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La izquierda hispana y sus metáforas. Ni un motivo para el optimismo

OPINIÓN de Joan del Alcàzar.- Afirma Javier Fernández, responsable de la gestora socialista, que si bien el edificio –entiéndase como metáfora del partido- está dañado, el PSOE conserva el solar [otra metáfora] de lo que fue. Al mismo tiempo, Pablo Iglesias, líder de Podemos, afirma que están decididos a pasar del Sí se puede [que ha sido el lema oficial de su organización desde su fundación] al Luchar, crear, poder popular –lo que entiendo como otra metáfora que evita decir volvamos a los buenos viejos tiempos de las certezas.
Así veo a la izquierda hispana de ámbito estatal. Si la del socialista es una metáfora tan dramáticamente macabra como certera, la del profesor Iglesias resulta impropia de un político de su formación. Vayamos por partes.

Fernández –quien le ha promovido y quienes lo sustentan- debieran de considerar la posibilidad de reflexionar pública o privadamente sobre cómo ha ocurrido que de su partido no quede más que un solar, lleno de cascotes por cierto; un solar que –sigamos con las metáforas- habría que limpiar a conciencia antes de intentar construir nada nuevo en él. No parece que esa sea la intención del asturiano y sus colegas. Antes al contrario: parece que se trata de hacer una obra menor, arreglar un poco la cocina y los baños. Nada de reconstruir un edificio sólido, nada de arquitectos; con un maestro de obras [o maestra] y unos cuantos albañiles con oficio será suficiente.

Pues no, no lo será. Benjamín Prado describía con dureza la situación en la que se encuentran los socialistas hispanos: “Vivir para ver, quién iba a imaginar un PSOE que hace de porteador a su rival de siempre por miedo a los de ahora, que usa su propia bandera como bayeta para fregar los suelos de la calle Génova, le presta su lavadora al adversario para ayudarle a lavar los trapos sucios y se olvida de los recortes, el ataque al Estado del bienestar, la destrucción de la Sanidad y la Educación públicas…”. Ciertamente, para el votante medio del partido socialista va a ser muy difícil digerir el apoyo pasivo a un nuevo gobierno del PP. En un registro parecido, la dirigente andaluza de Podemos, Teresa Rodríguez espetó con dureza -en pleno debate en el parlamento regional- a Susana Díaz "El partido de los ERE va a investir al partido de la Gürtel" (...) [Usted] tendrá que explicar a los socialistas de corazón que tienen a sus abuelos enterrados en las cunetas, por qué el PSOE apuesta por un gobierno del PP que está en contra de la Memoria Histórica".

Pablo Iglesias, por su parte, parece reinventar una vez más la pólvora de la movilización popular al tiempo que abomina del parlamentarismo, causa de la segura domesticación de la izquierda verdadera seducida por la serpiente pecaminosa de la Casta emboscada en las alfombras y los despachos bien amueblados. Con el revival del “crear poder popular” nos recuerda al Chile de la llamada Vía chilena al socialismo, comandada por Salvador Allende, y parece que el profesor de Ciencia política no sólo no conoce bien el proceso chileno, sino que ha comprendido mal como ha cambiado el mundo desde la muerte de Allende hasta hoy.

Nada parece importarle lo que hace poco dijera a propósito de que Podemos iba a pasar de guerrilla a ejército regular [más metáforas], ni que recientemente haya denostado posicionamientos que hoy defiende. Tratándose de un politólogo, sorprende que Iglesias parezca desconocer las conclusiones que el Partido Comunista Italiano y su líder Enrico Berlinguer sacaron en 1974 y siguientes de la experiencia chilena. Además, parece ignorar que fue el propio líder italiano quien habló –por primera vez desde la izquierda transformadora- de tomar un rumbo político nuevo que pasaba por “extender el tejido unitario” que apoyara la lucha “por el saneamiento y la renovación democrática de toda la sociedad y del Estado a la gran mayoría del pueblo”, y que esa propuesta se sustentara en “un bloque de fuerzas políticas capaces de realizarlo”. Para Berlinguer: “Solo esta línea, y ninguna otra, puede aislar y derrotar a los grupos conservadores y reaccionarios, puede dar solidez y fuerza invencible a la democracia, puede hacer avanzar [en] la transformación de la sociedad [hasta] construir una sociedad y un Estado socialistas que garanticen el pleno ejercicio y desarrollo de todas las libertades”. En cualquier caso estas consideraciones se hicieron hace más de cuarenta años, y ha llovido mucho.

