OPINIÓN de Bruno Peron Loureiro, Brasil.- El Brasil está dividido ideológicamente. Cuando intentamos interpretarlo prevalece la mirada sobre el pasado de divergencias que lo generaron, en lugar del futuro de convergencias que se nos reserva a los brasileros. Brasil hará un salto mortal que muy pocos países acompañarán. Me explico en las siguientes líneas.
Es un hecho lamentable que algunos brasileros se identifiquen más con los estilos de vida europeos y norteamericanos que con sus vecinos que no pueden comprar un automóvil del mismo modelo, ni un IPhone 5 lanzado por Apple. Se enorgullecen de planear viajes a tierras frías de Europa (lo que de hecho no es precisamente una costumbre del siglo XXI), pero no les pasa por la cabeza que serían mucho mejor recibidos en un país vecino (por ejemplo Chile, Colombia, Uruguay o Argentina, aunque en ésta solo si nos ganaran por goleada).
Nuestra formación cultural, económica y social resulta de una diáspora civilizatoria que alcanzó tierras ignotas y multilingües. Mientras el trasplante europeo a América del Norte se conmemora con éxito, se mira a América del Sur como un lugar donde algo se hizo mal. Por lo menos este es el imaginario (algunas veces implícito, otras evidente) que exhalan varios de mis interlocutores luego de dos años residiendo en Inglaterra, un país de coexistencias multiculturales.
Sin embargo, en mi perspectiva Inglaterra simboliza el pasado de divergencias que se neutraliza con el uso nada excepcional del “sorry”, al tono de la cortesía inglesa. Y como todo pasado trae una ironía del olvido, no habría nada más que saludar, que la construcción de un futuro de coexistencia amigable y solidaria entre seres diferentes. Seres que, por más diferentes que sean, todavía son de la misma especie y tienen entonces las mismas necesidades básicas. En esto es que entra Brasil.
Urge que dejemos de buscar culpables en el pasado: los efectos de la colonización, el autoritarismo, las comisiones de la “verdad”, y la esclavitud institucionalizada en el racismo. Esta postura no significa negar el pasado, más bien relacionarlo de forma constructiva con el presente. Si insistimos en los hechos y las ideas que durante algunos siglos reprodujeron divergencias europeas, perdemos el último tren que nos llevará a liberar nuestra esperanza de convergencias.
Entonces, pensemos en dos aspectos: la integración espacio-cultural del territorio brasilero, y la adaptabilidad de inmigrantes para convertirse en ciudadanos brasileros.
Sobre el primer aspecto, hubo tendencias divisionistas/separatistas en Brasil que afortunadamente no se concretaron. Cito la discusión sobre la división del Estado de Pará en tres estados (ver mi artículo sobre la división de Pará), los objetivos del movimiento El sur es Mi País, y la jactancia del movimiento San Pablo para los paulistas (en cuyo Estado existe el menosprecio a los migrantes nordestinos con el uso discriminatorio y generalizador del término “baiano”).
Es segundo aspecto se refiere a la facilidad que tienen los inmigrantes de asumir el conjunto de características identitarias que se atribuyen a los brasileros, aunque evidentemente este proceso no se da en el lapso de un día para otro. Además, el brasilero es receptivo, de este aspecto final todos sabemos mucho.
Tales argumentos afirman el papel de Brasil como país de convergencias.
Reitero cuantas veces sean necesarias que hemos tenido dificultades en entender lo que somos. En este texto suministré pistas que indican que nuestro error es pasado-céntrico. Entretanto, la historia cambia cuando juntamos hoy nuestros esfuerzos para construir un gran país y cuando miramos el futuro de Brasil como un lugar de convergencias, dónde no sólo el sol nos caliente con generosidad.
Estoy en la propuesta de convergencias ¿Quién más se me une?
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