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Confirmado que Maduro consolidó posiciones con la Constituyente

OPINIÓN de Emilio Marín, Argentina.- Si alguien tenía dudas sobre la consolidación del presidente Maduro en Venezuela, ahora las habrá disipado. La amenaza de invasión del bestial Donald Trump fue expresión de desesperación por aquella fortaleza tras la Constituyente.

Al interior de un país es legítimo e inevitable la lucha política entre distintas alternativas, aunque en Venezuela esa confrontación hace rato que dejó de ser política para tomar un cariz violento por una oposición que dejó traslucir la pérdida de su condición nacional.

Cuando otro país se considera con derecho a decir que en otro rige una dictadura, cuando se trata de un régimen democrático, y se arroga el derecho de intervenir militarmente en nombre de la “libertad”, entonces sucede que el resultado es contrario al que deseaba el intervencionista: la mayoría de la población se agrupa en defensa del derecho a la soberanía. Que es el derecho a la existencia.

Esa reacción patriótica suele ser más fuerte cuando se trata de pueblos que vienen gozando de beneficios materiales y culturales, como con las gestiones bolivarianas inauguradas en Caracas en 1999.

Otro plus de energía para la resistencia nacional en esos casos es cuando quien profiere la amenaza es un imperio como el yanqui. Es archi conocido en el mundo la peste que llevan sus marines y portan sus misiles, y la dependencia aún mayor en que terminan los pueblos que sufren esas intervenciones. La gran cantidad de ejemplos eximen al cronista de una larga lista demostrativa; la sola mención de Vietnam, con 3 millones de muertos por una agresión militar estadounidense es más que suficiente.

Este introito viene a cuenta de la amenaza proferida por Donald Trump el 11 de agosto contra Venezuela. El magnate señaló ese día que no descarta la “opción militar” para resolver el “lío muy peligroso” que atraviesa Venezuela, y recordó que EE UU tiene tropas por todo el mundo, mientras que “Venezuela no está muy lejos y la gente está sufriendo y está muriendo”.

Al usar ese lenguaje militarista Trump mostró la peor imagen suya, de su gobierno y su país, ya suficientemente conocidas en el planeta pero no por ello innecesarias de ser refrescadas para algunas mentes extraviadas (por caso, para el peronista Guillermo Moreno que informó que le había enviado las obras de Perón y Evita cuando asumió porque la línea del republicano era la doctrina nacional del fundador de su movimiento).

Las declaraciones del norteamericano, que cada vez que abre la boca provoca descalabros en su frente interno, certificaron que el bolivariano Nicolás Maduro está hoy más fuerte que el mes anterior. La gran diferencia está en que el 30 de julio último se votó para los delegados constituyentes y se conformó esa Asamblea como poder supremo, con autoridad por sobre el Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Ese 42 por ciento del padrón que votó en una elección donde el sufragio no es obligatorio, debe ser aún más valorado porque se participó en medio de una ola de violencia golpista de la oposición, la misma que come de la mano de Trump y que ahora quedó descolocada por sus amenazas, igual que Juan M. Santos y Mauricio Macri.

Maduro más fuerte

Si el gobierno venezolano se estuviera viniendo abajo, Trump -que es un imbécil pero no tanto- no habría salido con semejante intromisión y habría dejado que aquél se cayera solito. A contrario sensu, hay que suponer que Maduro está relativamente más consolidado. Él es la soga que la oposición quiere cortar de un tajo desde el 1 de abril pasado, cuando lanzó la ola de guarimbas callejeras, trancazos, paros generales, atentados terroristas, quema de personas en la calle y ataques a unidades militares con el secuestro de un helicóptero para atacar reparticiones oficiales y la incursión en un cuartel.

El fortalecimiento venezolano también aprovechó la “carta Trump”, porque quedó demostrado que las denuncias de Maduro sobre la injerencia estadounidense en Venezuela era absolutamente cierta. Y no lo decía él, lo corroboraba Trump.

Ya no eran sanciones políticas y comerciales, que venían de Barack Obama y que el republicano había profundizado con nuevas represalias sobre una veintena de funcionarios y empresas. Ahora era la amenaza de invadir el país. Y eso moviliza hasta a los más adormilados, porque hasta éstos tienen una veta nacional en el fondo de su alma, algún registro o ADN que viene de Simón Bolívar o su continuador Chávez.

Ni lerdo ni perezoso, Maduro llamó a una movilización antiimperialista masiva en Caracas, que el lunes 14 llego hasta el palacio de Miraflores y allí gritó “Trump go home”, manos fuera de Venezuela. Además, el presidente convocó a unos ejercicios militares y cívicos de defensa nacional para los días 26 y 27 de agosto. El orador pidió que la Asamblea Constituyente abra procesos judiciales contra “los vendepatrias que han salido a pedir la intervención de Venezuela”.