¿Es ignorancia o desconcierto lo que aqueja al líder de Podemos? Poco o nada puede sorprendernos ya de las idas y venidas de Iglesias, quien parece aquejado de una desorientación creciente. Lleva un tiempo descalificando y menospreciando a su compañero Íñigo Errejón y a quienes como él mantienen posiciones discrepantes con las suyas en el partido. Ha denigrado a su lugarteniente tanto en declaraciones y entrevistas como a través de las nuevas redes de comunicación. Iglesias, el dirigente político que suscita mayor rechazo, sólo superado por Rajoy, ha conseguido con sus desplantes a los llamados errejonistas exasperar a buena parte de los militantes y de los votantes de Podemos. No es la primera vez que actúa así. Tiempo atrás hizo lo mismo con Izquierda Unida, y poco después pasó sin solución de continuidad a abrazarse con Alberto Garzón y ensalzar las bondades de Unidos Podemos.

La recuperación de la consigna chilena de los años setenta [Luchar, crear, poder popular] invalida la que parecía ser la nueva estrategia de Podemos, y es que hace sólo tres meses, el 5 de julio, con el escozor de la pérdida de un millón de votos, declaró: "Nosotros aprendimos en Madrid y Valencia que las cosas se cambian desde las instituciones, esa idiotez que decíamos cuando éramos de extrema izquierda de que las cosas se cambian en la calle y no en las instituciones es mentira". Rectificar es de sabios, como sabemos, pero esta montaña rusa de cambios tácticos y estratégicos es difícil de digerir por la militancia y por el electorado.

La izquierda hispana de ámbito estatal, lamentablemente, parece ensimismada y se mueve entre las metáforas de sus miserias orgánicas, los pleitos de familia de siempre y el retorno a viejas certezas más que obsoletas. Parece que está absolutamente de espaldas a lo ocurrido durante los últimos cuarenta años, igual que a lo que está pasando ahora con la renovación de Rajoy y el PP en el gobierno.

Joan Romero y Antonio Ariño acaban de publicar un libro que en la contraportada dice: "Un fantasma recorre el mundo, y no es el comunismo ni tampoco la rebelión de las masas. Se trata, más bien, de la secesión de las élites y, dentro de ellas, muy especialmente la de los ricos. Este fenómeno se basa en el hecho más fundamental que se ha producido en las últimas décadas: el incremento y la concentración de la riqueza en manos de una minoría a nivel planetario, tanto en las fases de expansión como de recesión”. En páginas interiores, Romero y Ariño afirman que en el momento que vivimos “la batalla de las ideas es la madre de todas las batallas”, y que ésta es la más importante que ha de emprender y ganar la izquierda en Europa. Ellos citan a El Roto, quien en una viñeta decía así: “Lo importante no es lo que pasa, sino quién define los acontecimientos”. Para los autores de La secesión de los ricos, la izquierda debe dejarse de improvisaciones, de inercias y de seguidismos, como debe alejarse de una imitación blanda del neoliberalismo igual que de los radicalismos portátiles, así como de la versión posdemocrática de un populismo de nuevo tipo. Ambos analistas, catedráticos de la Universitat de València en Geografía Humana y en Sociología, respectivamente, entienden que la izquierda debe actuar: “Formulando las preguntas adecuadas para este nuevo tiempo. Estableciendo un discurso y una agenda claros y para la escala adecuada, desde la europea a la local. Imaginando otro futuro, sin por ello dejar que sea la derecha la que mientras tanto gobierne el presente”.

¿Es algo parecido a esto lo que está haciendo la izquierda hispana? ¿Batalla de ideas, imaginando otro futuro que aquél al que nos conduce la derecha neoliberal en su empeño por acentuar las desigualdades en nuestras sociedades? Pues no, lamentablemente no. Si repasamos lo dicho y lo hecho por Fernández [PSOE] e Iglesias [Podemos] en los últimos días va a ser difícil tener siquiera sea un mínimo motivo para el optimismo.




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