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Cayendo en la TRAmPa

OPINIÓN de Cristina Baccin.- Cuando la mamá le puso a Isabel su gorrita con dos orejitas, tejida al crochet en rosa brillante, recién terminada para la ocasión, la niña parecía una gatita feliz, lista para su primera manifestación callejera. Rosalinda cruzó la calle con ella y respiró hondo para tomar coraje y se dijo en voz alta: “M´hija: Aquí está y aquí se queda”. Pero luego, vinieron las dudas que habitan los insomnios de los inmigrantes desde que son -ahora más que nunca- el blanco de furia del “TRAmPismo” y su principal exponente, el reciente electo presidente de Estados Unidos.
Recorrer e “ilustrar” el TRAmPismo como movimiento no ofrece resistencias si empezamos por distinguir síntomas básicos del "Fascismo perenne o Ur-Fascismo", tal como el filósofo italiano Umberto Eco definiera al fascismo que persiste y sobrevive en nuestras sociedades en modo camaleónico (Universidad de Columbia, Nueva York, 1995).

El identikit del fascista es probablemente fácil de dibujar para un latinoamericano: innumerables ejemplos saltan a la vista. Pero el asombro del habitante estadounidense ante el despotismo de la Casa Blanca duele por la ingenuidad e ignorancia de su propia percepción como país, y por su creencia de ser líderes mundiales del sistema democrático, el mismo que los hizo caer en su propia TRAmPa. Aún más impactante es observar cómo se cae a pedazos su ilusión de representar a los paladines del anti-fascismo mundial en aras de lo cual, más de 400 mil soldados estadounidenses murieron durante la Segunda Guerra Mundial para rescatar del nazismo y fascismo a los países europeos.


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En una primera aproximación al fenómeno, se puede focalizar esta obra (de horror) en el principal personaje: con su flácido jopo semi-amarillo, su trompeta estridente, su panza y cuello fajados y con un peine siempre a la mano, preguntándose ante un espejito quién es el más guapo del reino. En una visión un poco menos reducida del fenómeno, se incluye a la corte del rey donde hay una “Cruela” (Kellyanne Conway, Asesora Presidencial), el Brujo Rasputín Camisa Negra (Stephen Bannon, Consejero Superior y Jefe Estratégico), el mensajero del Rey (Sean Spicer, Secretario de Prensa), el bufón (Reince Priebus, Jefe de Gabinete), la Sombra, la Hija Reina (Ivanka T.), la Princesa Silente (Melanie T.) y el Principito Barron. Y se podría contar la historia de LaLalandia en base a las leyendas infantiles más ancestrales.

Sin embargo, cuesta analizar la profunda depresión colectiva y el sentimiento de no-me-salgo-de-mi-asombro, especialmente, mirando el lado roto del espejo. Los personajes de la fábula infantil de Lalalandia no alcanzan. Desde ojos externos, no es extraño que el actual líder se parezca más a caricaturas del Tío Sam como un personaje gordito, blanco, cachetón, rubio con el ceño y la trompa fruncidos, dando órdenes de torturar mientras masca chicle. Los archivos de la historia acreditan que varios Tíos Sam protegieron, incentivaron o diseñaron dictaduras latinoamericanas –entre otras-, las más sangrientas de la contemporaneidad.

Pero, para el estadounidense medio, habitante del sentido práctico, con poco desarrollo de pensamiento crítico, acostumbrado a seguir instrucciones o listas con pasos a seguir (desde cómo ensamblar una estantería hasta cómo ser feliz), sus ojos interiores están recién abriéndose. Siguiendo la “cultura de la lista”, la enumeración de Umberto Eco sobre el “Fascismo Perenne” presenta un acercamiento ad hoc al TRAmPismo marcando algunos de sus “síntomas”, tales como:

1- Culto a la tradición: Por definición, la tradición es más antigua que el fascismo. Se trata de un culto que revela verdades absolutas en contraposición a los constantes cambios que implica el conocimiento científico. En el TRAmPismo, el cultor italiano del esoterismo, Julius Evola -quien fuera gurú del fascismo italiano-, es “redescubierto” como inspiración ideológica por parte de Steve Bannon, principal estratega de la Casa Blanca.

El recurso a la conservación de valores tradicionales vs. la aceptación de “nuevas” realidades atraviesa las alas de la plataforma TRAmPiana. Por ejemplo, la negación del saber científico para justificar la destrucción del aparato gubernamental que promociona políticas regulatorias ambientales llega a niveles del paroxismo, tal como negar la existencia del calentamiento global para justificar la abolición de la Agencia de Protección Ambiental.

2- Culto de la acción por la acción en sí misma, rasgo del irracionalismo fascista: “La acción es bella en sí misma, por lo tanto, debe realizarse antes de y sin cualquier reflexión. Pensar es una forma de castración. Por eso, la cultura es sospechosa en la medida en que es identificada con actitudes críticas”, señalaba U. Eco.

