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La Alianza Mundial por el Suelo aprueba las directrices para su gestión sostenible


Un nuevo estudio sobre la pérdida de la capa arable en Malawi supone un ejemplo aprovechable a nivel mundial

Roma – La Alianza Mundial por el Suelo (AMS) ha aprobado un conjunto de directrices voluntarias para la gestión sostenible de los suelos en su conferencia plenaria celebrada esta semana en la sede de la FAO. Se trata de un paso más hacia una acción coordinada para asegurar que la tierra bajo nuestros pies -una piedra angular de la seguridad alimentaria mundial– continúe siendo fértil.

La AMS fue creada como una coalición encargada de promover los esfuerzos para mejorar el estado lamentable de los suelos del mundo, un tercio de los cuales se consideran degradados.

Para que las recetas para mejorar la salud de los suelos funcionen, hay mucho trabajo por hacer en el diagnóstico, según la AMS.

Por ejemplo, en Malawi, un nuevo y exhaustivo estudio de las tierras cultivables -llevado a cabo por la FAO y el gobierno- detectó pérdidas de la capa arable de unas 29 toneladas al año, provocando una disminución del 10 por ciento en la producción agrícola. A pesar de que hay “zonas críticas” preocupantes en las que aumenta la erosión, también existen "zonas de tendencia positiva", donde el agotamiento del suelo no sólo es mucho menor que en el resto del país –inferior por ejemplo, a 10 toneladas al año en el Valle del Rift– sino que ha disminuido de manera constante como consecuencia de una gestión activa del suelo, según el estudio.

"Las zonas positivas en las que la erosión de la capa arable es baja y está disminuyendo, demuestran que las intervenciones para la gestión sostenible de los suelos, como la cobertura con materia orgánica, la labranza mínima, las plantas de cobertura, los surcos de nivel, y la plantación en hoyos, funcionan", aseguró Ronald Vargas, oficial de ordenación de suelos y tierras en la FAO. "Este tipo de ejercicio cartográfico –añadió- puede contribuir a evaluar qué medidas funcionan mejor".

El estudio también demostró que el aumento de las tasas de pérdida de suelo en las dos últimas décadas tuvo lugar con frecuencia en bosques naturales que habían sido convertidos en tierras cultivables. Esto resultó especialmente problemático en zonas de las regiones septentrionales del país africano, cuyos suelos suelen tener elevadas concentraciones de arcilla y, por tanto, son menos adecuados para las actividades agrícolas.

La dinámica de Malawi es extrapolable a todo el planeta: a nivel mundial, todos los años se pierden unos 75 000 millones de toneladas de suelo de tierra cultivable, y unos 400 000 millones de dólares EEUU en producción agrícola.

"Necesitamos replicar este tipo de trabajo en muchos países para permitir que las partes interesadas sepan gestionar los suelos de manera sostenible", señaló Vargas.

"El estudio muestra qué debe hacerse a gran escala en todo el planeta para promover la gestión sostenible de los suelos del mundo, que se utilizan para cultivar el 95 por ciento de los alimentos a nivel mundial y para ofrecer valiosos servicios como la fijación de carbono", añadió.

Directrices voluntarias en fase de elaboración

Las Directrices voluntarias para la gestión sostenible de los suelos, que se presentarán al Consejo de la FAO para su aprobación en diciembre, tienen como objetivo servir de referencia de los principios de gestión sostenible de los suelos para un amplio colectivo, desde funcionarios públicos y responsables de las políticas, a agricultores y pastores, así como a profesionales del desarrollo.

Minimizar la erosión del suelo causada por el agua y el viento es una prioridad fundamental de las directrices. Para ello se necesita una adecuada gestión de los cambios de uso de la tierra -como la deforestación o la conversión de los ecosistemas de pastizales en tierras cultivables- así como la promoción de actividades de protección de la superficie terrestre -como la cobertura del suelo con materia orgánica y la agricultura sin labranza- o de intervenciones como el terraplenado o la utilización de cortavientos y la amortiguación ribereña.

Los objetivos son reducir la pérdida no deseada de nutrientes del suelo, así como reducir la escorrentía aguas abajo de los insumos agrícolas. Las directrices destacan también la importancia de incrementar la materia orgánica del suelo, pues no sólo mejora la fertilidad de las tierras de cultivo, sino que también desempeña un papel fundamental en la mitigación y adaptación al cambio climático mediante la fijación del carbono.

Las recomendaciones proponen medidas especiales para proteger a los suelos que aportan servicios ecosistémicos importantes -fijan carbono, albergan diversidad biológica, aumentan el rendimiento de los cultivos– frente al crecimiento urbano. Se recomienda la cobertura de los cultivos durante todo el año, no sólo para evitar que la tierra sea arrastrada por el viento, sino también para ralentizar la evaporación de la humedad, que puede provocar salinización y, en último extremo, hacer inviable cualquier cultivo.

Durante su conferencia plenaria, la AMS también aprobó la creación del Premio Mundial del Suelo Glinka, en honor al científico ruso Konstantin D. Glinka, por su trabajo pionero en defensa de los suelos.




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