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Macri busca mal su lugar en el mundo y acá le marcan la cancha

OPINIÓN de Emilio Marín, Argentina.- El presidente está en China en una reunión del G-20. Allá fue a pedir una lluvia de inversiones extranjeras, que no llegan. Y acá en Plaza de Mayo los trabajadores le marcaron la cancha y amagan ir al paro general.

Mauricio Macri fue a China a una reunión de presidentes del G-20, un grupo de países importantes del que extrañamente forma parte Argentina desde cuando gobernaba Cristina Fernández de Kirchner.

En Shanghai y Hangzou el jefe de Estado se vio con empresarios de diversas nacionalidades, comenzando por los de ojos rasgados, y volvió a pedir que inviertan en el país. Con la lógica oportunista que lo caracteriza, Macri no repitió que los trabajadores argentinos ponen “palos en la rueda” ni alientan la “industria del juicio”. Ponderó la mano de obra inteligente que caracteriza al país, más los recursos naturales y la juventud con deseos de progreso. Todo eso compone, según propagandizó, una excelente oportunidad de negocios. Le faltó agregar algo que esos empresarios top saben perfectamente: en Argentina hay un gobierno sensible a los requerimientos de los grandes inversores y si son multinacionales tanto más predispuesto a conceder lo que pidan.

Ese llamado a invertir en lo que presenta como el “gran supermercado del mundo” fue reiterado en la cumbre B-20 (por Business del G-20). Pocas imágenes pueden sintetizar mejor el dependiente modelo macrista, que la del supermercado. Da la idea de una burguesía burocrática comercial que compra y vende, sin una industria propia y menos independiente, ni un desarrollo científico y tecnológico de punta. Se recordará que el actual presidente y otro aspirante, socio suyo como Sergio Massa, descalificaban los satélites de Arsat como meros lavarropas que se ponían en órbita. 
 
Además de las tertulias con empresarios -al fin de cuentas Macri lo es, con cuentas opacas en paraísos fiscales- ya tuvo un encuentro con el anfitrión, Xi Jinping y mañana mantendrá otras bilaterales, por ejemplo con Vladimir Putin.

No deja de ser gracioso y contradictorio que Macri, un vocero de los intereses económicos y estratégicos de Estados Unidos en Latinoamérica, tenga esa clase de vínculos con gobernantes bastante alejados y con contradicciones serias con el imperio. Indicaría que MM juega en el equipo del Norte, pero llegado el caso y ante sus necesidades económicas, no le hace asco a negociar con los del yuan y el rublo. Pragmatismo que le dicen.

El jefe de Estado argentino ha tenido que cambiar radicalmente la postura antichina que cultivó siendo opositor y candidato presidencial. En ese entonces envió una carta documento al embajador chino en Buenos Aires diciendo que se reservaba el derecho de revisar y/o anular los convenios firmados por CFK para la construcción de dos centrales hidroeléctricas en Santa Cruz. Ahora, al contrario, se reunió con los directivos de Gezhouba, la contratista de esas obras necesarias para la región y el país.

¿Quién presta e invierte?

Además de entrevistarse con el presidente chino y directivos de Gezhouba, Macri y sus ministros Susana Malcorra y Alfonso Prat-Gay se vieron o se verán antes de regresar a Buenos Aires con un nutrido grupo de empresarios chinos.

Por ejemplo, con los de la China National Nuclear Corp (CNNC), con la que tienen convenido construir dos centrales nucleares; del grupo Alibaba, de comercio por Internet; de Sany, que hegemoniza el mercado mundial de volcadoras de cemento; y de Power China, la gigantesca productora de electricidad.

Según el embajador argentino en Beijing, Diego Guelar, los proyectos de inversión de China en Argentina redondean 25.000 millones de dólares. El ex banquero reciclado a político y diplomático, manifestó a Télam que “China se convirtió en el primer socio de EE UU, Europa, Rusia y Alemania, Brasil y la Argentina; hoy es nuestro principal banquero e inversor, y el más importante mercado de productos agroindustriales”.

Esto merece un par de comentarios.

Primero, que a diferencia de los valores defendidos por Macri y la derecha pronorteamericana en Argentina, el país socialista fundado por Mao es el factor dinámico que contrarresta la recesión y amesetamiento de la economía global. Y ese papel chino es digno de reconocimiento, mal que le pese al imperio.

Segundo, que como los asiáticos no hacen beneficencia sino su propia conveniencia, es necesario tener una política argentina que no fabrique conflictos con malos argumentos pero que tampoco abra la economía a la penetración masiva de productos que se fabrican acá.

