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Malcorra deja la cancillería con un balance muy negativo

OPINIÓN de Emilio Marín, Argentina.- Malcorra anunció que dejará de ser la canciller el 12 de junio. Como en todo fin de ciclo se impone un balance, que en su caso es muy negativo, políticamente. Uno de sus pocos “éxitos” fue echar a Caracas del Mercosur, en sintonía con Washington.

Mauricio Macri seleccionó en 2015 a sus ministros y funcionarios entre los directorios de grandes empresas y bancos, más su cofradía del PRO en Capital Federal y negocios en tiempos de Socma-Sideco y la presidencia de Boca.

Algunos tenían esos antecedentes empresarios pero también habían hecho carrera diplomática, como Susana Malcorra, ex ejecutiva de IBM y Telecom, elegida para el Palacio San Martín.

La mujer venía con el certificado de haberse desempeñado en la ONU desde 2004 con el ghanés Kofi Annan y luego jefa de gabinete del surcoreano Ban Ki moon. Entre sus funciones estaba la dirección del Programa Mundial de Alimentos y relaciones con las “Misiones de Paz” de la ONU en África. Macri la encumbró pasando por alto un dato fundamental que afeaba aquella carrera: en 2014 hubo 13 niños de la República Centroamericana abusados sexualmente por soldados de las fuerzas dizque “de paz” de la ONU, de Guinea Francesa, Guinea Ecuatorial y Chad. El escándalo se conoció en 2015, por denuncias del diario inglés The Guardian. Había pruebas y testimonios no sólo de los damnificados sino también de especialistas en Derechos Humanos como el sueco Anders Kompass, quien había alertado al gobierno francés.

Malcorra debería haber intervenido a favor de las víctimas, por su rol en el Programa Mundial de Alimentos y su vínculo con las “Misiones de Paz” en África, además de ser la jefa de gabinete del secretario general. Y no lo hizo. Los soldados de la ONU no pagaron por sus delitos, como tampoco lo hacen los “cascos azules” de la Minustah en Haití, por aberraciones similares ni por las represiones al pueblo haitiano.

Esa parte de la biografía de Malcorra se omitió. Fue presentada como una especialista de la ONU, una mujer de mundo, una diplomática de carrera.

Ella se debe haber creído que sus pergaminos eran de primera línea, al punto que cuando Ban Ki moon culminó su mandato se anotó para la sucesión. El trabajo en la cancillería argentina era liviano porque hizo campaña en simultáneo con sus tareas habituales, viajando un poco más y haciendo algunas erogaciones mayores, pagadas por el Estado. En octubre de 2016 la aspirante a secretaria general quedó muy rezagada, en el sexto lugar, hasta que el portugués Antonio Guterres reunió los votos suficientes. Chau Malcorra. De vuelta a Buenos Aires, a seguir lidiando contra Venezuela para echarla del Mercosur, una de las pocas misiones que pudo concretar siguiendo las directivas de Macri y Marcos Peña. Washington agradecida.

Ninguna lluvia

En reportaje a “La Nación” (31/5) Malcorra decía “nos falta mucho por hacer con Asia y África, eso le quedará a Jorge Faurie”, el embajador en Francia que será su reemplazante (otro presentado como “de carrera” pasando por alto antecedente dudoso de cesión de pasaporte especial a Ramón Hernández, exsecretario de Carlos Menem).

La supuesta autocrítica de Malcorra respecto a lo que le faltó hacer en sus 17 meses de canciller esconde una reivindicación de lo realizado en la región y el mundo.

La ministra saliente deja claras las instrucciones recibidas: “yo hablé largamente con Macri respecto de lo que teníamos que hacer, cómo teníamos que posicionar a la Argentina y lo pimponeamos largo. Hablamos mucho de enmarcar esto en lo que él definió como las prioridades de gobierno. El plan de trabajo estaba centrado en salir y proyectarse al mundo, lo que dimos en llamar la inserción inteligente. Me parece que avanzamos mucho”.

Eso de “salir y proyectarse al mundo” procuraba atraer la “lluvia de inversiones” que inundarían la Argentina, en un contraste con la sequía del gobierno anterior, refractario a la subordinación a centros imperiales.

Hasta ahora no hubo tal lluvia sino apenas algún goteo, muy anulado o descompensado por la fuga de capitales. El último informe del CEPA asegura: “entre diciembre de 2015 y abril de 2017, el total fugado entre formación de activos externos y utilidades y dividendos alcanza 21.253 millones de dólares, lo que significa que, en un plazo inferior al año y medio, bajo la nueva gestión económica, se ha fugado la mitad de las reservas internacionales del BCRA a la fecha)”.

Discursos de alabanzas recíprocas hubo muchas, de directivos del FMI y el Banco Mundial, y de empresarios extranjeros en el mini Davos realizado el 6 de abril pasado en el Hilton Hotel, justo el día del paro general de la CGT. Inversiones, poquísimas, a tono con la recesión y caída generalizada de las ventas.

