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Irán. Protestas obreras y represión estatal

OPINIÓN de Behrouz Farahany.- Irán está sacudido por movimientos huelguísticos sin precedentes. Desde el acuerdo nuclear entre el régimen islámico y el Grupo 5+1, la sociedad iraní estaba a la espera de “días mejores” prometidos por el gobierno “moderado” de Hassan Ruhani.

Pero nada o casi nada ha cambiado en la vida cotidiana de los iraníes. La inflación se sitúa en alrededor del 20% (según las cifras oficiales) y las carencias de productos de primera necesidad como los medicamentos continúan. El motivo: la primera franja de los haberes desbloqueada tras la ratificación de los famosos acuerdos ha sido consagrada ¡al pago de los derechos de aduana de los coches de lujo! El escándalo ha provocado tal follón que unos diputados han abordado el asunto en el seno de la Asamblea Islámica. Las políticas neoliberales de los precedentes gobiernos, incluyendo y sobre todo las del populista Ahmadinejad, han continuado.

En lo que concierne a las personas asalariadas, los cierres de fábricas y demás unidades de producción continúan. El mes último 1500 trabajadores de 200 centros de producción metalúrgicos han perdido su empleo como consecuencia de los cierres definitivos.

Los despidos continúan y para quienes trabajan el no pago de los salarios, incluso en el sector público, se ha convertido en la regla.

La bajada continua del precio del petróleo afecta a los ingresos del gobierno y la importante parte que tienen en los presupuestos las fuerzas militares y de seguridad debilita considerablemente los demás capítulos del presupuesto, lo que provoca una carencia de medios para los servicios de educación, salud, etc.

Más grave aún, el gobierno intenta establecer un “Salario Mínimo joven” equivalente al 75% del SM general para los menores de 29 años contratados en el sector público. Hay que señalar que el SM solo es aplicado al 60% de los asalariados.

La patronal ya ha conseguido que la sociedades de menos de cinco asalariados no estén afectadas por el Código de Trabajo en lo que se refiere al salario y a la cobertura social.

Frente a esta situación ha tenido lugar una explosión de movimientos de protesta que van desde los enseñantes a las enfermeras y a los trabajadores de la petroquímica y de la construcción. Según las estadísticas proporcionadas por las agencias de prensa oficiales (no las de la oposición o de los medios independientes), en Irán hay un movimiento de protesta que se refleja bajo formas muy variadas como sentadas, ocupaciones, bloqueo de carreteras, manifestaciones en las fábricas o ciudades, huelgas, etc. Al menos una cada cinco horas. A veces estos movimientos están organizados en varios lugares de trabajo.

Los enseñantes están a la cabeza de las manifestaciones simultáneas organizadas en decenas de ciudades. La respuesta del régimen islámico es una represión cada vez más violenta. Según Amnistía Internacional, la situación de los derechos civiles y humanos no ha sido nunca tan grave en el país desde hace 20 años.

Y hay una “novedad”: hasta 2013 las fuerzas de seguridad focalizaban la represión sobre los militantes que reivindicaban el derecho a establecer organizaciones independientes de trabajadores. Esto está, en efecto, prohibido por la Constitución de la República Islámica, que no autoriza más que los “Consejos de Trabajo Islámicos”. Desde finales de los años Ahmadinejad, se despide por “sabotaje económico” y se detiene a los huelguistas activos, y sobre todo a los trabajadores denunciados por sus pares como portavoces del movimiento. Esta práctica era rara antes, pero desde que Ruhani está en el poder, es utilizada sistemáticamente.

Las cárceles iraníes se están llenando de militantes del movimiento obrero. Incluso cuando sus penas de prisión acaban, algunos como por ejemplo Rassul Bodaghi, son vueltos a juzgar en la cárcel y son condenados a nuevas penas. Prisiones en las que son sistemáticamente maltratados, sufriendo en particular torturas morales y físicas. Todos llevan las secuelas de los “interrogatorios” y de las condiciones de encarcelamiento, como por ejemplo Mahmud Salehi o Reza Shahabi. Algunos han muerto en prisión, como Shahrokh Zamani hace dos meses.

Además, los militantes detenidos que son liberados están obligados a depositar enormes fianzas, equivalentes a años de sus salarios. Fianzas que ponen en dificultades a toda su familia y amigos que se presentan como garantes del “comportamiento” de esos militantes fuera de la cárcel.

En estos combates desiguales, la falta de una organización sindical que unifique a todos esos movimientos de protesta se hace sentir cada vez más.

Desde este punto de vista, la liberación condicional del enseñante Mahmud Beheshti Langarudi, miembro del sindicato de enseñantes de Irán, en huelga de hambre durante 19 días, constituye una victoria para los militantes sindicalistas iraníes.

Han jugado indudablemente un papel importante en este retroceso del régimen las protestas de las organizaciones de trabajadores en varios países de Europa (como por ejemplo Solidaires en Francia), en Canadá, en Australia, etc., así como la movilización de la oposición iraní de izquierdas y de las asociaciones de defensa de los trabajadores iraníes formadas por la diáspora iraní.

Esto muestra una vez más la importancia de la solidaridad internacional en las luchas de trabajadores en todo el mundo.


*http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article36770Houshang Sepehr es miembro del colectivo Solidarité socialiste avec les travailleurs en Iran- STI: http://www.iran-echo.com Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR





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