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BRASIL - Curiosidades de la “belle époque” tupinica

OPINIÓN de Bruno Peron L..- Es decepcionante que haya tantos jóvenes brasileros sin proyectos de vida, o que dedican su tiempo a actividades que no aportan para su futuro. Muchos esperan pasivamente una iniciativa de su país, mientras que otros se arriesgan en las calles en la búsqueda de una educación que no tuvieron. Pocas veces toman partido por cambios en sus vidas y en el mundo que los rodea. En la “belle époque” tupinica, agentes misteriosos instilan gustos en los jóvenes que crecen oyendo sobre megabytes, touch screens, redes sociales virtuales y espionaje electrónico.

Agrego a este diagnóstico de nuestra “belle époque” que la primacía de la curiosidad banal sobre la curiosidad constructiva, distancia las esperanzas que seres humanos como Humberto de Campos depositaron en Brasil como “corazón del mundo” o Stefan Zweig como el “país del futuro”. Basta notar como una noticia malévola (accidentes, chismes, inconvenientes) se difunde con mayor rapidez que el deseo de sustituir un mal pensamiento por uno bueno.

Sin embargo, los entornos urbanos de Brasil no son atractivos para que persistamos en la curiosidad constructiva y en la renovación de nuestros pensamientos. Sus ciudades se verticalizan sobre casas-cárceles que se edifican como fortificaciones modernas a fin de evitar el contacto con la vulnerabilidad externa. Inversiones inmobiliarias crecientes llevan a las familias a vivir en apartamentos y se preparan para la rutina en ciudades poluídas y abarrotadas de automóviles.

Al salir de las áreas urbanas del Sudeste, la naturaleza queda más virgen y el aire menos contaminado. Esta impresión también considera los congestionamientos en las autopistas (como les toca a los emigrantes en toda época festiva) y en los aeropuertos, que por lo menos demuestran que los brasileros hemos tenido la oportunidad de viajar más.

Mientras tanto nos encerramos en casas-cárceles en el Sudeste, leo que rebeliones toman las prisiones y las calles en Maranhão contra los cambios en el sistema penitenciario. Una conclusión posible resulta de estos acontecimientos, es que el brasilero es resistente a las reformas y no sabe conducir una revolución. En vez de aprender a educarse, como bien lo pregonaron Cristóvam Buarque y Paulo Freire, los estudiantes consultan sus biblias marxistas a fin de transformar al Brasil en una república de dictadores proletarios o en mendigos de un estado multitetas.

Para ejemplificar lo que escribo aquí basta acordarnos del drama que tantos brasileros viven con las inundaciones causadas por la falta de planificación en la época de lluvias. Cada fin de año habrá una retrospectiva semejante en lo que se refiere a ese problema infraestructural, que no sólo es culpa de la naturaleza que llora o del Estado. Como uno de los efectos negativos de la curiosidad banal, muchas familias saben de la irregularidad de los terrenos donde asientan sus viviendas, pero cuentan con la fe de que nada malo les acontecerá.

Pero no dedico todo el espacio de este texto a problemas urbanos brasileros. En realidad ellos sirven como distracción del noble propósito que tenemos de conocer nuestras potencialidades y desarrollar aquello que he llamado curiosidad constructiva. Nuestra mente no para de funcionar, pero debemos aprender a orientarla en la dirección de prácticas que nos cambien y nos valoricen.

Si no sabemos organizar nuestro tiempo (a través de la búsqueda incesante de autoconocimiento) ni mejorar nuestra relación con la ciudad (a través de la ciudadanía y la educación), la curiosidad banal nos reducirá a un ejército de homínidos estancados e insípidos. Por eso creo que los brasileros somos más de lo que creemos ser y tenemos un enorme potencial para los cambios constructivos, nos basta una chispa de incentivo para cambiar las reglas del juego.


*http://www.brunoperon.com.br




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