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Oportunidad perdida

OPINIÓN de Javier Madrazo.- Cuando no encontramos en puertas de una nueva campaña electoral el panorama en el ámbito de la izquierda alternativa no puede ser más desalentador. Las elecciones municipales marcaron cuál debe ser el camino a seguir para que la izquierda transformadora obtenga el respaldo ciudadano y pueda aspirar a ser hegemónica o, al menos, condicionar la acción política. Para alcanzar este objetivo sólo hay un camino: la unidad. Así se han logrado mayorías de gobierno en ciudades emblemáticas como Madrid o Barcelona, por citar los dos ejemplos más representativos.

El 20 de diciembre la situación será muy distinta. Los intereses partidistas y el afán de protagonismo han frustrado la ilusión de quienes confiaban en un acuerdo entre todas las sensibilidades de izquierda. Podemos, como fuerza principal en este ámbito, es quien más responsabilidad tenía a la hora de de pilotar una verdadera unidad popular que representara a una mayoría social, que reivindica un gobierno al servicio de la ciudadanía y no de la troika y los poderes económicos. Lamentablemente, en esta ocasión, Pablo Iglesias y su organización no han actuado con la generosidad que la situación requería.

Han pretendido imponer como paraguas común una marca que, a tenor de las encuestas, no está logrando el apoyo que sus dirigentes daban por seguro hace menos de un año. Podemos enarbola la bandera del cambio y tienen razones para ello, pero no deberían olvidar que en el Estado hay otras sensibilidades de la izquierda que también defienden su espacio y no buscan cobijo bajo las siglas y el programa de la formación morada. Bien por su apuesta por captar el voto de centro, bien por su estructura vertical o bien por no reconocer la pluralidad en el campo de la izquierda. Han pasado de querer ganar las elecciones a conformarse con reemplazar a IU en el campo de la izquierda.

La historia de la izquierda no ha comenzado hace dos años. Hay una larga tradición de lucha por las libertades y por los derechos democráticos y sociales. En el franquismo y en el período democrático. Son muchas las personas que han dedicado todo su esfuerzo, en barrios, fábricas o universidades, con gran sacrificio, a conquistar mayores cotas de justicia y bienestar. En este sentido, resulta inexplicable el maltrato al que ha sometido Podemos a Izquierda Unida, del mismo modo que resulta incomprensible la sumisión que ha demostrado Alberto Garzón ante una larga cadena de desplantes , desaires y hasta insultos.

Izquierda Unida ha puesto en marcha Ahora en Común, pensando que al ocultar la referencia explícita a la izquierda iba a ser mejor aceptado por Podemos. Al final se han rendido a la evidencia. Podemos no les quiere ni les reconoce como interlocutor. Tienen una papeleta difícil porque defienden una Unidad Popular poco creíble, dado que en su seno sólo han quedado el PCE y voces independientes de carácter testimonial. Se ha eliminado, en un ejercicio de gran sectarismo, la pluralidad interna que en su día fue una seña de identidad, que llevó a Izquierda Unida, principalmente en la etapa Anguita, a ser una fuerza fundamental en la escena política. De hecho, en estos momentos hay mucha izquierda fuera de IU.

El anuncio de la ruptura del proceso negociador entre Podemos e Izquierda Unida ha caído como un jarro de agua fría entre quienes confiaban en que el interés social finalmente se impondría. La ciudadanía esperaba que estas organizaciones demostraran capacidad y vocación de acuerdo. España necesita una opción electoral que represente el sentir de una parte importante de la población, que ha recuperado el interés por la política como respuesta a los recortes sociales, la corrupción y los déficits democráticos de un modelo de desarrollo incapaz de garantizar la igualdad y los derechos básicos de las personas.

Una vez más, estamos ante una oportunidad perdida, que Partido Popular, PSOE y Ciudadanos rentabilizarán en las urnas y en los pactos posteriores que conformarán mayorías de gobierno de centro derecha, sometidas a los dictados de la Unión Europea, el Banco Central y el Fondo Monetario Internacional. No es mi intención buscar culpables. Se trata, sin duda alguna, de un error colectivo, en el que también hemos fallado quienes no hemos sabido o no hemos podido emplazar con éxito a Podemos, Izquierda Unida y al resto de las Izquierdas a ratificar un entendimiento en el que creemos firmemente.

En Euskadi el panorama no es más alentador. A partir del manifiesto impulsado por un grupo de profesores de la UPV parecía albergarse una esperanza de confluencia entre la izquierda independentista y la izquierda federalista. Ha faltado audacia y valentía para superar las inercias de muchos años de distanciamiento. Afortunadamente la izquierda abertzale empieza a asumir sus límites y a entender que hay gentes de izquierda que no comparten sus postulados. El acercamiento, desde el respeto a las identidades plurales, resulta clave. Hasta la fecha su única alianza pasaba por incorporarse a sus filas, asumiendo su propio ideario.

Una alternativa unitaria y plural en el seno de la izquierda vasca concitaría ilusión y movilizaría adhesiones ciudadanas. En Euskadi, al igual que en otras Comunidades, también es posible superar al establishment, que representan PNV-PSE-PP. Estas tres fuerzas se alían para conformar o sostener gobiernos de perfil plano, que priorizan el mantenimiento del poder como única hoja de ruta. Jamás ofrecen propuestas que puedan poner en riesgo el status quo dominante, político y económico. La ciudadanía progresista, consciente de esta realidad, exige una unidad popular real, con un programa compartido que le permita recuperar su protagonismo y liderar el futuro que desea para los próximos treinta años.







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