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Manchester: Europa un blanco móvil

OPINIÓN de Guadi Calvo.- Otra vez el terrorismo ha golpeado el corazón de Europa, como es sabido, un suicida de 22 años de nacionalidad británica llamado Salman Abedi, se hizo detonar en el Manchester Arena, uno de los estadios cubiertos más grandes de Europa, en pleno centro de Manchester, la segunda ciudad de Inglaterra, al finalizar el recital de Ariana Grande, una estrellita más de las que tan bien fabrica la industrial del espectáculo para exacerbar el consumo adolescente.
Las cifras de víctimas rondan los 22 muertos y cerca de un centenar de heridos, lo que produjo un colapso sanitario en los seis hospitales de la ciudad. En su mayoría, los muertos y heridos son adolescentes y niños, lo que le da oportunidad a las buenas conciencias occidentales a construir túmulos de flores, velas, cartas y silencios, ejercitando su selectiva glándula de la sensibilidad y dramatismo, que parecer estar programada, solo para cuando los niños y adolescentes muertos sean blancos y no activarse en caso de negros o musulmanes, aunque cualquier mañana aburrida en Bagdad, Damasco, Mosul, Alepo, Kabul o Trípoli, puede superar por mucho esas cifras.

Otra vez el ataque ha sido reconocido por el Daesh, y en este caso podría llegar a ser cierto, ya que, por lo complejo de preparar el explosivo utilizado, escapa del formato low cost de los últimos que es de embestir con algún vehículo a paseantes distraídos. Tal como sucedió en Londres el último marzo, cuándo el ciudadano británico Khalid Masood, lanzó la camioneta SUV, que con toda facilidad había alquilado Spring Hill, Birmingham contra una multitud en el puente de Westminster, produciendo seis muertos. Otros de similares características se produjo en diciembre en la ciudad de Berlín, cuándo el tunecino Anis Amr, al mando de un camión Scania R-450, que acababa de robar, embistió contra una calle donde se realizaba un mercadillo navideño, dejando 11 muertos y 56 heridos. O cuándo en abril pasado Abu Yussef, en pleno Champs Élysées, bajo de su auto y disparó contra un grupo de policías matando a uno e hiriendo a otros dos. Sin olvidar tampoco el ataque explosivo en el metro de San Petersburgo a principios de abril último que dejó 11 muertos y 45 heridos.

La ola imparable de atentados desde Charlie Hebdo en enero de 2015, realizada por organizaciones rigoristas vinculadas a al-Qaeda o al Daesh o lobos solitarios tributarios de alguna de estas organizaciones, como sucedió en Niza, Berlín, los dos últimos de Londres, Paris y el Manchester, muestra claramente que el problema no es que ha llegado, sino que ha nacido en Europa y persistirá mucho, mucho tiempo, lo que convierte a cada ciudadano en un blanco móvil.

Las autoridades europeas en su conjunto saben perfectamente que por más aceitado que tengan cada resorte de la seguridad, y puedan detener decenas de ataques, uno va a escapar a los controles y a pesar de que el número de víctimas sea bajo, la repercusión social y mediática será altísima.

Con esa ecuación operan los terroristas y también aquellos que responde al pedido de Abu Bakr al-Bagdadí o el Califa Ibrahim, líder del Daesh, de atacar en cualquier momento, con lo que se tenga a mano, desde una botella rota a un Kalashnikov AK-103 o un lanzacohetes antitanque RPG-7, para dañar al kafir (infiel).

Europa y si consideramos a Estados Unidos y Canadá, occidente todo, es responsable de cada uno de sus muertos y obviamente de los millones que ha producido en el Islam.

Estas olas de atentados es una respuesta al trio de las Azores (Bush, Blair y Aznar) que en 2003, en esa isla no solo habilitaron la puerta para invadir Irak, sino que posibilitaron que sus sucesores organizaran operaciones como la Primavera Árabe que desde el 2011, cuyos frutos ya alcanzan el millón de muertos, y que seguirán produciéndose en Libia, Siria, Irak, Yemen, Somalia, Afganistán, Pakistán y un largo etcétera que abarca desde Nigeria a Filipinas.

Doblan por ti

Nadie podrá preguntarse como en el poema de John Donne, ¿por quién doblan las campanas? Todos sabemos que doblan por Europa, doblan por la angurria y el egoísmo histórico de un continente que durante siglos ha encontrado en el expolio de millones de hombres la única fuente de bienestar. Hoy cada muerto de Manchester, Londres, Madrid, Paris, Niza Bruselas o Berlín, es responsabilidad de sus políticas de explotación.

El Reino Unido, uno de los artífices de la campaña más espeluznante de latrocinio de la historia, tras la evidencia del genocidio que la última aventura en Libia, Siria e Irak, desencadenó la fenomenal crisis migratoria que todavía presenciamos impávidos, se abroqueló en su insular descaro, cortó amarras con Europa y que allí se la arreglen.

Sin importarles nada, que miles de refugiados esperancen más de dos años en la Jungla de Calais, el campo de refugiados más atroz de Europa, la entrada al paraíso.

Francia, que orgullosa bombardeó miles de civiles en Libia, destruyendo hasta los cimientos a la nación más progresista de África, se desgarra las vestiduras cuándo es atacada por la “escoria” inmigrante, Nicolás Sarkozy, dixit.

Se estima en 50 millones los musulmanes en toda Europa y entre 5 o 6 millones en Francia, que sucesivamente todos los gobiernos después de explotar sus países y utilizarlos a ellos como carne de cañón en las guerras mundiales y coloniales, los marginaron en los Banlieu, las barriadas pobres de las ciudades francesas.

Fueron los socios de la OTAN, quienes colaboraron para conformar al frente al-Nusra, el al-Qaeda sirio y como no alcanzó para derribar al Presidente Bashar al-Assad, inventaron el Daesh, y permitieron, desde ya muy complacidos, que miles y miles, quizás entre 15 y 20 mil de esos marginados, esa “escoria” sarkosiana, viajaran a Siria, llamados por el integrismo wahabita (Arabia Saudita, Emiratos Árabes, Qatar, Kuwait) para combatir más que por un Dios, por su propia dignidad.

Ahora derrotados en Siria y en Irak, la “escoria” vuelve, aquellos rateros convertidos en muyahidines, que ya no van a combatir en las difíciles arenas de Medio Oriente, sino en las bonitas y elegantes calles, plazas, terrazas, estadios o estaciones de metro o trenes de cada ciudad de europea, con el credo wahabita inoculado hasta los tuétanos.

Ese mismo integrismo wahabita, cuyos líderes financian el terrorismo, escucharon en Riad a Donald Trump, pocas horas antes del ataque en Manchester, que les pedía que luchen contra el terrorismo. Es claro que Trump si de algo carece es de inteligencia, pero podrá ser tan imbécil, para que honestamente pueda pedirles al Rey saudita Salman, al emir catarí Amim bin Hamad al-Than o al jeque de Emiratos Árabes Jalifa bin Zayed al-Nahayan, que combatan su propia creación para la que dispusieron miles de millones de dólares.

El atentado de ayer en Manchester, solo es un eslabón de la larga cadena que seguirá disponiendo de muchas vidas de europeos convertidos en blancos móviles por sus propios dirigentes.


*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central

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