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La AVM3J: una lección de ciudadanía y un servicio a la democracia

OPINIÓN de Joan del Alcàzar.- El lunes 3 de julio de 2006 se produjo en la ciudad de Valencia uno de los más graves accidentes de metro de la historia. El siniestro balance fue de 43 viajeros muertos y 47 gravemente heridos. Más de la mitad de los pasajeros que poco después de las 13.00 horas de aquel inolvidable día viajaban en el convoy.

Faltaban poco menos de cuarenta y ocho horas para que el Papa Joseph Ratzinger llegara a la capital valenciana con el objeto de presidir los actos del Encuentro Mundial de las Familias. Aunque el dramático siniestro no pudo ser ocultado y hasta el propio Papa acudió a orar al lugar del horror, el gobierno autonómico del Partido Popular hizo lo posible y lo imposible porque el drama no les aguara la fiesta papal, así que minimizó, ocultó, mintió, amenazó, e intento comprar voluntades para que todo quedara como un lamentable accidente.

Los familiares de las víctimas, anonadados por el impacto del drama y por el dolor inmenso que los ahogaba fueron prácticamente ninguneados por el presidente de la Generalitat, Francisco Camps, y por su gobierno. Desde el primer minuto, estos achacaron el accidente a un error humano del conductor del tren, fallecido en el suceso, y se enrocaron en esa posición a todas luces incompleta e insostenible. De hecho, ni entonces ni después, Francisco Camps se dignó a recibir a los familiares.

Poco después, estos constituyeron una asociación, la de Víctimas del Metro 3 de julio (AVM3J), comenzaron a exigir respuestas y responsabilidades y desde el mes de noviembre de aquel año decidieron concentrarse los días 3 de cada mes, a las 19.00 horas, en una céntrica y emblemática plaza, a las espaldas mismas del Palau de la Generalitat, sede de la presidencia del Gobierno autónomo. Allí, durante nueve largos años guardaron cinco minutos de silencio y expresaron su exigencia de responsabilidades a los gobernantes.

En 2006 hacía ya de diez años que el Partido Popular gobernaba el País Valenciano con mayoría absoluta, y todo parecía ir de maravilla. Principalmente la construcción iba viento en popa, y cuando los más realistas advertían de los peligros de que explotara la llamada burbuja inmobiliaria, desde el gobierno autónomo se les denigraba acusándolos de, en el mejor de los casos, pesimistas y antipatriotas irredentos. El Partido Popular vivía, pues, sus días de vino y rosas, y más de la mitad de la población del territorio parecía embriagada con su discurso triunfalista.

La AVM3J fue siempre humillada, insultada, denigrada por el Partido Popular. La Comisión parlamentaria que se constituyó al efecto de depurar las más que evidentes responsabilidades políticas se cerró en falso, los técnicos y responsables de Ferrocarrils de la Generalitat Valenciana (FGV) fueron aleccionados y conminados por una empresa del ramo de la comunicación pagada por la Generalitat para que sincronizaran sus respuestas; se destruyeron pruebas, se silenció a las voces discrepantes y se amenazó a todo el que objetó cualquier detalle que desmintiera la versión oficial: un terrible accidente resultado de un error humano. Pese a todo, la AVM3J siguió con su lucha con una tenacidad que solo hoy ha sido reconocida.

Han pasado nueve años y ciento cinco concentraciones de la AVM3J en la Plaza de la Virgen, y ha tenido que perder el gobierno autónomo el Partido Popular para que los familiares de las víctimas hayan obtenido tres cosas: la petición de perdón por la inoperancia y el maltrato recibido de parte los responsables del [anterior] gobierno; la reapertura de la comisión de investigación parlamentaria, y el compromiso de reparación por parte del nuevo Consell de la Generalitat, presidido por Ximo Puig. Además, la presidenta de la Asociación, Beatriz Garrote, una mujer que ha sabido liderarla con tanta fuerza como modestia, fue invitada a intervenir en las Corts Valencianes tras finalizar el primer pleno con el nuevo Consell resultante de las elecciones del 24 de mayo pasado.

En su intervención, Beatriz Garrote pudo decirle al Partido Popular, a sus hieráticos diputados presentes en el hemiciclo, un par de cosas bien dichas: que su política durante estos nueve años ha sido presidida y orientada por una demagogia cruel, y que, además, lo sucedido con el siniestro del metro es la historia de su fracaso como partido de gobierno. El hasta hace unos días presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, apenas movió un músculo. Él sí había recibido a la Asociación cuando sucedió a Camps, pero fue para leerles un papel que ya tenía escrito antes de escucharlos. Se discute sobre qué es peor, si el negarse a recibirlos de Camps o la burla sádica de Fabra.

El mismo día del pleno de las Corts, -el 3 de julio de 2015- miles de personas abarrotaron la Plaza acompañando a las víctimas de aquel fatídico 3 de julio de 2006. Las concentraciones de pocos centenares de personas se convirtieron en masivas principalmente desde mayo de 2013, cuando el periodista Jordi Évole dedicó uno de sus programas al accidente de Valencia. Aquella crónica documentada, brutal, irrefutable y dolorosa, que evidenciaba mala gestión, desidia y una soberbia insufrible de los responsables del PP, abrió los ojos de muchos valencianos que desde entonces se comprometieron a no faltar cada día 3 a la cita con la AVM3J.

No son pocos quienes piensan que en mayo de 2013, -en paralelo con el salto que se produjo en la respuesta ciudadana de solidaridad con el dolor de las víctimas del accidente del metro-, comenzó el principio del fin del gobierno del Partido Popular. Sus representantes siguen imperturbables, -hiératicos hemos dicho en el último pleno de las Corts-, con una insensibilidad mantenida en el tiempo que sorprende. De hecho, los actuales diputados del PP volvieron a votar en contra, y en solitario, de la reapertura de la Comisión; y hasta se opusieron a una proposición parlamentaria para mejorar la seguridad en el transporte [sic].

Ha comenzado un tiempo nuevo, una etapa distinta, con un gobierno que ha iniciado su andadura reparando aquella humillación lamentable que sus predecesores sumaron al dolor de las víctimas de aquel primer lunes del mes de julio de 2006. Desde entonces, la AVM3J ha sido un ejemplo de colectivo cívico luchando por sus derechos, persiguiendo justicia y exigiendo responsabilidades a quienes las tuvieron en su drama personal y familiar. La AVM3J ha dado una grandísima lección de ciudadanía a todos, particularmente a aquellos supuestos representantes populares que, bien mirado, solo atendían algunos interés particulares y, fundamentalmente, de partido. Ha sido una gran lección, una de aquellas respuestas ciudadanas que elevan la calidad democrática de una sociedad.




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