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Guatemala: un país con pronóstico reservado

OPINIÓN de Ollantay Itzamná, Guatemala.-  En la actualidad, la existencia de Guatemala como país es casi un milagro. Con un Estado más aparente que real, perforado o cogobernado por el crimen organizado evidente. Con un territorio fraccionado, donde organizaciones paraestatales/criminales le disputan el control de bolsones geográficos a la desanimadas fuerzas represivas estatales.

Con una población casi teledirigida, y en su mayoría refugiada en las iglesias, esperando la “inminente” llegada del Mesías para el “arrebato escatológico”. Y una economía depredadora que funciona en “piloto automático” gracias a los narcoactivos frescos que hacen de Guatemala uno de los países económicamente más desiguales (260 personas controlan el 56% del PIB nacional) y violentos del mundo.

Luego del debut internacional de la Guatemala destituyente movilizada en las plazas, la frustrada ciudadanía se encuentra súbitamente desactivada y habitada por una casi telúrica incógnita de ¿quién será verdaderamente el cómico Presidente electo en tiempos de la resaca de lo sufrido?

Así está Guatemala. Un país con un Presidente de la República en “transición” más decorativo que real ante la omnipotencia proclamada/ejercida del colombiano Iván Velásquez, Presidente de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG). Después de la prolongada dictadura militar del Gral. Jorge Ubico, no hubo en este país tropical entidad o personaje más “temida” que la CICIG.

Pareciera que el país vive en una tensa y contagiosa calma colectiva luego de un nebuloso proceso electoral que dejó más sentimientos de culpa compartida que ilusiones democráticas. Muchas voces presagian que el electo Presidente Jimmy Morales no culminará su mandato constitucional (que asumirá en enero próximo) por su evidente debilidad política, ausencia programática, la bronca contenida de las comunidades en resistencia, y la bancarrota fiscal.

En los últimos días, los medios de información corporativas publican sobre el cierre de 18 principales hospitales públicos del país (como nunca en la historia). Anuncian que el personal médico saldrá a las calles a pedir caridad a la ciudadanía para atender a los enfermos.

En las ciudades y en las rutas camineras principales, cuadrillas de bomberos voluntarios (desde hace meses atrás), alcancías en mano, suben y bajan de los buses de transporte público pidiendo limosna (compitiendo con habituales pedigüeños pordioseros que cresen incontenibles). La Policía Nacional Civil subsiste gracias a la extorción callejera socialmente permitida. Mientras, gobernantes y funcionarios públicos perciben los salarios más altos que sus similares de América Latina.

Las arcas del Estado están completamente vacías. Los pocos que tributaban, ahora, se resisten seguir tributando ante la evidencia persistente del crimen organizado en el sistema fiscal.

El presupuesto general para el próximo año es incierto en su posibilidad de financiamiento, porque el déficit fiscal se duplica año que pasa. Cada uno de los cerca de 16 millones de guatemaltecos debe, por concepto de deuda pública, más de mil dólares.

Ante este panorama, al parecer, los movimientos sociales también se han desmovilizado. Los “indignados” estudiantes se fueron de vacaciones, luego de “encarcelar” preventivamente al Presidente y Vicepresidenta corruptos.

El país vive en un silencio estridente y en una radiante oscuridad de caminos de salida a este laberinto neoliberal que al parecer no tiene salida.

En la Universidad de San Carlos, en el IX Encuentro Nacional de Historiadores, los pocos investigadores académicos debaten sobre si la ciudad de Guatemala es o no París chiquito. Una evidencia más de Guatemala en su laberinto.

¿Cómo rescatar al Estado del dominio del crimen organizado? ¿Cómo construir un proyecto de país ascendente e intercultural en un territorio fragmentado, y socioculturalmente agobiado por el racismo y la desconfianza mutua? ¿Cómo financiar el funcionamiento del aparato estatal con una disminuida y desanimada población tributaria? ¿Cómo pacificar un país sin Estado de Derecho para las grandes mayorías?

Algunos movimientos sociales y colectivos urbanos plantean la convocatoria a un proceso constituyente para repensar el país. Pero, esta iniciativa, con propuestas concretas desconocidas, aún no pasa de ser un eslogan. Y, ante este panorama silente del país, es probable que los empresarios y la Embajada norteamericana, utilizando nuevamente el rostro “de ciudadano democrático” del electo Presidente Jimmy Morales, terminen convocando a la décima Asamblea Constituyente en Guatemala para constitucionalizar la privatización de los bienes (agua, oxígeno, etc.) que aún faltan por enajenar legalmente.





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