OPINIÓN de Adrián Mac Liman Hace apenas unas semanas, el ejército sirio abrió fuego a través de la frontera con Turquía para castigar, aparentemente, a grupos de fugitivos –civiles y militares- que habían decidido asilarse en el país otomano. Fue ésta la gota de agua que hizo desbordar el vaso; los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU aprobaron una resolución redactada por los países árabes, autorizando la presencia de observadores militares no armados en el conflicto que opone, desde hace más de un año, al Gobierno del presidente Bashar el Assad y la oposición liderada (o teledirigida) por elementos afines a la cofradía de los Hermanos Musulmanes. La avanzadilla de los “cascos azules” de la ONU llegó a Damasco en menos de una semana, tratando de allanar el terreno para la llegada de unos 300 expertos militares. Aún así, los combates en suelo sirio continúan llevando el agua al molino de la Secretaria de Estado norteamericana. Hillary Clinton, partidaria de una intervención
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