Para comenzar, el borrador de recorte presupuestario para montar el show de achicamiento del estado, incluye primero en la lista: las artes, las humanidades y las agencias de comunicación pública (como la Corporation for Public Broadcasting). Y en el discurso inaugural del líder TRAmPiano, el llamado a “La Acción” (¿qué acción?) fue una de las declamaciones más aplaudidas: “El tiempo de las charlas vacías se terminó. Ahora comienza el tiempo de la acción” (Washington, 20/1/2017)

3- El Fascismo Perenne es racista por definición: desde la campaña presidencial, las explosiones iracundas del TRAmPismo contra cualquier tipo de diversidad (social, racial, étnica, lingüística, de género) fueron y son la plataforma clave para los votantes blancos, trabajadores o desocupados, rurales o de pequeñas urbes.

Una vez en gobierno, se siguió con la creación del “enemigo”, el diferente; primero, con la prohibición de entrada al país a personas de credo religioso musulmán o de origen nacional correspondiente a 7 países (de religión dominante musulmana): ello derivó en detenciones e interrogatorios bizarros; por ejemplo, detención en el aeropuerto de Florida de Muhammad Ali Jr., hijo del afroestadounidense homónimo, quien fuera uno de los más destacados campeones mundiales de box y galardonado con la Medalla Presidencial por la Libertad. Lo detuvieron por su nombre.

Cuando el target musulmán falló (momentáneamente), la furia racista recayó en el blanco fácil, los mexicanos en particular y latinos en general, inoculando el miedo en las comunidades migrantes más por su virulencia que por el número que proyectan alcanzar. Cabe recordar que el anterior presidente B. Obama deportó más de 2,5 millones de personas entre 2009 y 2015 (más que ningún otro presidente) desarrollando los operativos predominantemente de noche. El TRAmPismo quiere superar esos números y ponerle al miedo luz de día, cámaras y reflectores.

4- El fascismo, señalaba U. Eco, “transfiere su voluntad de poder hacia cuestiones sexuales. Éste es el origen del machismo (que implica el desprecio por las mujeres y la condena e intolerancia de hábitos sexuales no convencionales)”: El primer decreto firmado por el Fiscal General Jeff Sessions de la actual administración se metió directamente en los baños de las escuelas prohibiendo que los niños o las niñas transexuales puedan optar por ir al baño que se ajuste a su elección de género.

Y las mujeres… Las mujeres que no se dejan manosear son la gran preocupación del Presidente TRAmPa y su más acérrimo soldado anti-fémina, el Vicepresidente Mike Pence. Uno de los primeros actos ejecutivos fue cortar fondos federales para organizaciones que promueven la educación sexual, la planificación familiar y el aborto como Planned Parenthood Federation of America.

Umberto Eco decía que cuatro características de las catorce que él distinguiera como básicas del Fascismo Perenne son suficientes para darnos el alerta. Si siguiéramos el análisis de esta corta temporada TRAmPista, ya se podrían chequear no sólo los cuatro ya apartados sino, al menos, trece.


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El desafío ahora es estimular el pensamiento crítico -en base al asombro de quienes están abriendo sus ojos interiores y comienzan a ver el lado oscuro de su propia identidad como país- y, articularlo en modo positivo con el impactante sentido práctico desarrollado en esta cultura. Pensar una posible resolución de problemas en forma colectiva implicaría recrearse como sociedad, una sociedad que aún cree que el individuo debe y puede resolver todo por sí solo, en un culto profundamente arraigado del “self-service”.

Si bien Isabel con su gorrita rosa tejida al crochet con orejitas es una preciosa y dulce imagen de introducción a las manifestaciones públicas de descontento (cuyas principales protagonistas fueron mujeres), produce desvelo ver cómo cada uno y cada una dibujó y escribió un cartel con un slogan diferente, mostrando un conjunto rosadamente colorido pero con ejes comunes muy débiles y poco articulados para la transformación del descontento en organización comunitaria.

Ahora, la sociedad estadounidense es un gigantesco escenario-laboratorio social donde se verá si podrá transformar sus propios mecanismos de compasión (más religiosos que políticos), su culto a la libertad (más económica que ideológica) y sus mecanismos institucionales en aras de no someterse (o acostumbrarse) a un despotismo incubado en su propio seno, a un Fascismo Perenne que ahí estaba, en duermevela en el portal de su casa. Por ahora, el miedo, la furia y el asombro son la plataforma de partida. La re-acción está apareciendo así como la del despertar de un elefante acurrucado en el letargo del dulce consumo. La pregunta pende del hilo de las orejitas de la gorra de Isabel: ¿Se puede esperar que el elefante se ponga de pie?


Cristina Baccin. Escribe desde Estados Unidos. Periodista y Comunicadora Social. Fue Decana de la Facultad de Ciencias Sociales, UNICEN (Prov. Buenos Aires, Argentina), Profesora e Investigadora en Comunicación Social en Argentina (Univ. Nac. de La Plata, Universidad Nacional del Centro de Bs. As., entre otras) y España (Univ. Pont. de Salamanca). Mail: cbaccin@aol.com

Cristina Baccin © 2017




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