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Adiós a Eugenio Trías

Por Antonio Campillo.-

Ha fallecido el filósofo barcelonés Eugenio Trías Sagnier, uno de los más destacados filósofos españoles de las últimas décadas. Sucedió el domingo 10 de febrero, en su ciudad natal, tras haber combatido durante más de cinco años contra un cáncer que le había ido debilitando poco a poco. Nació en Barcelona el 31 de agosto de 1942, así que ha fallecido con algo más de setenta años de edad.

En noviembre de 2007, la Sociedad de Filosofía de la Región de Murcia organizó las jornadas La filosofía del límite. Homenaje a Eugenio Trías, con la participación del propio filósofo. En este cuaderno de notas hice una breve reseña del homenaje, en el que tuve la suerte de participar, con una ponencia titulada “La ley de la ciudad: filosofía y politica en Eugenio Trías”.

Posteriormente, recogí ese texto en mi libro El lugar del juicio. Seis testigos del siglo XX: Arendt, Canetti, Derrida, Espinosa, Hitchcock y Trías (Biblioteca Nueva, Madrid, 2009, pp. 155-172).

Como último adiós a mi querido Eugenio Trías, recogeré aquí el primer apartado de esa ponencia:

Debo comenzar mi intervención con dos palabras para los coordinadores de estas jornadas, Patxi Lanceros y Antonio Rivera. Una primera palabra de felicitación por la iniciativa de celebrar este homenaje a Eugenio Trías, iniciativa que me parece doblemente acertada. En primer lugar, porque es un homenaje necesario y oportuno, dada la importancia de la obra filosófica que Eugenio Trías ha ido componiendo a lo largo de casi cuarenta años, y dada la reciente publicación de su monumental libro El canto de las sirenas. Argumentos musicales (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, Barcelona, 2007). En segundo lugar, porque ya va siendo hora de que dejemos atrás nuestra secular tradición cainita y sectaria, con su funesta disyuntiva entre la exclusión radical de los diferentes y la comunión eclesial de los idénticos, y la no menos funesta entre el rechazo carpetovetónico de todo lo foráneo y el pedante menosprecio de nuestra propia tradición de pensamiento. Ya va siendo hora de que construyamos en España y, en general, en Hispanoamérica, una comunidad filosófica en lengua castellana, un espacio abierto y compartido, un limes o territorio fronterizo -por usar un concepto clave del propio Trías- en el que podamos encontrarnos, reconocer la pluralidad de orientaciones filosóficas como algo positivo e irrenunciable, y debatir entre nosotros con respeto y pasión, cordialidad y franqueza.

Mi segunda palabra para los coordinadores es de agradecimiento, por haberme invitado a participar en este homenaje. Porque con ello me han dado la oportunidad de manifestar públicamente mi reconocimiento a la persona y la obra de Eugenio Trías, un reconocimiento en el que se conjugan dos sentimientos diferentes e inseparables.



En primer lugar, un sentimiento de deuda y de gratitud. Quiero manifestárselo a él personalmente, ahora que me está escuchando, y al mismo tiempo quiero hacerlo públicamente, ante todos los asistentes a estas jornadas, porque creo que todo verdadero homenaje requiere esta doble confesión de reconocimiento: personal y pública. Eugenio Trías ha sido para mí como un hermano mayor, porque comencé a leer sus libros en los años setenta del pasado siglo, cuando yo era un estudiante universitario y él estaba dando sus primeros pasos como profesor y escritor. Recuerdo especialmente algunos textos, como La memoria perdida de las cosas (Taurus, Madrid, 1978), con su formulación del “principio de variación”; el “De nobis ipsis silemus” (en el volumen colectivo En favor de Nietzsche, Taurus, Madrid, 1972, pp. 9-34), que presenta a Nietzsche como iniciador de un “nuevo criticismo”; el análisis crítico del segundo tratado de La genealogía de la moral (”Filosofía y poder”, en Col.legi de Filosofía. Maneras de hacer filosofía, Tusquets, Barcelona, 1978, pp. 69-117), con su distinción entre “poder” y “dominio”; y la Meditación sobre el poder (Anagrama, Barcelona, 1977), donde se conjugan el principio de variación y la distinción entre poder y dominio. De hecho, me serví de estos textos, y del ensayo sobre Thomas Mann (Conocer Thomas Mann y su obra, Dopesa, Barcelona, 1978, 2ª ed. con Goethe y su obra, Mondadori, Madrid, 1988), en mi tesis de licenciatura La ética después de Nietzsche, presentada en octubre de 1979 en la Universidad Complutense de Madrid y dirigida por José Luis López Aranguren, que dos años antes había regresado de su exilio y recuperado su cátedra de Ética y Sociología.

Era la turbulenta y esperanzada época de la transición democrática. Era el momento en que la universidad franquista estaba siendo radicalmente cuestionada por las jóvenes generaciones de estudiantes y profesores. Los hijos de la posguerra estábamos ávidos de libertad y en los años sesenta y setenta comenzamos a sumarnos a los nuevos movimientos sociales e intelectuales que se extendían por toda Europa. La filosofía española, que había sufrido la terrible fractura de la guerra civil, el exilio y la dictadura, y cuyas figuras más destacadas de la primera mitad del siglo XX (desde Miguel de Unamuno y José Ortega y Gasset hasta María Zambrano y Xavier Zubiri) habían sido silenciadas y suplantadas por el neotomismo y el nacionalcatolicismo franquista, comenzó a renovarse mediante la recepción de las grandes corrientes internacionales: la fenomenología existencial, el neopositivismo, la filosofía analítica, los diversos marxismos (entre ellos, el de la Escuela de Frankfurt), la hermenéutica, el estructuralismo y las filosofías de la diferencia de inspiración nietzscheana.

