OPINIÓN de Joan del Alcàzar. - Tras el colosal fiasco de la gran esperanza generada por el acuerdo firmado en La Habana, es a posteriori que los más importantes actores políticos colombianos actúan como debieran haber hecho a priori. Nadie tenía un Plan B, como han reconocido tanto desde el gobierno de Santos como desde las FARC-EP. Tampoco Uribe, quien más allá de conseguir tumbar los acuerdos tropieza con grandes dificultades para gestionar su victoria, más tras la concesión del Nobel de la Paz a su enemigo. Ahora, por distintas razones, tras la inmensa decepción, se han activado unas negociaciones que debieran haberse producido antes de llamar a la gente a votar sobre un tema tan sensible como emotivo, enconado y complejo.