Y en este punto hay que desconfiarle al gobierno macrista. Guelar planteó en ese reportaje: “le estamos proponiendo a China que queremos proveerla de alimentos. Materia prima y alimentos elaborados”. La vetusta y poco soberana teoría del supermercado del mundo... Claro que esa no es culpa de Beijing sino de los criterios tan poco industrialistas y poco nacionales propios de la filosofía del PRO-Cambiemos.

La relación con China es polémica. Gerardo Martínez, burócrata de la UOCRA rechazó en su momento la oferta china de financiamiento de las dos represas en Santa Cruz con el argumento de que se iba a reemplazar mano de obra argentina. Falso. Traer unos cuantos ingenieros y técnicos no era eso; al contrario, habría 5.000 puestos de trabajo directos y varios miles más indirectos.

De todas maneras, lo que signifique defender el empleo argentino está bien, sin aquellas zonceras propias del ex agente del Batallón de Inteligencia 601. En cambio no se puede tomar con seriedad el planteo de la Unión Industrial “Argentina” (UIA) que puso reparos al viaje de Macri, en nombre de los privilegios que detenta Techint y sus caños sin costura. El presidente de la UIA, Adrián Kauffmann (Arcor) había hecho esa defensa corporativa a favor de su socio Paolo Rocca, en oportunidad de la licitación del gobierno de Córdoba para la provisión de caños para los gasoductos troncales. Rocca quería ser el proveedor con productos tres veces más caros que los chinos, en nombre de la argentinidad, aún cuando mantenía a centenares de obreros suspendidos y a otros ya despedidos.

Defensa de lo nacional, muy bien, que no debe confundirse con defensa de los monopolios cartelizados.

Plaza de Mayo
Si Macri fue a buscar miles de millones de dólares de estadounidenses, británicos, germanos, japoneses, españoles e itálicos, su peregrinaje habrá sido prácticamente en vano. Esas multinacionales no vendrán a menos que se les ofrezcan condiciones de grandes rendimientos, ligados a favores del Estado -que obviamente Macri está dispuesto a dar- y bajos salarios y precarización laboral. Esto último, que el gobierno quiere ofrendar al dios Mercado, no puede unilateralmente concederlo porque los sacrificados, esto es los trabajadores, se niegan a ser el pato de la boda. 
 
Ya demasiado han sido objeto de despojo en estos 9 meses de neoliberalismo, donde las estadísticas encogidas del ministro de Trabajo, Jorge Triaca, admitieron 115.000 empleos menos. Esa cifra es un pálido reflejo de la realidad; la correcta es superior en dos, tres o más veces, sobre todo contabilizando lo que ocurre en la economía informal.

En agosto el gobierno pudo haber registrado una parte de su actuación si se asomaba a contemplar la marcha de los desocupados y afectados de comedores, cooperativas, clubes, fábricas recuperadas, etc, que salieron de San Cayetano, en Liniers, hasta la plaza de Mayo.

Ahora fueron las columnas que partieron de varias provincias para confluir en ese histórico lugar, el viernes, en una Marcha Federal promovida por las dos CTA y con participación de algunos gremios de la CGT, como la Corriente Federal.

Con la Marcha de la Resistencia, organizada la semana anterior por las Madres de Plaza de Mayo y corrientes kirchneristas, el gobierno y sus medios adictos, sobresaliendo Clarín, pudieron ningunearla como manifestación de un solo sector político. En parte, sólo en parte, se apoyaban para hacer ese cargo malicioso en que en efecto Hebe de Bonafini “se cortó sola”, sin el acompañamiento de otros organismos de Derechos Humanos y otras corrientes políticas que no fueran cristinistas de paladar negro. La marcha fue positiva pero tuvo ese límite cualitativo antes que cuantitativo, este último más bien puesto por la lluvia.

Con la Marcha Federal no hubo forma que el gobierno la pueda desmerecer porque fue un hecho nacional de tres días. No habrán sido los 200.000 trabajadores que mencionaron los organizadores, que generalmente inflan sus convocatorias y ponen al periodismo en la obligación de hacer la resta para sumar bien. Pero fue una movilización muy importante, con un sentido de unidad para la movilización y contenido antimacrista, con el protagonismo de gremios y centrales que el gobierno querría ver partidos al medio.

Con esa demostración de fuerza se llamó a una nueva cita a nivel nacional para el 16 de setiembre, día de la audiencia pública para analizar el tarifazo del gas. El breve descenso de la inflación podría terminar antes de nacer, si ese tarifazo resurge aún con otros topes.

Más allá de los devaneos ante las multinacionales en el G-20, los trabajadores y sindicatos no domesticados le marcaron la cancha a Macri. Este partido por el empleo y el salario se juega acá, en la plaza de Mayo, no en la de Tiananmen.




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