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Lula condenado a 9 años y medio por juez del establishment

OPINIÓN de Emilio Marín.- Brasil no gana para sustos con sus presidentes. El año pasado destituyeron a Dilma Rousseff, mal, y ahora condenaron a Lula da Silva, para sacarlo de la carrera de 2018. Michel Temer, con todo el prontuario de corrupto, está contra las cuerdas.

Algunos mandatarios con un poco más de suerte que otros. Dilma Rousseff, primera mujer en llegar al Palacio del Planalto, estaba comenzando su segundo mandato, tras ganar los comicios de octubre de 2014, cuando la atosigaron a denuncias.

Y la condenaron en un impeachment o juicio político, en un Congreso de mayoría de legisladores denunciados por corrupción. Dilma no perdió el cargo por acusaciones de esa índole sino por violar supuestamente leyes de responsabilidad fiscal. Traducido al criollo, por reasignar partidas presupuestarias, pero sin desfalcar ni una moneda, y menos para sí misma. Lo mismo la echaron en base a una alianza espuria entre su ex aliado, Michel Temer, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño, PMDB, el opositor Partido de la Socialdemocracia Brasileña, PSDB y fuerzas de derecha como los demócratas del DEM, los socialcristianos del PSC y los republicanos, entre otros.

Así llegó Temer a la presidencia el año pasado, con la expectativa de culminar el mandato en enero de 2019, aunque muchos dudaron de que eso fuera posible. Varios de sus ministros y correligionarios del PMDB tenían acusaciones de corrupción. Entre ellos el titular de Diputados, Eduardo Cunha, que perdió su cargo y fue a la cárcel por no poder justificar 5 millones de dólares recibidos en cuentas bancarias secretas del extranjero, dentro del esquema de coimas de la causa Lava Jato. Cunha fue pieza clave en la promoción del impeachment contra Dilma, luego coronada en el Senado con el protagonismo de los partidos mencionados.

Fruto de esas causas judiciales fueron renunciando varios del gabinete de Temer, sin que por ello el usurpador se librara del riesgo de ser destituido. A fines de junio el fiscal general Rodrigo Janot promovió una causa en su contra que podría tener ese final de juicio político, en base a las confesiones del ejecutivo Joesley Batista, del frigorífico JBS, quien dijo haber pagado coimas a Temer por medio de un funcionario, filmado y detenido por la Policía Federal con los billetes previamente numerados. Además, Batista entregó a la justicia un audio de su conversación telefónica con Temer donde este acordaba que su hombre recibiría ese dinero, a cambio de negocios del grupo empresario, tal la lógica de todo el Lava Jato.

Suerte para uno

Las empresas estatales o mixtas como Petrobras llamaban a licitaciones, ganadas con sobreprecios por un grupo cerrado de monopolios, entre ellos Odebrecht, OAS, Andrade Gutierrez y otros. De esa diferencia luego las firmas pagaban coimas a políticos de diversos partidos para asegurarse nuevas contrataciones, que con esa financiación ilegal ganaban nuevas elecciones. El círculo vicioso y corrupto seguía dando vueltas como una calesita.

Temer tuvo suerte, pero la ayudó con medidas muy poco democráticas. La Comisión de Constitución y Justicia de la Cámara de Diputados de 66 miembros recibió la denuncia de Janot. El titular de la Comisión, Sergio Zveiter, del PMDB pero con criterios de cierta independencia, consideró que la solicitud del fiscal estaba bien fundada jurídicamente. Al cabo de varias reuniones de la Comisión se pensaba que la suerte de Temer estaba echada. Sin embargo el denunciado y su círculo aliado operaron velozmente para obtener un fallo favorable.

Su método antidemocrático fue reclamar el recambio de integrantes de esa comisión, para que los lugares de legisladores predispuestos a avalar el impeachment fueran ocupados por otros fieles a Temer.

Y por encima de todo, mostrar hechos favorables al ajuste y los negocios de los grupos concentrados económicos, para que dieran luz verde a su persona hasta final del mandato.

Y fue sintomático que el 12 de julio el Senado brasileño aprobara una polémica reforma laboral que quita el derecho a paritarias, entre otras conquistas de trabajadores que se pierden, y que al día siguiente la Comisión de Constitución y Justicia de Diputados votara no abrir el juicio a Temer.

De todas maneras en agosto, cuando se reanuden las sesiones legislativas, el pleno de la Cámara deberá analizar lo resuelto en Comisión. Temer llega fortalecido por aquel resultado y no será fácil para sus detractores juntar dos tercios de diputados (342 de un total de 513) para que el trámite siga en el Senado. Quizás el usurpador se salve...

