OPINIÓN de Raúl Wiener, Perú.- En los últimos años de la década de los 80, luego que ya se había vivido el sainete de la estatización de la banca, que no estatizó nada, pero que sí logró polarizar al país entre defensores de la propiedad privada y supuestos estatistas incorregibles, la derecha mediática que en ese entonces estaba liderada por el Expreso de Manuel Dornellas, viró cuidadosamente y empezó a hacer llamados a la razonabilidad del Alan García de esa época para que ajustara la economía en medio de una inflación que se le escapaba de las manos.
Ladinamente los que habían pedido la cabeza del llamado “mozallón”, por incumplir sus promesas a los banqueros antes de asumir el poder, al mismo tiempo lo cercaban para alcanzar algunos de sus objetivos que aún creían que podían ser alcanzados usando a ese gobierno. Así, cualquiera puede revisar las columnas del gran Dornellas en los meses y semanas anteriores al gran paquetazo de septiembre de 1988 y los titulares de Expreso, y recibirá una lección acerca de cómo se crea opinión pública a favor de una decisión crítica de gobierno como era ajustar hacia arriba los precios públicos, devaluar la moneda y retrasar todo lo que se podía el valor real de los salarios y pensiones.
El diario azul, logro llevar casi de la mano al desorientado presidente y a su ministro Salinas, a lanzar un violento mazazo que dejaba empequeñecidos todos los que habíamos venido sufriendo desde 1976, a través de varios gobiernos, y que sólo podría ser superado por el fujishock de Fujimori de 1990 que batió todos los récords. Apenas oficializado el ajuste, Expreso y Dornellas lo tomaron como un triunfo de su insistencia, pero unos días después empezaron a adoptar prudente distancia: el paquete estaba en la línea correcta pero no era suficiente, el gobierno debía pedir un nuevo sacrificio, Alan tenía que atreverse a romper con el populismo que lo maniataba, etc. A menos de dos semanas, la derecha mediática había vuelto a la oposición, y mientras el pueblo se quejaba doblemente de los efectos brutales del ajuste en sus ingresos y de la agudización de la hiperinflación empujada por las mismas medidas, lo que escribían sus promotores era que el problema era que la medicina no se había aplicado en dosis suficientes.
En realidad lo que estaban haciendo era quebrar las resistencias sociales y políticas que impedían el traslado de la crisis sobre la población y el consumo. Y eso requería varios paquetazos sucesivos que se ensayaron hasta 1991, cuando se estabilizó la economía con casi 70% del país lanzado a la pobreza. Analícese los prolegómenos del actual paquete proinversión antiambiental y antilaboral, y los editoriales de la actual derecha mediática que orientaban a la desregulación y sus actuales opiniones sobre las insuficiencias de lo aprobado. Nos están preparando para una larga noche de ajustes y correcciones.
