OPINIÓN de Alberto Buela .- La violencia es un tema de meditación filosófica desde que el mundo es mundo. Así los griegos y romanos distinguían claramente entre violencia y fuerza, entre hybris y andréia. Por eso los italianos le ponen el nombre de Andrea a los hombres mientras que nosotros, que tenemos catorce millones de descendientes de italianos, le ponemos Andrea a las mujeres, con lo cual las bautizamos con el nombre de “varoneras”. Un signo más de la frivolidad y el extrañamiento cultural que padecemos. La violencia era la irrupción desmedida en el orden regular de las cosas y la fuerza el uso racional del poder para controlarla. De allí nos viene a nosotros que el Estado se reserve el monopolio de la fuerza (policía, fuerzas armadas, gendarmería) para hacer cumplir la leyes en caso en que los violentos no lo quieran hacer. Durante los siglos XIX y XX se pensó mucho acerca de la violencia, así Nietzsche la definía como el estimulante de la historia, Spengler como el antídot