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“Una cultura de la desesperanza”

Hazel Zamora Mendieta. Cimacnoticias | Ciudad de México.- “Una cultura de la desesperanza”, es lo que ha dejado el sistema de justicia para las mujeres que denuncian alguna forma de violencia de género en la Ciudad de México, afirma Bárbara Yllán Rondero, ex subprocuradora de Atención a Víctimas del Delito de la Procuraduría General de Justicia local (PGJDF).



Y es que lejos de garantizarles una atención pronta y expedita, explica Yllán Rondero, éste se convirtió en un entramado de agencias ministeriales corrompidas, conformadas por personal poco calificado e insensible y jueces que aplican la ley como la entienden.

Yllán Rondero es especialista en atención a víctimas de delitos sexuales y violencia intrafamiliar, dirigió en 1996 el Centro de Terapia y Apoyo a Víctimas de Delitos sexuales (CTA) y un año después el Centro de Atención a Víctimas de Violencia Intrafamiliar (CAVI), ambos dependientes de la Procuraduría capitalina, y creados por las exigencias de organizaciones civiles feministas por el aumento de estos delitos y la falta de instancias a las que la población femenina pudiera acudir.

Yllán se sienta en una sala de juntas vacía, que será el próximo despacho de consultoría que planea dirigir, lejos de los ajetreos y el estrés que ocasiona trabajar en el gobierno, pero con el fin de seguir en el tema porque, asegura, “la atención a las víctimas, se ha colapsado, pero para las mujeres el costo ha sido impensable”.

Bárbara Yllán describe en entrevista con Cimacnoticias la magnitud del reto que enfrenta el gobierno de la capital del país para poner a funcionar el Nuevo Sistema de Justicia desde una visión de género.

El factor determinante, señala, es renovar y capacitar el capital humano. “Es el gran tema cuando se pregunten ¿por qué no funcionó? Verán que deben cambiar a las personas, que cambien sus actitudes, que las elijan con el perfil necesario”.

LUCHAR CONTRA UN SISTEMA

Apunta Yllán que los problemas devienen de las mismas personas que conforman las instancias que creó el gobierno para que las mujeres pudieran ser atendidas y obtener justicia. “Lo más interesante de trabajar en el sistema es luchar contra el sistema, es tener que lidiar con los Ministerios Públicos (MP), con la policía, con los prejuicios del personal”.

La abogada rememora su estancia como subprocuradora de Atención a Víctimas, “El primer problema es la misma institución”, afirma y recuerda que le decían, casi en reproche “es que tú aconsejas a las víctimas” y ella respondía “¿qué no soy la abogada de las víctimas?”.

“Eso ha pasado en todos los MP: el asesor jurídico, que se supone defiende a la víctima, no se pelea con la o el agente del MP porque son compañeros y el MP siempre le dice “ya dile a la víctima que ya acabemos este asunto”. A ello se suma las interpretaciones que hagan los jueces de la ley.

“Todo problema de justicia tienen que verse con tres elementos: lo que la ley dice, lo que hacen y creen quienes aplican la ley, y la población general”. Es un círculo, refiere Yllán, que no permite que las mujeres accedan a la justicia.



Bárbara Yllán Rondero, ex subprocuradora de Atención a Víctimas del Delito de la Procuraduría General de Justicia local (PGJDF) | CIMACFoto: César Martínez López.



Y es que el que personal que conforma el sistema de justicia capitalino es responsable de atender e investigar con la debida diligencia las dos carpetas de investigación por violación que se abren en promedio diario en la Ciudad de México, las 40 carpetas por violencia familiar al día y las cinco investigaciones por feminicidio que llevan al mes, de acuerdo con datos de la PGJDF de 2017.

REINGENIERÍA INSTITUCIONAL

Sin embargo, indica la abogada, la mayoría de las personas que laboran en los MP no están capacitadas para investigar y atender a víctimas de este tipo de violencia, y eso “requiere una especialización, cierto entrenamiento para intervenir en crisis, preparación para saber qué le pasa a la víctima, que síntomas puede tener y por qué a veces dice lo que dice”.

Y no sólo es una cuestión de preparación, recalca Yllán, se trata también de un asunto de actitudes del personal, de querer realmente trabajar en atención a mujeres víctimas de algún delito: “No les importa, no les interesa, incluso mucha gente está ahí porque las enviaron como castigo. No hay gente que diga “quiero trabajar en la atención a víctimas”. Cuando usted tiene esto va tener una institución que no funciona”.

La especialista previene que enfrentar esta actitud de resistencia e indolencia hacía la vivencia de las mujeres es difícil que se cambie a través de capacitaciones en perspectiva de género, a las cuales se supone son sometidos los funcionarios públicos.

“Los prejuicios y las actitudes no se curan, ni con 80 capacitaciones, es mucho más que capacitar, es un modelo de reingeniería institucional, cambiar la manera de pensar”, afirma.

LA CIUDAD COSMÉTICA

Bárbara Yllán insiste en que con el tiempo se descuidó la infraestructura que se había creado como agencias y centros de atención para las capitalinas: “se ha perdido porque no hay un cuidado institucional, no se cuida. Al contrario, opera mucho al vacío y, por el resultado, las víctimas que acuden a ellas mejor van a instituciones privadas, a asociaciones civiles y están de instancia en instancia”.

Desde su salida en 2006 de la Procuraduría, Bárbara Yllán menciona que esto “tuvo sus bondades”, “menos estrés y lengua suelta”, bromea. Pero esto le permitió seguir en temáticas como el esclarecimiento de los casos de feminicidio en Ciudad Juárez, Chihuahua. Legislar en materia de género y elaborar manuales de atención a víctimas en diversos estados.

Conocer y trabajar en el sistema de justicia en otros estados, explica, le permitió tener una visión más global de la violencia contra las mujeres, comparar que “la Ciudad de México se estancó, se volvió cosmética” porque creyeron que ya tenían la estructura, indica. “Tener calles bonitas no necesariamente se traduce en una mejor justicia para las mujeres”.

Menciona que la atención a víctimas está perdida. “Han perdido la brújula, queremos hacer cosas, pero el problema es que no sabemos por dónde, ya no sabemos por dónde sale el Sol”.

Y propone, contundente: “Yo haría un congreso. Haría una discusión integral de todos los temas de género y que se establecieran comisiones para ajustar el sistema penal”. Y regresaría al sistema, concluye, sólo si este le permitiera realmente trabajar, “no reparar los daños que hicieron”.




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