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Nada, nadita, a 25 años de la explosión en embajada de Israel

OPINIÓN de Emilio Marín, Argentina.- El 17 de marzo pasado se cumplió un cuarto de siglo de la explosión en la sede diplomática de Israel. Allí murieron 22 personas y fueron heridas 242. La impunidad caracteriza a este expediente, contaminado políticamente para acusar a Irán.

A la hora 14 y 43 de aquel 17 de marzo de 1992 un violentísima explosión se produjo en la esquina de Arroyo y Suipacha, en la embajada de Israel. Gobernaba Carlos Menem y el ministro del Interior era José Luis Manzano. El titular de la Corte Suprema era la momia Ricardo Levene hijo, con una integración que Horacio Verbitsky bautizaría la Corte de los Milagros, con Julio Nazareno, ex jefe de Policía de La Rioja y otros impresentables.

Un año antes el oriundo de Anillaco había despachado dos barcos para una participación escénica en la Guerra del Golfo, promovida por George Hebert Bush contra Saddam Hussein. El destructor “Alte Brown” y la corbeta “Spiro” fueron fletados en el operativo Alfil por el gobierno menemista, con Domingo Felipe Cavallo como canciller, para favorecer lo que se llamaron “relaciones carnales” con Washington (al momento del estallido en la embajada ya era canciller el autor de esa definición, Guido Di Tella).

Esa participación en las guerras promovidas por Estados Unidos le valieron a Menem el reconocimiento de Bush padre y Bill Clinton, quien en 1997 lo certificó como Aliado Especial Extra-OTAN.

Además de poner al país en un rol de aliado menor del imperio, esa intervención en la Guerra del Golfo vino como anillo al dedo a quienes organizaron la explosión de 1992. La presentaron como una represalia de afectados por esa injerencia menemista en Medio Oriente. Israel acusó a Irán de ser el organizador de ese atentado en Buenos Aires. Los servicios secretos israelitas volvieron con la misma acusación dos años más tarde, cuando fue volado el edificio de la mutual israelita de la AMIA, en Pasteur 633.

Además de otras razones valederas para refutar esa acusación contra el país persa -no árabe- hay que decir que el mismo no es terrorista y que era prácticamente imposible que debutara en esas lides en “solidaridad” con Irak. Es que Hussein había sido y seguía siendo enemigo de la revolución islámica. Tropas iraquíes invadieron Irán en los años '80, bombardearon y usaron armas químicas contra su población civil (dicho sea de paso en ese tiempo Hussein contaba con el apoyo político y logístico de Reagan-Bush-Rumsfeld).

Si Irán nunca fue un estado terrorista, ¿porqué se degradaría para vengar una ofensa a su archirrival Irak?

¿Adentro o afuera?

Producido el estallido en 1992 una primera polémica giró en torno al lugar donde se había producido. Las pericias de Gendarmería establecieron que había sido adentro del edificio, en base a la forma como habían caído hacia afuera las paredes del mismo y la falta de cráter en la calle, para una hipótesis del “coche bomba”.

La otra tesitura, sostenida por la embajada de Israel y sus servicios secretos, que rápidamente operaron en el lugar (ya estaban agentes del Mossad y del Shin Beth-Shabak, inmediatamente reforzados) fue que había habido un coche con explosivos, una pick up Ford F-100. Estos servicios poco imaginativos, dos años más tarde volvieron a sostener lo mismo, sin pruebas, sobre una Trafic en la AMIA, con un suicida del que tampoco pudieron encontrarse sus restos.

Muchos investigadores de ambos casos -algunos no eran precisamente pro-iraníes-, negaron la existencia de esos vehículos. Jorge Lanata, Juan Salinas, el ingeniero José Petrosino y otros analizaron las evidencias, publicaron informes y libros, calificando de falsas esas pistas. Otra cosa es que los servicios israelitas pudieran haber sembrado autopartes en Pasteur para poder sostener que existió la Trafic y acusar sin razón a Moshen Rabbani, agregado cultural de Irán en 1994.

Pero coches-bomba estacionados o entrando a impactar la embajada o la AMIA, eso no hubo. Nadie pudo afirmar haberlos visto.

Según Salinas, en sus publicaciones del blog Pájaro Rojo, los explosivos estaban adentro y pudieron ingresar como parte de 97 cajas de mosaicos y cemento que ese día fueron descargados en la embajada por un camionero que los traía desde Neuberger y Hnos. Se especula que los explosivos disimulados en esa carga pudieron ser detonados por control remoto.

El ingeniero Petrosino, refutando al diario “La Nación” y su cobertura del 25 aniversario, recordó que la Corte Suprema de Justicia estableció en 1997 que laexplosión fue interior, al realizar la Audiencia de Compatibilización de Pericias. Y que eso llevó a la “muerte” del expediente, al desairar las mentiras promovidas por Israel y la dirigencia de la comunidad judía, AMIA y Daia.

