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Por qué la historia

OPINIÓN de Mauricio Castaño H., Colombia.- Una cosa no es tan cierta: la palabra Siempre. Si algo enseña la historia es que todo tiene un origen, unas razones de existencia, un por qué y un para qué, que las motivaciones de los grupos humanos, de sus intereses, de sus juegos de poder, incluso de los condicionamientos mismos del entorno que padecemos, de las condiciones geográficas, del clima, todo ello conjugado hace que emerjan modos de existencia que se imponen, pero recordemos que el hombre desde hace un buen tiempo se proclamó como el gran conquistador del planeta, logró dominar sus adversidades que antes le sometían, amenazaban ruinas o muerte, por ejemplo, un río encausado evitaba la destrucción de cultivos y el arrasamiento de viviendas y con ellas, quizás, vidas humanas.




Sí, lo particular en la historia, sin mayúscula, es eso, que ayuda a comprender, a explicar las condiciones de modo, tiempo y lugar en que se dieron ciertos hechos, ciertas circunstancias, del porqué fue así y no de otra manera. Pero una determinada y única explicación no bastará, todo es provisional hasta que haya otras explicaciones, otras investigaciones más novedosas con resultados diferentes, por eso se escribe en minúscula, porque no hay una historia verdadera. Demos un ejemplo polémico. Se nos ha enseñado con cierta frecuencia que el sistema de organización capitalista es el mayor estadio del desarrollo de la sociedad, que más allá de él, no existe nada más. Para ilustrar rememoremos el concepto de Potlatch, es la denominación dada a una ceremonia practicada por los pueblos aborígenes de la costa del Pacífico en el noroeste de Norteamérica, tanto en los Estados Unidos como en la provincia de la Columbia Británica de Canadá. Ejemplos de aquellos pueblos son: los Haida, Tlingit, Tsimshian, Salish, Nuu-chah-nulth, y Kwakiutl (Kwakwaka'wakw).

El sociológo Mauss en su ensayo sobre el Don, mostró que fue un modo de sistema de Poder, consistente en que quien más donara, quien más tuviera capacidad de dar, era quien salía triunfante porque se demostraba así que tenía más que sus otros donantes, que podía dar hasta la saciedad, hasta la locura, sin llegar a la ruina. Las donaciones eran de todo tipo: bienes materiales, mujeres, niños, todo lo existente, reiteremos, mientras más se daba, mientras más capacidad de dar se tuviera, más capacidad de poder quedaba demostrado. Esta comprobación histórica mostró otras formas de la producción diferentes a las concebidas desde una lógica racional de ciertas clases en el poder que juraban que el capitalismo era la única forma superior en que se organizaba la sociedad, que no había otras maneras diferentes a éste. El Capitalismo es Acumulación, y el Potlatch es su antítesis, el derroche en dar, en generosidad, en desprenderse de lo que se tiene.

Otro ejemplo es el del surgimiento de la profesión del profesor. Antes del siglo XIX el profesor era quien profesaba un oficio, quien sabía un arte, quien tenía un dominio y es a partir de allí, de la experiencia que se enseña lo que se sabe. El profesor era quien tenía un oficio, una experiencia concreta qué transmitir. “Antaño el pensador no estaba separado de la “realidad”, en el sentido amplio del término. Aconsejaba a los príncipes. Llevaba siempre una doble vida: el ejercicio de una profesión (oficial del ejército como Descartes, pulidor de lentes como Spinoza, bibliotecario o diplomático como Leibniz, etc.) y el de su reflexión, incluso el de su escritura. Vendrá luego la época de los profesores a partir de Kant.” En Conferencia de Luis Alfonso Paláu.

Luego se dio una transformación consistente en que se instauraran escuelas superiores en donde se enseñaba a enseñar, en donde se privilegiaba la forma sobre el contenido, un profesor sabe de metodología pero no domina su saber. El peor ejemplo es el profesor de filosofía, quien es experto en sumirse en la sola palabra, en la sola charlatanería, alejado del laboratorio, de las cosas que provocan los pensamientos, se convirtió en el experto de las habladurías, se convirtió en un experto comentarista, en hablar sobre lo que otros han hablado. Abrir un texto de filosofía y está plagado de dijos, este dijo que dijo, pero el otro dijo, que fue que fue… la tal maquinaria académica de las citas. Recuerden el famoso diálogo de Platón, el Banquete, hablan y hablan y nunca disfrutan, nunca se siente el placer del anuncio gastronómico.

Los cánticos de trompeta anunciados por los grandes teóricos del capitalismo son dignos de gran interrogación, nada hay para siempre, al menos en los sistemas de organización social son variados, y como bien los desarrolló Deleuze hay Devenires, nada de estatismos. Eso es lo interesante de la historia, que muestra diferentes formas de configuración social, lo que ayer era verdad, hoy nos escandaliza, los matrimonios monógamos hacen crisis, la mujer fiel se rebela, y el cura célibe sale del closet. Es lo interesante de la historia, nos enseña mundos posibles.




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