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Evo Morales se juega la vida el domingo y la región también

OPINIÓN de Emilio Marín.- El domingo 21 votan los bolivianos en un referéndum que resolverá si Evo Morales puede presentarse o no a unas segunda reelección en 2019. El oficialismo y sus bases sociales votarán SÍ y la oposición y la embajada de EE UU por el NO.

Las encuestas no siempre pronostican con sensibilidad y acierto. En el caso de la consulta al pueblo boliviano sobre posible reforma del artículo 168 de la Constitución Política del Estado para habilitar o no una segunda reelección del presidente y vice, los sondeos son contradictorios. Equipos Mori arroja un empate actual de 40 puntos con un 18 por ciento de indecisos. Sin embargo la empresa Ipsos mide una valoración positiva de Evo Morales del 58 por ciento.

En el oficialista MAS (Movimiento al Socialismo) se toman las encuestas con mucha calma: Aseguran que en 2014 a su líder le daban una cosecha del 40 por ciento y al final fue del 62. Están convencidos de que ganarán con cierta amplitud. En enero de este año, cuando comenzaba de a poco la campaña política, el presidente recordó que habían ganado las últimas ocho elecciones, entre presidenciales y cambios de Constitución. Expresó sus deseos de que esta vez la mayoría pudiera ascender hasta el 70 por ciento, una marca inédita. Es posible que se contente con menos, pero ganar.

Evo ganó su primer turno a fines de 2005 con el 54 por ciento de los sufragios, su segundo en el 2009 con el 64 y el tercero en 2014 con el 62. Este es el tramo que está transitando hasta fines de 2019 pero como en 2009 se aprobó una Constitución que creo el Estado Plurinacional, se lo considera legalmente como la primera reelección.

La votación del domingo será clave para saber si entre los años 2020 y 2025 podría haber una segunda etapa para la fórmula con Alvaro García Linera, instalada en el Palacio Quemado de La Paz en enero de 2006 con tanto suceso que acaba de cumplir un decenio exitoso. El primer presidente indígena de América Latina se juega su futuro político. En un reportaje concedido a Página/12 el 3 de enero pasado, declaraba: “yo también quiero saber si me quiere o no me quiere el pueblo boliviano”.

Es obvio que una gran parte sí lo quiere, tan evidente como que en buena medida lo odia otra parte, adinerada, empresarial y xenófoba -asentada sobre todo en Santa Cruz de la Sierra- y vinculada por mil lazos a la embajada norteamericana de Peter Brennan. Hasta ahora la mayoría ha estado de su lado y por eso pudo ganar ocho veces y conjurar incluso un intento de golpe de Estado en 2008. Habrá que ver si el domingo se mantiene esa correlación de fuerzas o si el altiplano también ha sido barrido por la ola neoliberal que últimamente dio batacazos en las presidenciales de Argentina y las legislativas de Venezuela.

Buenas cartas

Para ganar se necesitan buenas cartas y el aymara las tiene, considerando el balance positivo de diez años. El 1 de mayo de 2006 comienza realmente su gestión, con la nacionalización hidrocarburífera en el día internacional de los trabajadores. Lo que al gobierno de los Kirchner en Argentina les insumió 9 años, a Morales le llevó tres meses. La lógica de las multinacionales en Bolivia era “cuando el petróleo está bajo tierra es de ustedes, pero cuando lo sacamos a la superficie es nuestro”. Se llevaban 82 por ciento de la renta petrolera y dejaban al Estado el 18 por ciento.

El giro dado por el MAS fue copernicano: YPFB se quedaba con el 82 por ciento y les dejaba a las privadas el resto. Bajo intensas protestas y amenazas de juicio, la mayoría de éstas terminó aceptando lo que corroboraba que, así y todo, seguía siendo negocio. Esas multis, Total, Petrobras, Repsol y otras añoraron todo el decenio que Evo tuviera un traspié. Y si ellos pudieran votar el domingo 21 lo harían con la papeleta del NO.

Con ese formidable recurso económico en la mano, el Estado redujo la pobreza, sobre todo la extrema, invirtió en educación y salud, desarrolló tecnologías, creó caminos y obras de infraestructura, hizo escuelas y viviendas populares, etc.

En un programa de televisión, el 7 de febrero pasado, García Linera puntualizó algunos de los logros, como la nacionalización de los hidrocarburos, la Asamblea Constituyente, la construcción del teleférico y el crecimiento económico que no se limita a un mayor desarrollo sino también a industrializar el país. El país fue el que más creció en Latinoamérica en 2015, 5 por ciento del PBI, en un contexto de decaimiento en el área. Sus reservas internacionales ascienden a 13.000 millones de dólares a pesar que el menor precio del petróleo afectó en un 32 por ciento los ingresos del Estado.

