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A contramano del mundo, Trump ordenó reforzar bloqueo a Cuba

OPINIÓN de Emilio Marín.- El presidente norteamericano firmó nueva orden para endurecer el bloqueo contra Cuba. Lo hizo en compañía de la ultra-derecha republicana y las mafias de Miami. No sólo Cuba sino el mundo, y una buena parte de los norteamericanos, en contra.
Se lo veía venir porque en campaña el magnate neoyorquino había estado en La Florida pidiendo el voto de lo más reaccionario de la comunidad cubano-americana, especialmente la Asociación de Veteranos Brigada 2506, la derrotada en Playa Girón en abril de 1961.

También había sido una luz de alarma sus declaraciones cuando murió Fidel Castro, el 25 de noviembre del año pasado, cuando aún no había asumido en la Casa Blanca, y ofendió al fallecido y a su gente llamándolo “brutal dictador que dejó un legado de escuadrones de fusilamiento, robo, sufrimiento inimaginable, pobreza y la negación de los derechos humanos”.

Y finalmente todas esas señales se cumplieron el 16 de junio, cuando el presidente yanqui acudió con su vice, Mike Pence, al teatro Manuel Artime, de Miami, para firmar una orden ejecutiva anulando cierta flexibilización que regía desde diciembre de 2014, cuando Barack Obama y Raúl Castro habían comenzado a dar pasos hacia la normalización de relaciones, comenzando por las diplomáticas.

El lugar elegido no fue casual. Artime fue uno de los jefes políticos de la Brigada 2506 que con adiestramiento, pago, logística y planes políticos del Departamento de Estado y la CIA, invadieron la patria de José Martí en 1961. Eso fue un descalabro porque, aunque asesinaron a 156 cubanos e hirieron a más de 300, terminaron rindiéndose al cabo de 66 horas de combates. Al fragor de esa lucha, el 16 de abril de aquel año, Fidel Castro proclamaba el carácter socialista de la revolución cubana.

Como Trump maneja oscuros negocios inmobiliarios pero conoce muy poco de historia, no debe saber que una nueva agresión a Cuba puede terminar fortaleciendo el proceso revolucionario, en una suerte de Girón II. Otra vez “lo que no mata, fortalece”.

Junto al presidente y vice estaban el gobernador de La Florida, Rick Scott, y dos legisladores de la extrema derecha republicana: el senador Marco Rubio y el representante Mario Díaz-Balart.

El memorando presidencial prohíbe las transacciones financieras con las empresas cubanas controladas por los militares, pertenecientes al Grupo de Administración Empresarial S.A., GAESA. El objetivo es reforzar el bloqueo económico, comercial y financiero, para dañar a la economía isleña y causar más sufrimientos a su población. No es que con Obama el bloqueo hubiera desaparecido, pero aquella prohibición no estaba y se reconocía al gobierno cubano como un interlocutor válido. Ahora se pega más duro en el flanco de la economía estatal, con la idea de alentar sólo el cuentapropismo, empresas privadas y mixtas, para debilitar al socialismo.

¿Quién viola los derechos?

Hasta diarios reaccionarios como el Nuevo Herald y el Miami Herald debieron admitir que el memorando de Trump “también elimina los viajes individuales de los estadounidenses que viajan para hacer contactos 'pueblo a pueblo' o por proyectos educativos”. Hasta ahora, con la flexibilización del expresidente demócrata, podían ir a Cuba individualmente o en grupo, aduciendo una de las 12 categorías de viajes autorizados. Y ellos mismos justificaban el motivo del periplo. Ahora sólo tendrán vía libre los viajes de grupos, controlados, donde un responsable deberá hacer la justificación y cada viajero conservar por cinco años la documentación de lo que hizo y gastó en la isla.

En cambio, las visitas de los cubano-americanos siguen igual y se mantienen los vuelos aéreos regulares y los cruceros. Negocios son negocios. Tampoco hubo cambios en la decisión postrera de Obama, positiva, de derogar la política de “pies secos, pies mojados”, que alentaba la inmigración ilegal y muchas veces terminaba en muertes en alta mar.

El justificativo del magnate anticastrista fue que al endurecer la política hacia el gobierno cubano, éste tendrá que recapacitar y ablandar su conducta de supuesta persecución de disidentes. “Por casi 60 años el pueblo cubano ha sufrido por la dominación comunista, está gobernado por los mismos que mataron a miles de sus propios ciudadanos. El régimen de Castro ha enviado armas a Corea del Norte y apoyado la represión en Venezuela”, acusó el platinado en el teatro Artime.

Esa manera de presentar la contradicción no corresponde en absoluto a la realidad.

