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Brasil: Furor democrático

OPINIÓN de Bruno Peron Loureiro.-  Comienzo este texto con un signo preocupante: antes ser ignorante significaba estar fuera de las letras; hoy, hoy ser ignorante significa no estar dentro de la programación de la televisión. Hay por lo tanto una inversión de valores en la cual algunos se amparan, o a la cual otros se resignan y a veces se desesperan. Enseguida menciono una esperanza a los que se desesperan, y establezco algunas críticas.

La Ley de los Medios Democráticos es un proyecto de ley (todavía pendiente de votación en el “mamodromo” nacional) para reglamentar el funcionamiento de los medios de comunicación en Brasil. Algunas de sus propuestas son: el fin del monopolio sobre la concesión de medios de comunicación, la creación del Consejo Nacional de Políticas de Comunicación, el uso de recursos públicos para financiar canales alternativos de radio y televisión que tengan contenido ciudadano, comunitario, educativo y universitario. Este proyecto de ley se debate nuevamente desde el 21 de febrero de 2014 en San Pablo, en una audiencia pública del Ministerio Público Federal.

Las empresas privadas usan frecuencias y ondas concedidas por el Estado para difundir su contenido programático y sus valores a través de la multiplicidad de medios de comunicación. Po lo tanto, si por un lado el Estado tiene todo el derecho de regular la información que recorre los caminos públicos de la comunicación, por otro tenemos también el derecho de cambiar la página del periódico cuando discordamos del contenido de una noticia o de cambiar el canal cuando un programa de televisión no satisface nuestra necesidad. O si no, más radicalmente, evitaríamos leer periódicos con cuya línea editorial discordamos o nos desligaríamos de la televisión.

Hay siempre una audiencia que demanda un canal de mala calidad a través de los medios de comunicación, así como hay otra que reivindica el contenido de buena calidad. Mientras tanto, apunto problemas de producción, no de consumo. Así, reconozco que una (y bastante pertinente) de las motivaciones del movimiento por la “democratización” de los medios de comunicación en Brasil es la dificultad de los grupos menos adinerados y menos influyentes para expresar su propia cultura.

De esta manera, el proyecto de Ley de los Medios Democráticos trae cambios importantes que enmiendan esa desigualdad. Mientras tanto, hay que tener precaución en el uso del término “democratización” debido a la ambigüedad de sus conceptualizaciones. La participación en las decisiones y debates políticos muchas veces se confunde con el nombre que se atribuye a un régimen político (en Brasil por ejemplo, tenemos un régimen político de democracia representativa y no directa). Entonces el término de “democrático” (proyecto “democrático”, ley “democrática”, suposición “democrática”, etc.) adjetiva todo cuanto es propuesta política que supuestamente envuelve la participación de un número grande de personas, o funciona como sinónimo de “popular”.

Oímos apelaciones elocuentes de grupos sociales (que se dicen motivados por las clases populares o la sociedad brasilera en general) para regular lo que sale en la prensa. Cuando leí que una de las propuestas de la Ley de los Medios Democráticos barrería la participación de políticos y líderes religiosos en las concesiones de medios de comunicación, lo encontré algo hilarante. Sabemos bien que en Brasil quien quiera algo, siempre lo consigue de alguna manera (en esto está presente el “modito brasilero”). Aquellos que tienen la manía del control y el dirigismo, lo harán de cualquier manera, por medios privados o públicos, por empresas privadas o por el Estado. El aumento de la publicidad vía Internet (a través de cookies o ventanas en el navegador) es más preocupante que un mal canal de televisión para el cual tenemos por lo menos la opción de no ver.

Con todo, creo que el problema está más en la producción de contenidos que en el consumo, como indiqué antes. Siendo así, veo necesario que haya un nuevo marco regulatorio de los medios de comunicación en Brasil, que sigue todavía normas pre-digitales de décadas atrás, y que la sociedad brasilera discuta las cuestiones pertinentes. Las reformas son en realidad urgentes.

Por fin, es importante que la Ley de los Medios Democráticos considere también los límites de la calumnia y de la falsedad de ideas en los medios de comunicación, aunque yo defienda férreamente la libertad de expresión y el intercambio de la multiplicidad de opiniones que se produzcan en Brasil. La lucha sigue y se recrudece a través de la vocería de algunos grupos sociales en este “furor democrático”.




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