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“Presidente, respete la Constitución”

Brasil en medio de una crisis económica y social eligió a su nuevo presidente: Jair Bolsonaro, exmilitar y político de extrema derecha que presenta muchas similitudes con el mandatario estadounidense Donald Trump.

El candidato ultraderechista Jair Bolsonaro se impuso también en la segunda vuelta electoral, superando por 10 puntos porcentuales a Fernando Haddad, su contrincante del izquierdista PT, partido que había ganado los últimos cuatro comicios. / Paolo Moiola



Días después de la clara victoria de Jair Bolsonaro en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, realizadas el 28 de octubre, en las páginas interiores de Acritica, el principal periódico de la ciudad de Manaos, a orillas del Amazonas, aparecían dos noticias, ambas acompañadas de fotos. La primera hablaba del viaje de dos diputados, uno federal (Pablo Oliva Souzae) y otro local (Péricles Rodrigues do Nascimento), por el interior del estado de Amazonas, el más grande de Brasil.

La foto los retrataba frente a una avioneta y, sobre todo, haciendo el gesto de empuñar un fusil, cosa habitual entre los partidarios de Bolsonaro desde que en la campaña electoral, el excapitán y diputado comenzó a apoyar el derecho de los brasileños a armarse. Para comprender el alcance de su propuesta debe recordarse que en este país latinoamericano (que no está en guerra), las cifras oficiales del 2017 hablan de 60,000 homicidios al año.

La segunda noticia de Acritica era igual de interesante. Contaba sobre el juez Sérgio Moro y su dilema ante la oferta del presidente electo para que formara parte de su gobierno. Moro es el joven magistrado que dirige desde el 2014 la operación Lava Jato, una megainvestigación que develó un vasto y variado sistema de sobornos que involucraba a constructoras brasileñas como Odebrecht, Camargo Correa, Queiroz Galvão y OAS que se repartían contratos con la petrolera estatal Petrobras y cobraban sobreprecios a las obras, dinero que era distribuido entre personajes políticos.

Corrupción generalizada
Sin embargo, debe señalarse, sin miedo a ser desmentidos, que la corrupción siempre ha sido un modus operandi en Brasil, desde los niveles más bajos hasta los más altos del poder. La judicatura, cómplice o silenciosa durante años, comenzó finalmente, durante los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT) entre el 2003 y el 2016, a hacer su trabajo.

Pero las dudas del juez, a quien la ambición ciertamente no le falta, duraron pocas horas: Moro será el nuevo ministro de Justicia del gobierno de Bolsonaro que asumirá el 1 de enero del 2019. Todo legítimo, que quede claro.

Sin embargo, resulta difícil descartar algunos malos pensamientos: el PT ha sido el último en llegar al poder y también el único en ser investigado con grandísima diligencia por el Poder Judicial brasileño. El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011) está en la cárcel con una sentencia desproporcionada (12 años) y no pudo presentarse a las elecciones debido a la llamada ley de la Ficha Limpia, aprobada durante su gobierno y que impide que una persona condenada por dos instancias judiciales pueda postular a algún cargo público.

Antes de su reclusión, todas las encuestas daban a Lula una clara ventaja sobre los otros candidatos, a pesar de una dura campaña de desprestigio orquestada contra él por los principales medios del país —en particular las televisoras Red Globo y Record y el semanario Veja— y mensajes transmitidos por Whatsapp, herramienta social sumamente popular en Brasil.

Poderosa bancada BBB
En medio de todo esto, en agosto del 2016, la presidenta Dilma Rousseff, delfín de Lula, fue destituida por un golpe de Estado liderado por la coalición parlamentaria de la derecha conservadora conocida como bancada BBB (Buey, Bala y Biblia), que reúne a los parlamentarios vinculados con el lobby de la agroindustria (latifundistas, ganaderos, productores de soja, empresarios mineros), a los cercanos a los militares y fabricantes de armas y a legisladores evangélicos (Asamblea de Dios, Iglesia Universal, entre otras). En Brasil, país con fuerte impronta religiosa, los evangélicos están en constante crecimiento y hoy en día cuentan con el 25% de los fieles.

Expulsada Rousseff por razones irrelevantes, en su lugar se colocó al vicepresidente Michel Temer, político de larga data con pésima reputación y acusaciones varias, pero que siempre ha logrado salirse con la suya. Habrá que ver que sucederá con Bolsonaro, quien, en su atípica campaña electoral, se movió bajo un lema muy similar al “America First” acuñado por Trump: “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”.

Y a propósito de política y religión, Mons. Sérgio Eduardo Castriani, arzobispo católico de Manaos, manifestó a Noticias Aliadas: “Yo voté por [Fernando] Haddad [candidato del PT]. No habría podido dar mi voto a una persona que habla como si fuera el barbero. Sin embargo, es igualmente cierto que por Bolsonaro también votó mucha gente buena. Y si lo veo entrar por esa puerta le diría: ‘Presidente, recuerde respetar la Constitución’”. — Paolo Moiola / Noticias Aliadas.




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