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Personas desplazadas en Nigeria precisan agua y alimentos

"Las necesidades que tenemos son muchas, pero necesitamos alimentos antes que nada. En segundo lugar, necesitamos cacerolas para cocinar la comida"

•elmercuriodigital ▫ Muchas personas refugiadas y desplazadas dicen que su principal preocupación es la falta de alimentos. Algunas familias tienen apenas un poco de arroz por día para sobrevivir. Con tantas personas desarraigadas, concentradas en localidades como Yola, o Maiduguri en el estado de Borno, la infraestructura existente se ve exigida para responder a las necesidades.

Cuando la violencia se desató en su ciudad natal, Happy Yusuf (39 años) y sus hijos huyeron a las montañas. Estaban a salvo, pero no tenían alimentos ni agua potable. "Sufrimos mucho", dijo. "Estaba exhausta y tenía que amamantar a mi bebé."

Happy estuvo en tres aldeas diferentes y debió buscar refugio en Camerún antes de llegar a Yola y reencontrarse con su esposo. CC BY-NC-ND / CICR / Jesus Serrano Redondo

Después de que huyeron de su escondite, una mujer ofreció a Happy y a sus hijos un lugar donde quedarse, alimentos y agua. Pero después de pasar un mes en Kerawa, esta aldea también fue atacada, y Happy huyó a Yola. Están ansiosos de volver a su ciudad, Michika, pero su casa ya no existe.

"Mi esposo regresó a Michika hace una semana para reconstruir nuestra casa, que fue bombardeada durante el ataque", dice.

Happy stayed in three different villages and had to seek refuge in Cameroon before arriving in Yola and finding her husband again.

Su esposo le había contado que la situación en Michika era pavorosa. "Nuestras casas, el banco, las tiendas, las escuelas, nuestra iglesia y la clínica estaban destruidos. Me dijo que parecía una ciudad fantasma."

Happy estaba en la iglesia de Michika en agosto pasado cuando oyó disparos. Sabía que tenía que huir con su familia si querían sobrevivir. Se ocultaron en las montañas, junto con un centenar de personas más.

Hoy en día, en Yola, Happy continúa luchando. La familia necesita arroz, guisantes, cacerolas y colchones donde dormir. También le preocupa que sus hijos se contagien de malaria.

Las mujeres hacen fila para recibir alimentos y otros artículos de primera necesidad en Maiduguri, Nigeria. CC BY-NC-ND / CICRC / Jesus Serrano Redondo



"Ahora el problema es que los alimentos que recibimos no alcanzan para todos. Hay algunas personas aquí que no tienen alimentos desde que llegaron a Yola. Para ayudarlos, compartimos con ellos lo que tenemos", dice Abdul Aziz Muhammed.
"Las necesidades que tenemos son muchas, pero necesitamos alimentos antes que nada. En segundo lugar, necesitamos cacerolas para cocinar la comida", dice Hafeesu Adamu.
Entrevistas del CICR, Yola, Nigeria, marzo de 2015


Cuando las familias huyen de sus hogares, ya no pueden ocuparse de sus campos. Cuando se reduce la producción agrícola, el comercio se resiente y se produce una espiral económica descendente generalizada. Y, cuando las familias huyen de sus hogares, se separan. Muchas personas desplazadas son acogidas en pueblos y ciudades. Eso supone también una carga para esas comunidades.

En los últimos seis meses, Samuel Tizira ha abierto su casa en Yola a 50 personas, que viven junto con su esposa y sus seis hijos. Sus huéspedes huyeron de la violencia en Michika, el pueblo natal de Samuel, que fue atacado en septiembre pasado. Samuel perdió allí a ocho miembros de su familia.

"En Michika saben que vivo en Yola y empezaron a llegar a mi casa al día siguiente", señala Samuel. "No tenían dónde quedarse, y todos somos seres humanos. Tenemos que ayudarnos unos a otros en este mundo".

Vendi Kwaji, de 72 años, es una de las 50 personas que viven con la familia de Tizira. Caminó tres días sin alimentos, agua ni medicamentos, hasta que llegó a un lugar seguro y pudo subirse a un camión que lo llevó a Yola. CC BY-NC-ND/CICR/Jesús Serrano Redondo



Samuel tiene 53 años y hace 34 que trabaja en Yola como cartógrafo para el Estado. La mayoría de las personas que se han alojado en su casa caminaron 60 kilómetros en tres días con poco que comer ni beber.

