambiarlo? ¿Cómo voy a buscar agua para ayudar a mamá?”, Chimène estalla en lágrimas. La incertidumbre de su nuevo cuerpo agrava su dolor físico.

Al igual que la mayoría de los residentes de Pinga, en la provincia de Kivu Norte, República Democrática del Congo, Chimène y su familia sufren los efectos de la violencia que ha azotado esta región durante las últimas dos décadas.

En enero de 2014, sus vidas cambiaron para siempre a causa de los enfrentamientos entre fuerzas gubernamentales y grupos armados. Las balas atravesaron los muros de barro de la casa y alcanzaron a Chimène y su hermana mayor en la cama que compartían. Chimène sobrevivió, pero su hermana murió poco después a raíz de las heridas.

“Chimène apenas reaccionaba cuando llegó a hospital, debido a toda la sangre que había perdido”, explicó Andrea Marelli, jefa de enfermería del CICR en el hospital de Goma. “Tenía el brazo totalmente destrozado y fue llevada de inmediato al quirófano, donde un cirujano hizo todo lo posible para intentar salvarle el brazo.”

“Lamentablemente, hubo que amputarle el brazo unos días más tarde para evitar el riesgo de muerte como consecuencia de una infección.” En el hospital, le realizaron la amputación una vez obtenido el consentimiento de los padres de Chimène por intermedio de la hermana de su madre, el único miembro de la familia presente en el hospital.

Durante días después de haber perdido el brazo, Chimène no tuvo consuelo. Estaba dolorida, tenía miedo de lo que el futuro le depararía y extrañaba a su madre, que había permanecido en Pinga para el funeral de su hermana. Pero, sobre todo, Chimène estaba enojada con el “muzungu” (término en swahili para referirse al “blanco”) que le había robado el brazo. Necesitaba fisioterapia para recuperarse, pero no permitía que nadie le tocara el muñón.

Cuando la madre de Chimène llegó a Goma, las enfermeras convocaron a Olivier Kima, del equipo psicosocial del CICR, conocido como “Papá”. El equipo ayuda a los pacientes que tienen dificultades para aceptar su situación, enfrentar el trauma o seguir el tratamiento.

Chimène y Papá se reunieron por primera vez tres días después de la operación. “Quería que Chimène me contara su historia y me explicara qué le preocupaba, para que yo pudiera empezar a comprender el grado de sufrimiento físico y mental que estaba viviendo”, explicó Olivier. “Mi trabajo no es tratar a los pacientes, sino dar al equipo médico las claves para hacerlo. Chimène tenía miedo de sufrir más dolor, y por eso no dejaba que nadie la tocara.”

Durante la segunda sesión, Olivier le llevó una muñeca a Chimène, y ella la aceptó inmediatamente. “Voy a cuidarla ahora mismo”, exclamó decididamente.

El trabajo psicosocial con niños requiere creatividad y herramientas adecuadas. “Un día, le di un dibujo que mostraba una niña a la que le faltaba un brazo. La llamé Pepita”, recuerda Claudia Rocío Ibarra López, especialista en salud mental del CICR en Goma. “Empezamos a hablar sobre qué podría hacer Pepita si estuviera en su misma situación. ¿Podría ir a la escuela? ¿Jugar con sus amigos? ¿Higienizarse? Al responder a estas preguntas, Chimène comprendió todo lo que podía hacer.”

Con la ayuda del equipo psicosocial, Chimène comenzó a darse cuenta de que todavía podía hacer muchas cosas,  y algunas nuevas. “Para construir confianza en sí misma y animarla a jugar usando el brazo sano, empezamos a patear una pelota en el jardín del hospital. Un mes después del incidente, Chimène juega al menos tan bien como los demás niños”, explica el fisioterapeuta Jean Fiasse.

El papel de la familia
La madre de Chimène participó en las sesiones de asistencia psicosocial de su hija. También es asistente psicosocial y ya había recibido formación del CICR para su trabajo en la “casa de escucha” de Pinga. Las “casas de escucha” son centros asistenciales donde los asistentes psicosociales atienden a víctimas de violencia sexual y otros tipos de traumas vinculados con el conflicto, y las derivan a establecimientos de salud para que puedan recibir tratamiento médico, de ser necesario. El CICR presta apoyo a las casas de escucha, principalmente mediante formación del personal, suministro de equipamiento y financiación.

“Mi propia hija se ha convertido en una de las víctimas, y eso es realmente difícil”, explica la madre de Chimène. “Estoy enfadada con las personas que hicieron esto, y me siento culpable por no haber sido capaz de protegerla. Tengo miedo de volver a nuestro poblado, porque sigue siendo peligroso.”

Chimène también tiene un poco de miedo de volver, pero ansía comer nuevamente las bananas de su poblado. “Quiero regresar a la escuela, pero todos mis cuadernos se quemaron ese día”, dice. Mientras espera para regresar a la aldea, Chimène juega a la pelota con Fazili, otra niña pequeña de Pinga. Fazili se salvó por poco durante el ataque; las balas sólo le rozaron la espalda.





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