Eugenio Trías formaba parte de los jóvenes nietzscheanos españoles, y de ello dan fe sus colaboraciones en dos volúmenes colectivos de aquellos años -uno editado por un grupo de profesores de la Universidad Autónoma de Madrid (Fernando Savater, Javier Echeverría, Andrés Sánchez Pascual, etc.), con el elocuente título En favor de Nietzsche, y otro editado por los fundadores del innovador Col.legi de Filosofía de Barcelona (Jordi Llovet, Toni Vicens, Xavier Rubert de Ventós y el propio Eugenio Trías)-, así como su libro de aforismosLa dispersión (Taurus, Madrid, 1971, 2ª ed., Destino, Barcelona, 1991).

Pero también se mostraba muy interesado por la obra de los estructuralistas y postestructuralistas franceses (Lévi-Strauss, Lacan, Althusser, Foucault, Deleuze, Derrida, etc.), como lo prueban algunos de sus primeros libros, desde La filosofía y su sombra en adelante (La filosofía y su sombra, Seix-Barral, Barcelona, 1969, 2ª ed. 1983; Teoría de las ideologías, Península, Barcelona, 1970, 2º ed. 1975, 3ª ed. titulada Teoría de las ideologías y otros textos afines, 1987; Metodología del pensamiento mágico, Edhasa, Barcelona, 1970, 2ª ed. en Teoría de las ideologías y otros textos afines, 1987; y Filosofía y carnaval, Anagrama, Barcelona, 1970, 2ª ed. 1973, 3º ed. titulada Filosofía y carnaval y otros textos afines, 1984).

A todo ello hay que añadir su apasionado diálogo con algunos autores fundamentales de la historia del pensamiento occidental -desde Platón hasta Wittgenstein- y muy especialmente de la gran tradición filosófica y literaria alemana -desde Kant, Hegel y Goethe hasta Heidegger, Benjamin y Mann-, un diálogo que inicia muy tempranamente, en libros como Drama e identidad (Seix-Barral, Barcelona, 1974, 2ª ed. Ariel, Barcelona, 1984, 3ª ed. Destino, Barcelona, 1993), El artista y la ciudad (IV Premio Anagrama de Ensayo, Anagrama, Barcelona, 1976, 2ª ed. 1983, 3ª ed. 1997) y Thomas Mann y su obra (obra ya citada).

Desde entonces, he ido siguiendo el desarrollo paulatino de su obra, que en los años ochenta da un giro notable y adopta un carácter deliberadamente sistemático, sobre todo a partir de Filosofía del futuro (Ariel, Barcelona, 1983, 2ª ed. Destino, Barcelona, 1991) y Los límites del mundo (Ariel, Barcelona, 1985, 2º ed. con nuevo prólogo, Destino, Barcelona, 2000). Una bibliografía completa de y sobre Eugenio Trías puede consultarse en Jacobo Muñoz y Francisco José Martín (eds.), La filosofía del límite. Debate con Eugenio Trías, Biblioteca Nueva, Madrid, 2005, pp. 289-296. Véase también la página web del autor: www.eugeniotrias.com

Pero también he ido tomando una cierta distancia crítica, por tres motivos entrecruzados. En primer lugar, porque el pensamiento de Trías, a lo largo de estas cuatro décadas, ha ido cambiando, evolucionando, transformándose conforme a su propia experiencia y trayectoria vital, y es bien sabido que las experiencias y trayectorias vitales de cada uno son siempre, inevitablemente, diferentes. En segundo lugar, porque en mi formación intelectual tuve también otros hermanos mayores y algunos maestros de las generaciones precedentes, no sólo en el campo de la filosofía sino también en el campo de las ciencias sociales, que me fueron abriendo otros horizontes y orientando en otras direcciones. Y, sobre todo, porque la “aventura filosófica”, como la ha llamado el propio Trías, nos exige a cada uno que vayamos trazando a tientas nuestro propio camino de pensamiento.

Pero este proceso de diferenciación y singularización de los caminos de pensamiento no debe impedir, sino todo lo contrario, debe favorecer y enriquecer la conversación amistosa, el debate crítico y el aprendizaje mutuo, como dije al principio. Y este es el segundo sentimiento que me ha movido a participar en este homenaje, la segunda manera de mostrar mi reconocimiento hacia la persona y la obra de Eugenio Trías: conversar, debatir y aprender con él -y con los demás invitados y asistentes a estas jornadas- acerca de nuestras afinidades y diferencias intelectuales.

Hasta aquí el primer apartado de la ponencia escrita en 2007 y publicada en 2009.

No puedo sino suscribir de nuevo lo que escribí entonces. Y ahora con más motivo, puesto que Eugenio Trías ya ha traspasado el “límite” de la muerte, y a nosotros nos ha dejado con su ausencia y con el regalo de su inmensa obra de pensamiento.


*Antonio Campillo es Catedrático de Filosofía en la Universidad de Murcia. Fuente: https://webs.um.es/campillo/miwiki/doku.php?id=febrero_2013





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