"Me enseñaron que debía cuidar la vida humana, cualesquiera sean los problemas de los demás", afirma Samuel, que gastó dinero de su propio bolsillo para asegurarse de que sus antiguos vecinos tuvieran algo para comer tres veces al día. También compró jabón, colchones adicionales, agua potable y mosquiteros.

Para Samuel, los inconvenientes en su casa no son nada comparados con lo que han tenido que soportar quienes huyen de los enfrentamientos. "Tuvieron que escapar con lo puesto. No tuvieron tiempo de llevarse siquiera un kobo (una moneda nigeriana) o sus documentos personales", señala.

Mujeres desplazadas con un bebé, en un punto de distribución de ayuda del CICR en Maiduguri, Nigeria. CC BY-NC-ND/CICR/Jesús Serrano Redondo

"Estábamos preocupados porque los otros dos niños no estaban con nosotros. No sabíamos dónde estaban", explica Maria Sanusi, madre de cinco hijos y separada de dos de ellos desde que se empezaron a oír disparos en Gulak, Nigeria, el pasado septiembre.
Entrevista del CICR, Yola, Nigeria, abril de 2015 

Asistencia santiaria
Para la gente que huye de la violencia y está en marcha, las oportunidades de recibir asistencia de salud son escasas. Las mujeres embarazadas han debido dar a luz en circunstancias sumamente difíciles y a veces se han visto forzadas a abandonar a sus hijos recién nacidos para salvar su propia vida. Los cirujanos han tenido que tratar lesiones inhabituales para ellos, como las heridas causadas por la explosión de bombas.

La mayoría de los hombres huyeron. Aún embarazada, Natisa Mohammed, de 29 años, quedó atrás con sus cuatro hijos. "Vi mucha violencia", dice Natisa, recordando el ataque que sufrió la aldea de Gulak en septiembre del año pasado. "Sobreviví porque estaba embarazada. Al pensar en esos momentos, todavía siento miedo".

En febrero, volvió la violencia y Natisa se vio obligada a huir junto con sus hijos. En el trayecto, dio a luz prematuramente a su quinto hijo, un varón. Un hombre que pasaba por el lugar ayudó con el parto e hizo subir a la familia a un camión que se dirigía a un centro de refugiados en Yola.

Natisa dio a luz a su hijo en el monte, mientras huía de su hogar en Gulak, cuando la aldea fue atacada en marzo de 2015. Decidió llamarlo Auwel, por el soldado que la ayudó a dar a luz y salvó sus vidas. CC BY-NC-ND / CICR / Jesus Serrano Redondo



"Había disparos por todos lados en la zona y, mientras yo daba a luz, caían las bombas", dice Natisa. "Decidí llamar a mi hijo Auwel, por el hombre que salvó su vida y la mía".

Hoy, Natisa dice que necesita mejores alimentos para sus hijos y para ella misma. No hay jabón para lavar la ropa de los niños ni dinero para ir al médico. Pese a estos problemas, Natisa se siente a salvo en el campamento. "Vivimos como hermanos, ayudándonos entre nosotros, porque estamos en la misma situación", dice.

Natisa extraña su vida anterior, cuando vendía cosméticos y alhajas en su casa mientras sus hijos iban a la escuela. Pero su aldea ha sido destruida. "Sólo quisiera recuperar mi vida anterior", dice Natisa.

Una mujer con quemaduras graves, herida durante los enfrentamientos en el nordeste de Nigeria, acuna a su hijo en el hospital de Maiduguri, al que el CICR proporciona insumos médicos y formación complementaria al personal. CC BY-NC-ND / CICR / Jesus Serrano Redondo


"¡Sí! ¡En el bosque!" dice Ummu Salma, residente de Mubi (Nigeria) que tuvo que huir de la violencia. "Vi a una mujer dar a luz, cubrir al bebé con hojas e irse, dejando a la criatura en el bosque, para salvar su propia vida".

"Estábamos en la iglesia cuando llegaron los hombres. Dispararon en forma indiscriminada y mataron a algunos de nosotros" dice Hafeesu Adamu, residente de Minchiga, Nigeria, quien también se vio obligado a huir. "Entre nosotros había mujeres y niños que murieron en el camino. Algunas mujeres dieron a luz durante el trayecto".
Entrevistas del CICR, Yola, Nigeria, marzo de 2015 




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