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"Tengo 15 años. Estoy bloqueando su desplazamiento al trabajo para que mi generación tenga un trabajo al que ir y un planeta donde vivir"

“No podemos salvar el mundo respetando las normas porque esas normas hay que cambiarlas”.

“¡Voy a llegar tarde al trabajo por vuestra culpa! ¡Vosotros no tenéis que ir a trabajar!”, gritaba indignada una mujer a los participantes de la marcha juvenil por el clima del mes pasado en Londres. "He de admitir que, al ocupar el puente de Westminster, los escolares entre los que me encontraba habían causado cierto trastorno, pero de eso se trataba. Puede que aquellas personas llegaran tarde al trabajo, pero nosotros no tendremos un trabajo al que ir, ni siquiera un planeta sano donde vivir, si nuestros gobiernos no toman medidas de inmediato para combatir el cambio climático".



Aquel día yo formaba parte de un reducido grupo de escolares, pero integramos un movimiento que no para de crecer. Más de un millón de niños, niñas y adolescentes de 1.600 ciudades en al menos 125 países participaron en las huelgas escolares en favor de la justicia climática en mayo, y el movimiento Rebelión contra la Extinción ha organizado impactantes manifestaciones en todo el mundo en los últimos meses. Hoy, en Reino Unido, Rebelión contra la Extinción ha puesto en marcha su “Rebelión Estival”, con acciones dirigidas a causar trastornos en ciudades de todo el país.

Tal vez piensen que ocupar calles y alterar el tráfico no es la mejor forma de conseguir cambios, pero estas acciones sin duda dan que hablar y obligan a incluir la cuestión del cambio climático en la agenda política.

La mayoría conocemos los catastróficos efectos del cambio climático: desde prolongadas sequías hasta destructivas tormentas tropicales, tifones e incendios incontrolados. Pero el cambio climático no sólo afecta a la naturaleza. También agudiza las desigualdades, lesionando nuestros derechos a la vida, la salud, la alimentación, el agua, la vivienda y los medios de vida. Como dijo Kumi Naidoo, secretario general de Amnistía Internacional: “Es más que evidente que el cambio climático ya está teniendo impacto en los derechos humanos, y que ese impacto no va sino a intensificarse en los próximos años”.

El cambio climático no es un asunto más de tipo político o moral que la gente y la clase política puedan permitirse ignorar. Pone en peligro la supervivencia de la humanidad y de nuestros derechos humanos. Pero parece que algunas personas, sobre todo las de mi generación, la “generación Z” (de 7 a 22 años), lo ven más claro que otras.

La que más, sin duda, es Greta Thunberg, de 16 años, quien fundó un movimiento juvenil de acción por el clima inspirándose en los/as jóvenes del movimiento March for Our Lives (marcha por nuestras vidas) en favor del control de armas en Estados Unidos.

Las generaciones anteriores, que ven nuestra obsesión con los móviles y las redes sociales como un síntoma de falta de energía, suelen tachar de inactiva a la juventud, Pero la generación Z está usando la tecnología para movilizar, y estamos cambiando las percepciones de la gente joven.

Habiendo crecido con acceso instantáneo a la información ingente que ofrece Internet, la generación Z es la mejor informada de todos los tiempos. La movilización masiva de la juventud, ahora equipada con mensajería instantánea y teléfono móvil, en favor de causas que nos importan nunca ha sido tan fácil. Un ejército de jóvenes puede respaldar la causa del cambio climático pulsando un botón y coordinándose para participar en actos de desobediencia civil, como manifestarse y ocupar lugares de manera pacífica.

Igual que hicieron generaciones anteriores por defender las causas fundamentales de su época, la generación Z toma las calles para reclamar cambios en asuntos que les importan, con una diferencia: su despliegue táctico de medios sociales pone la acción al alcance de todo el mundo.

Es triste que la responsabilidad de salvar nuestro clima de la degradación recaiga en los/as escolares, pero es una responsabilidad que estamos dispuestos/as a asumir.

En la manifestación del pasado mes, cuando bloqueamos el puente de Westminster, un policía nos recriminó diciendo: “Un solo antecedente penal, y ya. Os quedáis sin futuro”. Pero, sin un clima estable, no tenemos futuro. Prefiero tener antecedentes penales a ser cómplice en su destrucción. El cambio climático es un asunto que afecta a todas las personas, sobre todo a las más jóvenes. Es posible que nos disculpemos por hacerles llegar tarde al trabajo cuando ustedes pidan perdón por arruinar nuestro futuro.

Como ha dicho recientemente Greta Thunberg: “No podemos salvar el mundo respetando las normas porque esas normas hay que cambiarlas”.

Este artículo fue publicado por primera vez aquí en Newsweek.

James Mair tiene 15 años y es estudiante. Es miembro de Amnistía Internacional.




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