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A Santos le salió mal el plebiscito pero ganó el Nobel de la Paz

OPINIÓN de Emilio Marín, Argentina.- El domingo 2 de octubre el plebiscito colombiano no refrendó el acuerdo de paz con la guerrilla. Sorprendentemente el viernes siguiente el presidente desairado, Santos, recibió la noticia de que había sido premiado por la academia noruega con el Nobel.

Las novelas de otro colombiano galardonado con el Nobel, Gabriel García Márquez, fueron nominadas como “realismo mágico”. El Nobel de la Paz 2016 será para Juan Manuel Santos, según informó ayer la presidenta del Comité, Kaci Kullmann Five. Ella explicó: “es la firme creencia del Comité Nobel que el presidente Santos, a pesar del ‘No’ de la mayoría en el referéndum, ha traído el sangriento conflicto mucho más cerca de una solución pacífica, y que gran parte del trabajo de base se ha establecido tanto para el desarme verificable de las Farc y un proceso histórico de la fraternidad y la reconciliación nacionales”.

La decisión fue sorprendente. El plebiscito donde se jugaba la suerte del acuerdo de paz firmado con la guerrilla había sido ganado por el No, por una diferencia exigua de 54.000 votos. Santos, con todo el arco oficialista “de la U”, más partidos de centro derecha como el Liberal, y de centroizquierda como el Polo Democrático, el Verde y movimientos más avanzados como PC, Congreso de los Pueblos y Marcha Patriótica, habían impulsado la opción del Sí. Este espectro heterogéneo buscaba ratificar lo que Santos y los rebeldes liderados por Rodrigo Londoño, Timochenko, habían firmado en La Habana y Cartagena de Indias, al cabo de casi cuatro años de intensas negociaciones. Pese a los pronósticos favorables de los colombianos y de organismos internacionales, diversos países -incluso el de Estados Unidos- y el Vaticano, etc. esos pronósticos resultaron equivocados. Si bien votó apenas el 34 por ciento del padrón electoral, por aquel puñado de votos, 0,5 por ciento, terminó imponiéndose la opción del No. Todas las encuestadoras quedaron en llamas. Otra vez la sorpresa del realismo mágico...

Santos quedó malherido políticamente y desde la Casa de Nariño empezó con reuniones con sus partidarios y a recibir a sus grandes detractores, como los ex presidentes Álvaro Uribe Vélez y Andrés Pastrana, que habían promovido el voto por el No, a fin de conciliar posiciones. Uribe resultó el gran ganador dominical, frente a un presidente que se lamía las heridas.

The Washington Post adelantó que la candidatura de Santos al Nobel de la Paz podía haberse prácticamente esfumado. Sin embargo, en ese país tan sorprendente, cinco días más tarde esa afirmación periodística había sido desmentida desde Oslo. Y las cargas se equiparaban otra vez entre Santos y Uribe; el primero tenía el Nobel, que además de reponerle fuerzas y prestigio político le proporcionará un millón de dólares. El segundo se quedará con los lauros del 18 por ciento del padrón que votó No. Y la negociación entre ambos volverá a comenzar el lunes, cuando los triunfadores del plebiscito acerquen algunas propuestas concretas a la presidencia para que ésta las analice y las curse a La Habana. Allí están otra vez Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo, por el gobierno, e Iván Márquez y Pastor Alape, por las FARC, intentando sacar la gruesa espina que el domingo se clavó en los acuerdos de paz.

Criterios discutibles

En un mundo resultadista, se cuestiona el galardón a Santos porque su proyecto de paz no está confirmado ni mucho menos. En ese sentido resulta discutible esa premiación, pero en tren de comparaciones mucho más polémica fue la adjudicación a Barack Obama en octubre de 2009, quien había comenzado a gobernar el 2 de enero de ese año y no tenía ningún mérito.

Al menos Santos, al menos en los últimos años, optó por un camino de negociación con la insurgencia, no exento de bombardeos, en una guerra de 52 años con 245.000 víctimas, 45.000 desaparecidos y 6.9 millones de desplazados.

El comité noruego, al otorgarle ese premio, quiere inyectar más aliento a la negociación de paz que está en un limbo político y jurídico. Kaci Kullmann Five dijo que su academia “desea animar a todos aquellos que se esfuerzan por lograr la paz, la reconciliación y la justicia en Colombia, y a Santos le dará fuerza para tener éxito en esta exigente tarea”.

Los defensores de esta polémica decisión recuerdan que en 1994 el premio fue concedido a los israelíes Yitzhak Rabin y Shimon Peres, y el titular de la ANP, Yasser Arafat, por haber firmado en 1993 los acuerdos de paz de Oslo. Y que lamentablemente hasta hoy esa paz entre las dos colectividades de Medio Oriente no ha sido alcanzada.