Dilma comentó esta situación utilizando una célebre frase de Carlos Marx, sobre que la historia se repite dos veces. Escribió: “desde Marx sabemos que la historia se repite, primero como tragedia y luego como farsa. Golpe 2016, tragedia 2017: farsa de las elites”. Otra definición suya se refirió a la condena a Lula: “es un absurdo jurídico que avergüenza a Brasil y hiere profundamente la democracia”.

Condena a Lula

Es que el 12 de julio se supo que el juez Sergio Moro, de Curitiba, que lleva la causa Lava Jato, había condenado a Lula a 9 años y seis meses de cárcel por supuestos sobornos de la constructora OAS. En su escrito de 300 páginas dijo que el ex presidente recibió en compensación un departamento triplex en el balneario de Guaruja. Y lo condenó por corrupción, disponiendo una inhabilitación política para ocupar cargos públicos durante 19 años.

El juez es una estrella para la derecha y sus medios concentrados de desinformación como la Red O´Globo, Folha da Sao Paulo y revista Veja. Con una manifiesta parcialidad política, dio por probado lo que decía el ex presidente de OAS, Leo Pinheiro, según el cual el departamento fue entregado a Lula, sólo que no figuró a su nombre por pedido de demorarlo hasta que culminara el Lava Jato.

Lula nunca vivió ni usó ese triplex en Guaruja. Sólo habría una foto suya en el lugar de cuando fue a verlo debido al interés por comprarlo de su esposa Marisa Leticia. El matrimonio siempre vivió en el departamento que habitan hace añares en San Bernardo do Campo, en San Pablo, desde que él era militante sindical metalúrgico y fundador del Partido de los Trabajadores en los años ´80.

En otras causas que penden sobre su cabeza y su futuro político, se acusa a Lula de obstrucción a la justicia, de haber recibido coimas disimuladas en pago a conferencias suyas en África, para la remodelación del Instituto Lula y en la propiedad de otro departamento en San Pablo.

De esas cinco causas, el fallo conocido el miércoles 12 es el primero. Seguramente, según las necesidades políticas de la derecha brasileña por interponer obstáculos a la carrera política y electoral de Lula, se irán conociendo las restantes.

El condenado no fue preso porque apeló la sentencia, que ahora será revisada por el Tribunal Regional Federal número 4 (TRF-4), de Porto Alegre, que usualmente se toma diez meses antes de dictar sus resoluciones en apelaciones de causas complejas.

Si así fuera, la resolución estaría saliendo en mayo próximo, en la víspera de la campaña presidencial en Brasil, que va entre julio y octubre. Es inocultable la intención judicial-mediática-política de sacar de carrera a quien hoy es el que mejor mide en las encuestas, con 30 por ciento de intención de voto.

Lejos de amilanarse, Lula compareció al día siguiente del fallo en una conferencia de prensa en la sede paulista del PT, acompañado de dirigentes. Dijo sentirse con la misma energía y fuerza que tenía a sus 30 años y proclamó su inocencia, cuestionando duramente a la justicia que se mete a dirimir internas políticas en democracia. “La Justicia no puede tomar decisiones políticas, están destruyendo la democracia”, expresó, cuestionando a Moro. “Si alguien piensa que con esa sentencia me sacaron de juego, pueden saber que yo estoy en el juego”, remató, confirmando que seguirá en la brega política para volver al Planalto en enero de 2019.

Por supuesto que esa condena de primera instancia y las otras cuatro causas en desarrollo son un problema para Lula y el PT, pero hay otros factores que les son muy favorables para un regreso con gloria.

Uno, porque tiene un respaldo popular considerable, sobre todo de la gente más humilde y gran parte de la clase media que durante sus gobiernos (2003-2010) pasaron de ser el 34 por ciento al 53, en un país con millones de personas postergadas.

El otro, ligado a lo anterior, es que la economía brasileña cayó 7,4 por ciento en los últimos dos años. Y Lula puede propagandizar que durante sus gobiernos ocurrió todo lo contrario: crecimiento, inclusión, consumo y aumento del PBI. Una buena porción del electorado puede sintonizar esa onda.

Y el tercer elemento que corre a su favor es que el resto de los candidatos está muy quemado políticamente. De Temer, ya se dijo, y sin figura de recambio a la vista en el PMDB. Del PSDB ya dimitieron como jefe político el senador Aecio Neves, salpicado por corrupción, y le pasa otro tanto a gobernador del estado de San Pablo, Geraldo Alckmin, ambos por coimas de JBS. Al titular de Diputados, Rodrigo Maia, del DEM, no le da el pinet, lo mismo que al derechista diputado y ex militar Jair Bolsonaro, del Partido Social Cristiano. En ese mercado depreciado, las acciones de Lula siguen en alza, a pesar de la condena y 4 juicios en su contra.




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