OPINIÓN de Mauricio Castaño H,., Colombia - Sus años suman sesenta y siete. Lo apodan Loco Carvalho, un vulgar hombre de campo. Tiene fama de pendenciero en su vecindario. El ocho de marzo del año 2014, al insulto de hijueputas le siguió un disparo de revólver que se incrustó en el rostro de Robinson Álvarez Quemba de 39 años de edad, un funcionario que cumplía labores de gobierno en restitución de tierras. Los dos insuficientes policías no lograron detener lo que cuatros días después fue asesinato. De su captura se dice que justificó su accionar porque temía lo iban a matar. El arma homicida sin salvo conducto, que todo guerrerista sabe llevar, fue aquel revólver marca Smith & Wesson, calibre 38L, con seis cartuchos en el tambor, 14 más calibre 38L y tres calibre 16. También se sabe de su escopeta que cualquier hombre de campo guarda para defenderse de alguna fiera animal que ronda sus campos. (Estas descripciones cobran importancia en los próximos párrafos). La versión polici