En esta causa judicial de 1992 intervenía la Corte Suprema, por tratarse de la embajada de otro país. Y una secretaría especial del organismo, a cargo de Esteban Canevaro, estableció que las víctimas mortales eran 22 y no 29 como errónea e interesadamente sostenía Israel. A 25 años de la explosión, el comunicado de la embajada de Israel, dando cuenta del acto público en Arroyo y Suipacha, siguió falsificando que los muertos eran 29.

Clarín publicó el 17 de marzo: “Acto en la embajada de Israel: Irán está detrás de los atentados. Esta mañana, Macri recibió a sobrevivientes y familiares de atentado de 1992 que dejó 29 muertos”. Y el día antes, Jaime Rosemberg, en “La Nación”: “Hace un cuarto de siglo, una camioneta-bomba impactaba contra la sede de la embajada de Israel en Buenos Aires, reducía a escombros el señorial edificio de Suipacha y Arroyo y dejaba como saldo 29 muertos y dos centenares de heridos”.

Ellos repiten como el loro la cifra incorrecta de muertos. Se puede preguntarles: los siete muertos que faltan, ¿eran argentinos y el país no pudo identificarlos, o eran israelitas y se los llevaron a Israel sin autopsia ni identificación? En uno y otro caso, sería muy grave.

Tan grave como contestar por qué al momento de la explosión no estaban el embajador Itzjak Shefi, la plana mayor y Roni Gorni, oficial del Shin Beth, que dejó desprotegido el edificio. ¡Qué raro! La misma coincidencia con el atentado a la AMIA: ninguno de la comisión directiva estaba allí, pese a que era día de su reunión semanal.

Visitantes ilustres

Cada año vienen autoridades israelitas a actos por el aniversario del atentado en la embajada y también por el de AMIA, y pronuncian discursos con injerencia en los asuntos internos. Esta vez vino el director general de la cancillería de Israel, Yuval Rotem, quien reiteró sus acusaciones falsas contra Irán, asegurando que fue quien “instigó, ideó, planificó esta acción criminal y Hezbollah fue el brazo ejecutor que la llevó a cabo”. Lo acompañaba el coronel Reuben Gurstein y el embajador, Ilan Sztulman, quien también discurseó con la misma línea antiiraní. “La investigación del fiscal Nisman, bendita sea su memoria, probó la culpa de Irán y de Hezbollah. No pueden pasar impunes otros 25 años difundiendo esta ideología obscena que justifica la muerte”, dijo el embajador.

El año pasado el dirigente sionista que estuvo fue el ministro de Educación y de Asuntos de la Diáspora de Israel, Naftali Bennett, de ultraderecha dentro del gabinete del ultraderechista Benjamin Netanyahu. Germán Garavano lo ponderó: “entablamos una línea de cooperación. Nosotros hoy usamos tecnología israelí para investigación criminal en numerosas jurisdicciones, incluso yo la usé en la ciudad. Tenemos que aprovechar todas las herramientas en materia penitenciaria, criminal y aprender de la experiencia institucional de Israel”.

¿Experiencia institucional de Israel? ¿No sabe Garavano que ese estado fue calificado por una comisión de la ONU como practicante del apartheid contra los palestinos? En 2013 Bennett era ministro de Economía de Netanyahu y declaró: “si capturamos a terroristas, hay que matarlos, sencillamente. Yo he matado a muchísimos árabes en mi vida, y no he tenido ningún problema por ello”.

La delegación debe haber vuelto feliz a Israel porque el gobierno del PRO-Cambiemos, con un amplio acompañamiento de otras fuerzas de centro y derecha, incluso con patrocinio de un senador del FPV de Chubut, está impulsando la ley para juicios en ausencia. Esto apunta a condenar sin pruebas a los iraníes por ambos atentados, aún cuando los sospechosos no estén en el juicio ni puedan defenderse. Y el proyecto, aún más violatorio de criterios jurídicos, quiere aplicarse retroactivamente pese al criterio general de que la ley penal no es retroactiva.

La búsqueda de justicia y verdad por la embajada no es sincera en Tel Aviv. El 1 de marzo de 2015, en su última Asamblea Legislativa, Cristina Fernández de Kirchner, expresó: “todavía no puedo entender por qué Israel reclama por la AMIA y no por la voladura de su embajada. Llama poderosamente la atención”. Y allí pidió a la Corte Suprema que informara el resultado de la investigación que llevó adelante, lo que dio lugar al blooper de Ricardo Lorenzetti diciendo dos días más tarde que la causa era “cosa juzgada”.

Un baldón para la impresentable justicia, pero también para Israel, sus servicios secretos y amigos en medios concentrados, además de los presidentes de este cuarto de siglo, especialmente Menem y los carnales noventistas, con una parte menor que les toca a los del 25 aniversario: Macri-Michetti.





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