Sintetizando el decenio, la agencia Prensa Latina (8/2), recordaba: “el país suramericano logró sacar de la pobreza a más de dos millones y medio de personas, eliminó el analfabetismo, hoy cuenta con un satélite y produce computadoras y equipos de última generación”.

Muchas de esas obras no habrían podido encararse sin la nacionalización hidrocarburífera. En números redondos, la renta petrolera del Estado era de 300 millones de dólares antes de 2006 y pasó a ser de 3.900 millones. Evo tuvo apoyo de los trabajadores, campesinos, originarios, intelectuales, cooperativas y una parte de pequeñas empresas nacionales, así como de la COB, los pueblos originarios y una buena parte de las Fuerzas Armadas.

Las organizaciones sociales agrupadas en la Coordinadora Nacional de Movimientos Sociales para el Cambio (Conalcam) impulsaron el referéndum. Su argumento fue que aún falta mucho por hacer y se necesita a Evo y García Linera para impulsar el Plan Patriótico 2025 para llegar al bicentenario de la revolución patriótica de 1825. Ese plan tiene trece postulados fundamentales: 1) erradicar totalmente la pobreza extrema; 2) socialización y universalización de los servicios básicos; 3) acceso a la salud, educación y deporte para formar seres humanos integrales; 4) soberanía científica y tecnológica con identidad propia; 5) soberanía comunitaria financiera; 6) soberanía productiva con diversificación y desarrollo integral; 7) soberanía sobre nuestros recursos naturales con nacionalización, industrialización y comercialización en armonía y equilibrio con la Madre Tierra; 8) soberanía alimentaria a través del saber alimentarse para vivir bien; 9) soberanía ambiental con desarrollo integral respetando los derechos de la Madre Tierra; 10) integración complementaria de los pueblos con soberanía; 11) soberanía y transparencia en la gestión pública bajo los principios de no robar, no mentir y no ser flojo; 12) disfrute y felicidad plena de nuestras fiestas, música, ríos, selva, montañas, nevados, aire limpio y nuestros sueños; y 13) reencuentro soberano con nuestra alegría, felicidad, prosperidad y nuestro Mar.

EEUU mueve los hilos

Como la extrema pobreza se redujo de un 38,2 por ciento en el 2005 al 17,3 de en 2014, y continuó a la baja; y si el salario mínimo subió de 440 pesos bolivianos hasta los 1.656 en el lapso, es obvio que Morales cuenta con chances de ganar su re-reelección.

Tan cierto como que, por eso mismo, la derecha desbocada y la embajada gringa están lanzados desde setiembre del año pasado, cuando el congreso boliviano decidió el referéndum, a un esfuerzo descomunal para frustrar el SÍ.

Esa oposición tiene datos alentadores de la elección a gobernadores, en marzo del año pasado, cuando ganó en Santa Cruz, La Paz, Tarija y Beni. En La Paz el ganador fue un candidato proveniente del MAS, que venció a Felipa Huanca, oficialista salpicada con denuncias de corrupción en el manejo del Fondo de Apoyo a Indígenas.

La aclaración obvia es que Morales no competía en forma directa porque eran comicios regionales. El 21 sí se juega la vida.

Está en juego muchísimo más allá que el porvenir del ex cocalero de Cochabamba y el intelectual marxista que lo acompaña, García Linera. Es un proyecto político el que se somete a las urnas, en una pulseada política latinoamericana.

Muerto Hugo Chávez y debilitado Nicolás Maduro por la derrota del 6 de diciembre, y cortado el ciclo kirchnerista en Argentina luego del balotaje del 22 de noviembre, más el desestimiento de Rafael Correa de postularse en 2017, Evo queda como no la única pero sí la mejor alternativa antiimperialista en la región.

Washington está moviendo todos los hilos de la conspiración para que gane el NO, dando cursos a los cuadros políticos y mediáticos de la oposición, financiando la campaña con fondos del Capitolio a los opositores Samuel Doria Medina, Jorge Tuto Quiroga, Rubén Costas, Reyes Villa, etc. Hubo citas del embajador Brennan con el periodista Carlos Valverde, autor de denuncias falsas contra el presidente, la última de “tráfico de influencias”. La titular de Diputados, Gabriela Montaño, demostró que era un mero montaje. A su ex escolta de seguridad, Mayra Medinaceli, la hacían aparecer como Gabriela Zapata, relacionada con Evo años atrás, y a ésta, como traficando influencias para la empresa china donde trabaja, CAMC. Además de la personalidad trucada, el gobierno mostró las multas que sufrió la firma china por incumplimiento de obras.

Brennan, USAID, CIA y demás colaterales saben muy bien el concepto goebbeliano de “miente, miente que algo queda”. El domingo a la noche, con el resultado del referéndum, se sabrá si algo quedó y cuánto, como un perjuicio a los bolivianos y la Patria Grande Latinoamericana.

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Sergio Ortiz
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