Esos posibles procesados son unos cuantos, pero la lupa quedó posada sobre Julio Borges, del partido Primero Justicia. Es el titular de la Asamblea Legislativa auto colocada fuera de la ley por violar reiteradamente fallos del Tribunal Supremo de Justicia. Borges se había entrevistado con el almirante Kurt Tidd, jefe del Comando Sur de Estados Unidos, con sede en Miami. El golpista sudamericano había ido a pedirle lo que Trump puso en letras de molde en todos los medios internacionales.

La Asamblea Constituyente, que tiene grandes tareas de profundización del modelo bolivariano en la economía, la sociedad y las formas de organización política, presidida por la excanciller Delcy Rodríguez, analizará qué tratamiento dar a esos quintacolumnistas al servicio de un invasor.

En el caso que les abra procesos judiciales y terminen presos, la OEA y la Casa Blanca redoblarán sus denuncias contra la supuesta dictadura bolivariana, como vienen haciendo desde abril. A la luz de la realidad, esas eventuales detenciones estarán más que justificadas. Los que admiran al general José de San Martín recordarán una de sus frases más conocidas: “Cuando la patria está en peligro, todo está permitido, excepto, no defenderla”.

La opo, más débil

Hasta los corresponsales en Caracas más reaccionarios, como Daniel Lozano, que operan para los medios ídem de Argentina, como “La Nación”, venían admitiendo antes del exabrupto de Trump que la oposición estaba en una etapa crítica. Creían que Maduro estaba más fuerte, que los partidos de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) estaban muy divididos y que la protesta callejera había descendido casi a cero.

Como prueba de esa última afirmación, Lozano decía que el último “trancazo” en la Capital, con el que habían tratado de protestar contra la Constituyente, había fracasado por completo.

Ejemplificando sobre las divisiones internas, ese corresponsal comentaba que una parte de la MUD decidió boicotear las elecciones regionales del 10 de diciembre, cuando se elijen gobernadores y legisladores, en tanto otra parte había presentado candidatos para participar.

Henrique Capriles, de Primero Justicia, gobernador de Miranda y dos veces candidato presidencial por la MUD, está en el boicot, lo mismo que el exalcalde detenido Antonio Ledezma y la exdiputada Corina Machado. El reo condenado Leopoldo López, con prisión domiciliaria, también sería de esa partida.

En cambio Henry Ramos Allup, de Acción Democrática, informó que su agrupación participará de esos comicios.

La justicia y la Comisión Nacional Electoral presidida por Tibisay Lucena, advirtieron que como MUD no podrán presentarse en siete estados de los 23 del país, por haber infringido las leyes y reglamentos electorales, como cuando trucharon firmas para un revocatorio de Maduro e hicieron firmar hasta a los muertos. Podrían intervenir partidos individuales, como Acción Democrática y otros, menos extremistas o más vivos en capitalizar para sí la protesta opositora, y no dejar vacío ese plano opositor por temor a que el Polo Patriótico y el PSUV se lleven todos los sufragios.

Esa división está carcomiendo a la oposición, perjudicada por la grosera intervención de Trump. La MUD no sabía qué posición tomar y el domingo 13 emitió un documento de compromiso, despegándose de las intervenciones militares, pero sin ponerles nombre y apellido, como si pudieran provenir del Comando Sur, Moscú, La Habana o Teherán.

Eso es lo que piensa Mike Pompeo, jefe de la CIA, que en apoyatura a Trump reiteró su preocupación porque en Venezuela estarían los rusos, cubanos e iraníes. Y si así fuera, ¿qué tienen que meterse los norteamericanos, que no son los dueños del país? Antes sí lo eran, en la IV República, dominada por Acción Democrática y los socialcristianos del Copei, de Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera respectivamente. Ese pasado entreguista finalizó con Chávez y ahora quieren resucitarlo a fuerza de guarimbas, crímenes, golpismo y jugando la carta última de los marines.

Último pero no menos importante, el gobierno bolivariano tiene el apoyo activo de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana del general Vladimir Padrino López. Del “Ejercicio soberanía bolivariana 2017” participarán 365.000 soldados y muchos civiles. Esa es una diferencia importante con otras democracias más desprotegidas, que tenían al frente de sus ejércitos a generales como Pinochet y Videla. En Venezuela no es el caso y por eso Trump, que ambiciona el crudo de PDVSA, está jugando con fuego.




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