En ese cotejo se aprecian dos diferencias. Una, que la paz había sido firmada entre Israel y la ANP, cosa que en Colombia no fue posible aún por la impasse introducida por el plebiscito. Dos, en aquella oportunidad el premio fue para los dos sectores que se habían avenido a negociar. En cambio ahora el Nobel será para uno solo, Santos, dejando de lado a su contraparte, Timochenko, lo que no parece equitativo. Para hacer la guerra hacen falta al menos dos, y para firmar la paz también: si la Academia Nobel quería premiar los diálogos de paz, aún cuando hasta ahora no habían fructificado, lo mejor hubiera sido distinguir a las dos partes.

Además, valorando el gesto positivo de Santos en estos últimos años, hay que decir que no es ni fue ningún Mahatma Gandhi. Como ministro de Defensa de Uribe 2004-2008 y como presidente promovió a ultranza la guerra, con el financiamiento estadounidense del “Plan Colombia” de 10.000 millones de dólares, bombardeando incluso a países vecinos (en Sucumbíos, Ecuador, mataron a Raúl Reyes y otros 20 guerrilleros y estudiantes latinoamericanos), inventando los “falsos positivos”, concediendo bases militares a EE UU. etc.

Con semejante prontuario hubiera sido aconsejable esperar un año o más para saber si el conflicto colombiano efectivamente iba hacia la paz, antes de dar semejante premio internacional a quien hasta hace poco se pintaba la cara para la guerra. Si las motivaciones políticas de la Academia le imponían urgencia, lo más equilibrado habría sido premiar a Santos y Timochenko. Noruega tenía mucho apuro y una clara preferencia política, como cuando premió a Obama, que casi incendia aún más al mundo con su intervención militar en Siria en 2013, frenado justo a tiempo por Rusia, China, Irán y el Vaticano. Justamente Francisco era uno de los nominados para este año. Hubiera sido hoy un Nobel más merecido...

¿Hacia dónde va Colombia?

Santos envió a Cuba a sus negociadores habituales, De la Calle y Jaramillo, para seguir dialogando con Márquez y Alape. Además de recibir a Uribe y Pastrana, su ministro de Defensa hizo lo propio con tres delegados del Centro Democrático uribista que ya están ungidos como precandidatos presidenciales para 2018. En el medio tuvo que renunciar el gerente de la campaña del No, Juan Carlos Vélez, por haber admitido a La República que la táctica uribista fue indignar a la gente contra el acuerdo antes que discutir sus pros y contras.

Ahora, Nobel mediante, el presidente considerará haber recuperado fuerza propia, más el respaldo de Uribe y Pastrana, para reclamar a las FARC que hagan más concesiones y acepten modificar algunos puntos que estos dos ex presidentes consideraron demasiados concesivos a la guerrilla.

Entre otros, quieren que los jefes guerrilleros vayan a prisión, que se modifique la jurisdicción especial de paz que los va a juzgar, que no haya pagos a los desmovilizados y que se defienda la propiedad privada rural, ante el temor a alguna reforma agraria en pos de los acuerdos de paz.

Timochenko y los suyos van a resistir esas pretensiones, y se van a aferrar al texto firmado en La Habana. Eso sí, las FARC han reiterado que su arma seguirá siendo la palabra y que no quieren más lucha armada. Como no son tontos, Alape pidió a las columnas guerrilleras que se retiren a zonas seguras para evitar provocaciones.

Ayer en la capital cubana ambas partes dijeron estar dispuestas a conversar todas las propuestas de ajustes y precisiones que surjan tras el plebiscito, admitiendo la victoria del No. Como valiosos gestos prácticos, comunicaron que continuarán avanzando en la búsqueda de personas dadas por desaparecidas y los planes pilotos de desminado.

Un comunicado conjunto aseguró: “reiteramos el compromiso asumido por el Presidente de la República y el Comandante de las FARC-EP de mantener el Cese al Fuego y de Hostilidades Bilateral y Definitivo decretado el pasado 29 de agosto”.

El problema es que el alto al fuego fue unilateral por las FARC desde julio de 2015 y se hizo bilateral poco tiempo antes del acuerdo de agosto. Tras el decepcionante plebiscito, Santos prorrogó el alto al fuego sólo hasta el 31 de octubre. Sonó a apriete a la guerrilla con la amenaza de bombardear sus posiciones si antes de fin de mes no acepta revisar el texto de lo ya acordado para darle satisfacción no sólo a Uribe sino sobre todo a la base electoral de derecha que votó por el No.

Si las exigencias nuevas que hacen a las FARC son relativamente menores es muy posible que Timochenko las acepte, pero si son gravosas dirá que no. En tal caso habría un riesgo de volver a tiempos violentos. En el país del realismo mágico, todo puede ocurrir. Ojalá que Gabo, que en 1982 ganó merecidamente su premio, ilumine al polémico Nobel de 2016 para que haya paz y que la Academia no haya pifiado feo como otras veces.




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