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Suiza, el oro y el saqueo del mundo

OPINIÓN de Jean Batou.- “El oro, que residía al principio en el Cielo junto con su hermana la plata, igual que el Sol y la Luna, después de desprenderse de sus atributos sagrados para descender sobre la Tierra como un autócrata, podría ahora contentarse con la austera condición de rey constitucional con un gabinete de bancos; y tal vez no sería jamás necesario proclamar una república. Pero todavía no es el caso, y las cosas podrían evolucionar en sentido totalmente contrario. Los amigos del oro tendrán que mostrarse extremadamente sabios y moderados si quieren evitar una revolución. ”

(John M. Keynes, Auri Sacra Fames, 1931).

Desde hace diez años, Suiza no ha dejado de reforzar su dominio monopolístico sobre el comercio mundial del oro físico (las operaciones de trading tienen su base en Londres). En este decenio, sus importaciones y exportaciones del metal amarillo han triplicado su volumen, rebasando en cada caso las 3 500 toneladas, mientras que se han multiplicado por 6 a 8 en valor. Para formarse una idea de la magnitud de estas transacciones, basta señalar que semejantes volúmenes son superiores a la producción anual mundial de oro, que se cifra en 3 000 toneladas; la oferta total asciende a unas 4 500 toneladas, que incluyen el metal reciclado.

En el corazón de un tráfico internacional

¿Compra Suiza simplemente lo esencial del oro mundial (el 70 % en promedio estos últimos años) para revenderlo, cumpliendo así la función de mayorista mundial? No, su papel es infinitamente más complejo. En primer lugar, el metal precioso se procesa en varias refinerías (que suman dos tercios de la capacidad mundial), que lo transforman en oro puro al 99,99 %. La página web de la más grande de ellas, Valcambi, con sede en el Tesino (filial de Crédit Suisse hasta 2003, adquirida recientemente por una empresa india), presenta de este modo las ventajas de esta industria: transporte seguro del metal precioso a escala internacional; análisis y certificación de la calidad del producto entregado; refinado y presentación certificados (lingotes, barras, piezas, etc.); estudio de las opciones de financiación de cada cliente; custodia del metal en condiciones de seguridad óptimas.

En 2014, estas transacciones figuraban por primera vez en la estadística suiza del comercio exterior, cuando antes habían sido asimiladas a meras operaciones de pago y de este modo quedaban en gran medida camufladas. Con ello, el oro se ha convertido de pronto en el primer producto de exportación del país, por delante de los productos farmacéuticos o la relojería, representando ahora un quinto de su comercio exterior. Además, en marzo de 2015, presionada por sus socios extranjeros y rompiendo con 34 años de secreto, Suiza ha revelado por fin la distribución por países de su comercio de oro. Aunque estos datos solo contemplan el último país de tránsito y el primer país de destino, demuestran el papel clave que desempeña el Reino Unido como proveedor, y el de India, China (Hong Kong), los Emiratos Árabes Unidos o Turquía como clientes. Como señalaré más adelante, este reparto es bastante significativo.

Una alquimia delicada

De las 175 000 toneladas de metal amarillo producidas hasta ahora por la humanidad, 160 000 han servido para responder a las necesidades del capitalismo triunfante desde la segunda mitad del siglo XIX (actualmente, las reservas todavía disponibles se cifran en 183 000 toneladas). De hecho, el circuito del oro desde que se extrae de las entrañas de la Tierra hasta sus diferentes usos sociales, dice mucho sobre el orden económico de las sociedades humanas. En los años 2009 a 2013, dichos usos se repartían de este modo: suntuario 48 % (joyería, atesoramiento); financiero 35 % (inversión); industrial 10 % (electrónico, odontología, etc.); institucional: 7 % (bancos centrales). Resulta que los distintos eslabones de esta cadena revisten el máximo interés para Suiza. Ante todo porque este país desempeña un papel clave en la transmutación del metal bruto extraído o reciclado –portador a menudo de una pesada carga derivada de su historial– en metal puro, intrazable, anónimo. Y es sin duda esta delicada alquimia industrial, financiera, comercial y política, la que hace de este país un lugar de paso obligado en la trata mundial de oro.

En efecto, la extracción del metal amarillo en el África subsahariana (25-30 %), en América Latina (15-20 %), en China (15 %) o en los países de la antigua URSS (15 %), es casi siempre fruto de la sobreexplotación de trabajadores particularmente expuestos, a menudo drogados con anfetaminas para llevar a cabo una labor peligrosa y agotadora. En los países del Sur dedican a esta tarea cientos de miles de niños, y en general los accidentes profesionales son frecuentes en este sector. Apenas existe otra actividad en el mundo en que el productor directo se vea expoliado hasta este punto del producto de su trabajo. Además, las consecuencias medioambientales y para la salud pública de esta actividad son considerables (uso masivo de mercurio y cianuro).

