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El Oro y las Reglas

OPINIÓN de Mauricio Castaño H., Colombia.- Quien pone el oro, pone las condiciones, el poderío económico es soberbio, pasa por encima de otros valores que no sean los suyos. En estos tiempos del neoliberalismo o de ese mercado mundializado que rompe fronteras en busca de mayores fortunas, actúa sin pudor ante los poderes políticos, la imagen de jefes de Estado o sus altos ministros que van a hacer lobby en foros económicos ante los grandes empresarios es ya muy común.

En la política doméstica a la colombiana y en una de sus ciudades, sucedió, es vox populi, que los empresarios que se hacen llamar Grupo Empresarial Antioqueño, con sus estilachos parroquianos, deciden o imponen los candidatos de sus preferencias pasando por encima de las estructuras, de las organizaciones políticas y de sus líderes que no les queda otra alternativa que agachar la cabeza como lo hizo el reconocido ex presidente y actual senador de la república Alvaro Uribe Vélez, quien a su vez causa un acto bochornoso a una de las candidatos a ser gobernadora de la provincia de Antioquia.

A la señora Liliana Rendón en un principio dieron todos los ánimos y respaldos para tales aspiraciones, y entonces sucede, que en un abrir y cerrar de ojos, quitan el apoyo antes concedido, el aval necesario del partido de aquel político, le es retirado, aducen que es una persona soberbia y ajena al estudio, pasaron muchos años para darse cuenta de ello. Pero la verdad confirmada por la señora y algunos medios fue que el poder económico motivó a la jugarreta en favor de la marioneta de su gusto y confianza, que para extrañeza de mucho es de lo que han querido vender como de política alternativa llamados Alianza Verde.

La ciudad de Medellín también es del apetito de estos señores del capital, su presupuesto cuatrienal de dieciséis billones más cuatro de la región, justificaría su rapiñaría, la pelea por apropiarse de este presupuesto. ¿Cómo lo hacen?, sencillo, una vez suben al candidato dócil a sus intereses, imponen sus funcionarios de cartera en puestos claves para que decidan a su favor los contratos a ejecutar, las últimas décadas han hecho su gran negocio con las obras del cemento, atenuadas ante la opinión pública como revoluciones de infraestructura de moles de cemento. Su demagogia se evidencia con los indicadores Gini, por ejemplo que siguen mostrando la ciudad más inequitativa de Colombia, una vergüenza nacional. Sigue siendo muy diciente la expresión al pueblo pan y circo.

Esta doméstica, estas cosas de todo día, chismes, catolicismo y mentalidad de tenderos, rompe ese espíritu democrática, esa ilusión venida desde la época de los griegos, en donde todos los ciudadanos están en igualdad de condiciones a discutir los asuntos de ciudad sin importar raza, religión o abolengo. Aquí, insistimos en ello, el patrón impone su ley del oro, no existe más dignidad que la de su propia fortuna, quienes no la tienen o viven en ruina, padecen sus imposiciones. Es una demostración de locura decidir que el poder económico es absoluto y subordina el derecho de soñar y decidir del pueblo sobre la cosa pública. Los seres humanos tenemos tanta necesidad de sueños como de realidades. La esperanza de sentido a nuestras vidas. La esperanza de lograr transformar algún día el mundo presente en un mundo posible que parezca mejor. Así nos lo recuerda François Jacob.

La esperanza humana es fuerte, ha salido avante de los monstruos de las peores guerras mundiales. Y nuestros tiempos no serán menores, recuerdo una estrofa de una canción social, palabras más, palabras menos: Ayer...me echaron del pueblo porque me negué a firmar, la sentencia que el alcalde a mi tuvo que implantar. Porque tuve con mi mano al patrón que castigar, cuando quiso a mi familia, cuando quiso a mi familia llegándola a irrespetar. Porque uno es pobre y carece de fincas como el patrón, está creyendo que por eso también nos falta el honor. Entonces hay que enseñarles que en cuestiones del amor toititos somos iguales y tenemos corazón. Una vez más referimos otro refrán popular: Hay gente tam pobre, tan pobre, que no tiene sino oro.




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