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Beatriz Becerra: “La sociedad no puede permitirse el lujo de desperdiciar el talento femenino”

Madrid (EuroEFE).- La vicepresidenta de la subcomisión de Derechos Humanos del Parlamento Europeo, Beatriz Becerra, del grupo liberal ALDE, considera que la Unión Europea (UE) “no puede permitirse el lujo” de desperdiciar el talento de las mujeres, al tiempo que reclama que los políticos europeos abandonen la retórica y las buenas palabras en cuestión de igualdad de género, y “apliquen lo que han firmado”.

 La vicepresidenta de la subcomisión de Derechos Humanos del Parlamento Europeo, Beatriz Becerra, (izq), del grupo político ALDE en la Eurocámara, y la soprano española Pilar Jurado (d), durante el acto de presentación de la iniciativa Madwomen-Europa en la Oficina del Parlamento Europeo en Madrid, el 16 de octubre de 2017. (Foto: Fernando Heller/EuroEFE) 

   

  
La vicepresidenta de la subcomisión de Derechos Humanos del Parlamento Europeo, Beatriz Becerra, (izq), del grupo político ALDE en la Eurocámara, y la soprano española Pilar Jurado (d), durante el acto de presentación de la iniciativa Madwomen-Europa en la Oficina del Parlamento Europeo en Madrid, el 16 de octubre de 2017. (Foto: Fernando Heller/EuroEFE)    



En entrevista con EuroEFE al margen de un evento en la Oficina del Parlamento Europeo en Madrid, en el cual se presentó el proyecto Madwomen-Europa, cuyo objetivo es fomentar la igualdad de género mediante el arte, Becerra, quien también es miembro de la Comisión de Derechos de la Mujer e Igualdad de Género del PE, recordó que los acuerdos en materia de igualdad de género están para cumplirse y no deben quedar en papel mojado.

Becerra presentó este lunes en Madrid, junto a la soprano y directora de orquesta Pilar Jurado, la “pata europea” del proyecto MadWomenFest, y que involucra a personalidades de las Artes de toda la UE. La iniciativa nace de creadoras referentes de todas las disciplinas artísticas, e incluye una amplia gama de actividades orientadas a favorecer la igualdad de género en todas sus facetas.

El próximo 8 de marzo (de 2018) se celebra un nuevo Día Internacional de la Mujer, ¿hay mucho (o poco) que festejar en Europa?

Es difícil responder. Creo que en Europa existen estupendas iniciativas, e incluso hace pocos días se aprobó una dotación de 500 millones de euros para el proyecto (conjunto con la ONU) “Spotlight”. Desde luego se trata de una gran noticia, pero hay que precisar que hay una diferencia entre las expresiones de buena voluntad, o el consenso político, y luego el trasladar eso a los hechos. Para que los compromisos políticos sean viables tienen que estar basados en unos objetivos bien definidos en unos plazos concretos y en la dotación de recursos.

En el terreno de la igualdad de género en la UE, ¿hay también distintas velocidades?

Bueno, creo que hay distintas visiones, y es verdad que existen abordajes diversos del tema. Tenemos quizás un compromiso común, pero muchas formas de tratarlo. Lo más importante es intentar armonizarlo, para que todos nos podamos beneficiar de los casos de éxito. Lo que no tiene sentido es seguir iniciando, por iniciativa propia país a país, medidas que ya se han puesto en marcha en otro socio y han funcionado o fracasado. Creo que la palabra clave como siempre ocurre en la UE, y que nos falta, es: compartir. Eso nos hará más eficientes.

¿Qué herramientas jurídicas están a disposición para impulsar la lucha contra la violencia de género en Europa, y qué está fallando?

En este terreno disponemos del mejor instrumento posible, el más completo, el más integral: el Convenio de Estambul, pero todavía no está ratificado por todos los Estados miembros. Eso es imprescindible. Por que no se trata sólo de ratificarlo: hay que implementarlo. Y eso significa hacer cambios legales, que tienen que aplicar todos los Estados miembros. Y aunque a veces parece que los países nórdicos o escandinavos nos sacan ventaja en estos temas, no siempre es así. Por ejemplo, Estonia tiene mucho que aportar en cuestión de participación de la mujer en política o economía. Creo que lo importante es sentarse juntos, y sacar el mejor rendimiento de aquello que funciona.

¿Por qué cuesta tanto sacar adelante ese tipo de políticas (básicamente competencias nacionales) a escala de la UE?

Hay que mentalizarse que la lucha por la igualdad de género no es sólo una cuestión de justicia. Es algo de sentido común y de eficiencia económica y social. Tenemos una sociedad que no se puede permitir el lujo de desperdiciar el talento de la mitad de sus ciudadanos, de las mujeres, y además hay una cuestión de orden práctico: aquellos países, entornos empresariales, sociales, donde hay equilibrio en cuestión de género entre quienes toman las decisiones, obtienen mejores resultados. Eso es un hecho.

¿Qué deberes le quedan todavía sobre la mesa a la UE en materia de igualdad de género?

Me gustaría que, respetando los principios de la UE, fuésemos más pragmáticos. Un pragmatismo de principios del que hablaba, y sobre el cual sustentaba su estrategia europea, la señora (Federica) Mogherini (jefa de la diplomacia de la UE) hace un año, y que es la verdadera estrategia europea común e integral. Es una cuestión de principios, de justicia, y sobre todo de progreso. Y la aceptación de que esa Unión a nivel político, con mayor equidad social y de género, nos va a llevar a ser mucho más fuertes en nuestros valores y en nuestro marco legal y económico. Pero el movimiento, también en este aspecto, se demuestra andando.

¿Es la aplicación de “cuotas de género” una herramienta válida, entre otros objetivos, para ayudar a romper el “techo de cristal” contra el cual chocan muchas mujeres todavía?

En la UE tenemos una buena iniciativa en ese sentido: “Women on Boards” pero está congelada. No ha salido adelante porque dentro del Consejo hay países a quienes no gusta y además no permiten que se les identifique, aunque tenemos más o menos claro quiénes son: una pequeñísima minoría. El plantear “cuotas de género”, como hizo en su día Alemania, debería servir para lograr un equilibrio dentro de los órganos de toma de decisión. No obstante, tendrían que ser temporales. Deberían funcionar a modo de “ortodoncia política”, sin llegar a convertirse en algo definitivo. No hay que mantener un elemento de discriminación positiva. Nos permitirían soslayar un período de tiempo -no sabemos cuál sería exactamente- para poder llegar a ese equilibrio.

Por Fernando Heller




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