Blanqueo de los beneficios de la esclavitud y del crimen

Por tanto, hace falta conocer la procedencia del oro refinado en Suiza. En este punto, la estadística es formal: hasta comienzos de la década de 1990 se importaba principalmente de Sudáfrica, mientras que ahora proviene en lo esencial de Gran Bretaña, sede mundial del trading del oro (London Bullion Market Association), que fija sus cotizaciones dos veces al día. Está claro que Suiza no pretende conocer la cadena de producción del metal precioso que compra, ni las condiciones sociales y ecológicas que la caracterizan. Incluso se muestra poco curiosa al respecto, como demuestra una reciente investigación de la Declaración de Berna. Esta ONG ha revelado que en 2014, un grupo libanés implantado en África Occidental, que cuenta con una sociedad propia en Ginebra, exportó a Suiza 7 toneladas de oro, producidas sobre todo por niños de Burkina Faso y trasladadas de contrabando a Togo, para su refino a cargo de la empresa Valcambi. Estos hechos no hacen más que confirmar un escándalo duradero, ya denunciado en el pasado en relación con otros países de África y de Sudamérica.

El oro refinado en Suiza no solo permite “esterilizar” un metal producido en condiciones sociales y ecológicas inaceptables, sino que contribuye asimismo a “blanquear” metal amarillo reciclado, fruto de tráficos más o menos legales, cuyo refinado impide determinar su origen. Así, el oro robado y encubierto por redes mafiosas, saqueado por grupos armados o recuperado en ciertos sectores industriales que lo utilizan (joyeros, dentistas, fabricantes de circuitos electrónicos), pueden convertirse –en muchos casos sin medidas anticontaminantes adecuadas, especialmente en Asia– en lingotes irreprochables cuando se transportan a Suiza para ser procesados en este país.

Contribución a la evasión fiscal en los países emergentes

Acabamos de ver que el refinado de metales preciosos permite en primer lugar normalizar actividades basadas en la esclavitud moderna y en la acumulación por desposesión. Pero también se halla en el corazón de otro tráfico muy lucrativo: el blanqueo de los enormes beneficios no declarados de empresas de los países emergentes (India, China, Turquía, etc.). A salvo del impuesto, estos países miran de borrar las pistas relativas a su origen y de protegerse de la depreciación de su moneda nacional al convertirse en oro.

Así, el metal amarillo se importa legalmente en Asia, aunque una parte de estas transacciones pueden disimularse mediante la manipulación de la facturación (de esta manera, Suiza no exporta oficialmente la misma cantidad de oro a India que la que este país importa de Suiza). También se puede introducir de contrabando (pasando en particular por los emiratos del Golfo, grandes importadores de oro suizo) para guardarlo allí tal cual o transformarlo en joyas. Finalmente, también puede depositarse en cajas de seguridad de las entidades bancarias, de las empresas de refinado o de otras instituciones más discretas, como los puertos francos helvéticos, bajo una identidad prestada (gracias a hábiles montajes cuyo secreto guardan los bancos).

En la encrucijada del capitalismo globalizado de dominante financiera

A raíz del aumento de los depósitos de metal amarillo en Suiza, la estadística del comercio exterior de oro acusa un saldo crónicamente deficitario: en efecto, los importes importados son estructuralmente superiores a los importes exportados/1. Además, esta acumulación vertiginosa de depósitos de oro físico no solo se deriva del blanqueo de beneficios no declarados en los países emergentes, sino también de la volatilidad de los mercados de valores, que incita al conjunto de los inversores a protegerse mejor colocando una parte de su cartera en oro.

Por tanto, en la encrucijada de las evoluciones más recientes del capitalismo globalizado de dominante financiera, Suiza se ha convertido en el centro mundial del tráfico de oro, en la intersección de los fenómenos muy contemporáneos de la sobreexplotación del trabajo (particularmente en los países de la periferia), de la acumulación por desposesión (fruto del crimen, del saqueo y de la guerra), del mismo modo que de la especulación endémica con los enormes capitales sustraídos de la esfera productiva.

Nota:

1/ Así, el hecho de que el oro figure en la estadística de comercio exterior de Suiza desde 2014 contribuye mecánicamente a reducir el excedente de su balanza comercial, sin que ello tenga que ver con la fortaleza del franco suizo ni la competitividad industrial de Suiza.




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