La canciller saliente trabajó duro para la reunión de su jefe con Donald Trump, pero tuvo un tropiezo en la previa con la renuncia del embajador en Washington, Martín Lousteau. Y en la cita de la Casa Blanca hubo muchos saludos de viejos amigos pero nada de inversiones concretas. Ni siquiera los limones argentinos están pudiendo entrar al mercado norteamericano, a pesar de la noticia favorable de Trump como antes de Barack Obama.

Los únicos préstamos y acuerdos de inversiones conocidos surgieron del viaje de Macri a China, en buena medida tramitados por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner; mal podría la canciller adjudicarse ese oropel.

Al calor de las sanciones contra Venezuela, Malcorra y demás cancilleres del Mercosur aseguraron que entre el 20 y 23 de marzo habría reuniones en Buenos Aires con enviados de la Unión Europea para avanzar en la firma de un acuerdo de libre comercio entre ambos bloques. Al socaire de tal tratado vendrían las benditas inversiones. No pasó nada. Y eso que la UE está desesperada buscando socios debido a las dificultades surgidas en su relación con la administración Trump.

Un solo “logro”

La derrotada aspirante a presidir la ONU puede decir que tuvo “éxito” en denigrar y sancionar a Venezuela, un mandato no bíblico sino macrista de la primera hora de 2015. La oposición venezolana agrupada en la Mesa de Unidad Democrática, que ganó en diciembre de aquel año los comicios legislativos y pasó a dominar la Asamblea Nacional, debería agradecerle los favores recibidos. Y seguramente lo hará en Buenos Aires o Madrid, donde pasará a residir Malcorra.

Es que desde sus primeros meses en el Palacio San Martín hasta el tramo final de su gestión, su énfasis estuvo puesto en golpear al gobierno bolivariano en una sintonía fina con la derecha regional, la OEA, Estados Unidos y la oposición mencionada, así como sus palancas empresariales y mediáticas privadas que les dan sustento político.

El 2 de diciembre de 2016 Malcorra y sus colegas José Serra, de Brasil, Rodolfo Nin Novoa de Uruguay y Eladio Loizaga de Paraguay decidieron suspender a Caracas como miembro pleno del Mercosur invocando retraso en el cumplimiento de las normas constitutivas.

Eso fue desmentido por la canciller venezolana Delcy Rodríguez. Su país había adherido a 1.224 normas del Mercosur a lo largo de cuatro años, que suponían el 95 por ciento del total. Ningún otro socio había hecho ese recorrido tan rápido. No le llevaron el apunte y decidieron su suspensión.

La grave medida fue ratificada en la XI Reunión del Consejo del Mercado Común, el 14 de diciembre de 2016 en Buenos Aires, donde a la ministra Rodríguez no sólo no la dejaron ingresar sino que fue golpeada por la Policía Federal, debiendo ser entablillado su brazo.

Habiéndose desembarazado de Venezuela, los cuatro socios (en particular los de la “Triple Alianza”, o sea Argentina, Brasil y Paraguay) se dedicaron a full a la campaña antivenezolana. En el medio sufrieron la baja de Serra, del corrupto y golpista Michel Temer, reemplazado por Aloysio Núñez.

Ese espectro respaldó el informe del secretario general de la OEA, Luis Almagro, contra Caracas, en mayo de 2016 y luego otro en marzo de 2017, amenazando con expulsarla si en 30 días no convocaba a elecciones. El uruguayo, en tándem con EE UU, pedía la suspensión invocando la Carta Democrática Interamericana votada en Perú en 2001, como si Nicolás Maduro fuera un vulgar dictador.

El 23 de marzo Malcorra fue la artífice de una resolución del Mercosur condenando a Venezuela. Junto a 14 países de la OEA volvió a clamar por la suspensión de ese miembro de la entidad.

Una semana más tarde Macri recibió a Lilian Tintori, esposa del condenado Leopoldo López, y reclamó su libertad, por gestiones de la canciller. Tintori, agradecida, declaró que “desde el liderazgo del presidente Macri hay que impulsar el cambio en Venezuela”.

El 17 de abril pasado Malcorra impulsó otra declaración de once países contra el gobierno de Maduro, en conexión con la embestida opositora en Caracas que comenzó violentamente el 6 de ese mes, con varios muertos. Y el 4 de mayo reunió a siete países en un llamamiento contra la Asamblea Constituyente, calificada de golpe de Estado.

Más crecía el golpismo alevoso en Venezuela, más socia fue Malcorra de esos violentos y antidemocráticos que han provocado 60 muertos. Esos criminales se cebaron al contar con el paraguas de la canciller, como los soldados de la ONU en República Centroafricana.

Tanta campaña contra un país hermano y nada positivo para la vuelta de Malvinas a la soberanía argentina, que debió ser la prioridad.




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