Obvio que en Cuba hay algunos presos políticos, con todas las garantías legales para defenderse de los cargos de servir a la potencia que bloquea a su país, razón por la cual no los llaman “disidentes” sino mercenarios. Pero esos detenidos no sufren secuestros ni torturas, como sí ha ocurrido con los centenares de presos que EE UU mantuvo en la cárcel ilegal de Guantánamo y en otras de territorio norteamericano. En la isla socialista no se condena a muerte a periodistas como Mumia Abu Jamal (en ese corredor desde 1982) ni a indigenistas como Leonard Peltier ni a independentistas como Oscar López Rivera, encarcelado por 36 años. Tampoco hay militantes desaparecidos, como los 30.000 de la dictadura militar-cívica de Argentina. Ni casos de “gatillo fácil” policial, que sí son muy comunes en EE UU y tienen como víctimas preferidas a gente afroamericana.

La respuesta del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba fue inmediata. Refutó punto por punto las acusaciones del mandatario republicano y sus pésimos asesores. Y pasó a la ofensiva, citando que Cuba es signatario de 44 tratados sobre DD HH en tanto su mal vecino sólo ratificó 18. Aludiendo a esos derechos en sentido global, el Minrex contrastó su sistema de salud gratuito y masivo, con la reforma de Trump contra el Obamacare, que dejará sin cobertura de salud y medicamentos a 23 millones de personas.

A la ridícula acusación de que la isla “disemina violencia” a nivel mundial, se le replicó que por el contrario, Cuba fue escenario de negociación de la paz en Colombia. Ha diseminado maestros, médicos y enfermeros donde más se los necesitaba, caso del terremoto de Haití en 2010 y la epidemia de Ébola en África Occidental en 2014 y 2015.

Contra el mundo

En la embestida contra la isla, la administración Trump corre el serio riesgo de malquistarse con la región latinoamericana y caribeña, donde aquélla tiene socios y amigos. El órgano político regional por excelencia, la CELAC, tiene muchas resoluciones relativas a Cuba y a su apoyo contra el bloqueo, así como contra los intentos de agresión a ese país y a cualquier otro de la región, al definir al definir en su II Cumbre a América Latina y el Caribe como “zona de paz”.

Incluso presidentes muy volcados a la derecha, como Michel Temer, Mauricio Macri, Juan M. Santos y Enrique Peña Nieto, se las verán en figurillas para secundar esos planes anticubanos. En sus fueros íntimos pueden tener afinidad con el dueño del Salón Oval, pero en sus países hay fuertes corrientes de opinión en contra de las intromisiones estadounidenses. En esas latitudes hay fuerte simpatía por Cuba; en algunas por los logros educativos, culturales, científicos, sanitarios y deportivos de su sistema socialista y en todas por su derecho a la soberanía, a vivir en paz y no ser objeto de un bloqueo que califica como acto de guerra.

Uno de los mandatarios más afines a Trump es Macri, empresario del mismo palo de la opacidad de negocios. Pero tampoco Mauricio está exento de aquellas dificultades de la relación con Donald por Cuba, pero también por la retirada de Washington de los acuerdos del Cambio Climático, las barreras al ingreso de carne y limones argentinos, el apoyo a Londres por Malvinas, etc.

El apoyo a Cuba es de su propia población y la región latinoamericana, pero también del Tercer Mundo y los 130 miembros de los No Alineados, de gobiernos importantes como Rusia y China, y de Europa, que no comparte la línea del bloqueo.

Esa falta de correspondencia con el guerrerismo de Trump no les viene a Angela Merkel y colegas de una sensibilidad humana sino de ver lesionados algunos negocios. La ley Helms-Burton, de 1996, que profundizó el bloqueo contra Cuba, también pena a empresas de terceros países. La primera multa de esta administración fue contra la sucursal de Honda en Canadá, por 87.255 dólares, por haber arrendado transporte a la embajada de Cuba en ese país.

El bloqueo afecta a Cuba y otros países, pero también a productores de EE UU, que se pierden negocios con un mercado a 90 millas de distancia, a manos de la competencia europea, japonesa o china.

Eso explica que la votación número 25 de la Asamblea General de la ONU sobre el bloqueo, en octubre pasado, la ganara Cuba por 191 votos contra 2 abstenciones. La de este año podría tener 191 votos a favor y a lo sumo las 2 abstenciones, de EE UU y su obediente Israel, volver a ser negativos.

El conflictuado presidente, con graves problemas en sus frentes interno e internacional, se subió al ring del Artime, alentado por la platea VIP anticubana. Los cubanos le tendieron su mano, pero él se las mordió y los escupió, como un fanfarrón. Ya le retiraron el banquito, y como dijo Ringo Bonavena, es cuando el boxeador se queda solo y recibe las piñas. A veces pierde por puntos y otras se va a la lona. ¿Cómo y cuándo el platinado perderá algún diente y el jopo?




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