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Elvira Ramos: “El problema es por qué las mujeres no aceptan puestos de responsabilidad o por qué el Capital no les da esos puestos”

Foto: David Ramírez

“Mi padre que era de derechas, me había dicho que los obreros se quejaban falsamente. La realidad que encontré era que los trabajadores se iban a las cinco de la mañana y [regresaban] con el tiempo justo para dormir”

MADA BODE .- Elvira Ramos fue Secretaria de la Mujer del Comité Federal del PCE, miembro del Consejo Político Federal de IU, diputada regional y también concejala, así como una de las precursoras que organizaron e impulsaron el Movimiento Democrático de Mujeres. Nos cuenta el nacimiento de un movimiento surgido en la clandestinidad y que hoy se encuentra de plena actualidad, creciendo con fuerza en los espacios sociales.

Mundo Obrero: ¿Qué es el Movimiento Democrático de Mujeres?
Elvira Ramos: Es un movimiento de masas y, en este sentido, no tiene una afiliación política, un movimiento apartidista que busca unir la lucha de las mujeres en torno a una serie de objetivos propios.

M.O.: ¿Cómo surge el MDM y cuál fue el contexto de su nacimiento?
E.R.: Nació durante la transición y en cada población en un tiempo distinto, es decir, según la madurez que tuviéramos organizativamente en cada lugar nacía antes o después. Mientras que Madrid o Barcelona se organizaron a partir de los años 60, en otros lugares como Murcia no fue hasta el año 73 que cuajamos como movimiento de mujeres democráticas con una serie de reivindicaciones, y es en el 76 cuando decidimos salir a la luz. Aquello significaba que nos estábamos reuniendo mujeres de base, procedentes de todas las clases sociales porque, en definitiva, queríamos cohesionar un movimiento que defendiera nuestras problemáticas e intereses comunes.

M.O.: ¿Cuáles eran las principales aspiraciones del MDM en sus inicios?
E.R.: En el año 76 las aspiraciones de este movimiento democrático estaban más ceñidas a la lucha de clases que a lo que era la lucha feminista. Me explico: la lucha de clases busca la redistribución del trabajo, que cada cual tenga lo suyo en esta sociedad, la justicia social. Sin embargo, el movimiento feminista va más allá en el sentido de que es una lucha de género que va contra el patriarcado; lo que llevábamos por aquel entonces como filosofía principal era la lucha de clases, entendida como la igualdad de oportunidades en la educación, en el trabajo, en la cultura, en la sexualidad, en las pensiones… en todo lo que éramos discriminadas. Partíamos de una sociedad franquista muy represiva donde habíamos perdido el derecho al voto, entre otras cuestiones, y derechos que nos había legado la República, volviendo a la segregación por sexos en las escuelas, la vuelta a casa y a la maternidad por decreto, por lo que aspirábamos principalmente a la liberación de la mujer.

M.O.: ¿A qué obedecía la separación de niños y niñas en las escuelas?
E.R.: Lo hacían por un temor macabro al sexo pero también porque segregaban culturalmente. A nosotras nos daban economía doméstica, cocina, corte y confección, materias en definitiva distintas a las que recibían los hombres. Esa segregación cultural te va marcando y, al final, tu tarea es ser madre y meterte en la casa. Considerábamos que aprender a guisar, literatura o historia, al igual que el resto de materias, eran para todas y todos.

MO: ¿Qué condiciones se consideraban necesarias, más allá del ámbito de los derechos fundamentales, para la liberación de la mujer?
ER: Para alcanzar la igualdad en el trabajo encontrábamos imprescindible un sustrato de guarderías para los niños/as a partir de tres años, hoy lo llamaríamos la escuela pública infantil. La educación igualitaria desde la edad más temprana, e igual para hombres y mujeres, era una de las reivindicaciones prioritarias del MDM y permitía en la práctica la incorporación de la mujer al mundo laboral.

M.O.: ¿Qué otras reivindicaciones estaban presentes en el movimiento?
E.R.: Una vez pasas la etapa primaria o más temprana, la segunda etapa es la adolescencia donde también es necesaria una educación sexual igualitaria. La sexualidad está más presente en el poder patriarcal que en el capitalismo, aunque éste nos utilice como le da la gana para hacer de nosotras un objeto de deseo. Quien nos dice cómo hemos de ser sexualmente hombres y mujeres es el poder patriarcal, conformado por el Estado, la Iglesia y el poder militar. En ese sentido el movimiento lo que hacía era propugnar la liberación sexual de las mujeres, la planificación familiar o paternidad responsable que se decía entonces. La siguiente etapa es la del trabajo o de las opciones, ir a la universidad. Demandábamos la igualdad de entrada a la universidad y, en el terreno del trabajo, potenciar que accediéramos a todos los puestos con igualdad de condiciones.

M.O.: ¿Eliminando la brecha salarial?
E.R.: Efectivamente, aunque para mí brecha salarial es un concepto un poco falso. No hay exactamente una brecha salarial estrujando las estadísticas, encontramos que la mayoría de los directivos y puestos de responsabilidad son ocupados por hombres; cuando haces la división por salario aparece una brecha salarial pero el problema es por qué las mujeres no aceptan puestos de responsabilidad o por qué el Capital no les da a las mujeres los puestos de responsabilidad, eso es lo que hace la brecha.

M.O.: Cómo se adquiere conciencia feminista en un escenario como el que ha descrito anteriormente, con un Estado represor dominante que también controla el acceso a la información y a la educación. Al menos en su caso personal ¿cómo fue ese proceso?
E.R.: Cuando fui a trabajar al primer pueblo como médico, Fuensalida, en Toledo, a cien kilómetros de Madrid. Mi padre que era de derechas, me había dicho que los obreros se quejaban falsamente. La realidad que encontré era que los trabajadores se iban a las cinco de la mañana de una ciudad dormitorio, que les costaba llegar a Madrid tres horas, salían del trabajo a las seis de la tarde y viajaban otras tres horas de vuelta en la guagua, seis horas de viaje todos los días. Llegaban con el tiempo justo para dormir. Comencé a militar en el PCE en el 66, después de acabar medicina y después de morir mi padre. No he sido en absoluto una de esas militantes convencidas desde siempre, yo era de los vencedores. Pero veía que los obreros estaban con jornadas laborales de seis horas más, que nadie les pagaba en aquellas guaguas. Eso era lo que me preocupaba a mí, y en el marxismo encontré una herramienta.

M.O.: El MDM se encuentra hoy en plena expansión, una de sus principales campañas es la de la abolición de la prostitución frente a otros planteamientos que abordan la legalización de la misma. ¿Por qué la posición abolicionista?
E.R.: La maduración de este tema cuesta. Nuestros líderes machistas han sido legalistas y nosotras como tal también, ese pensamiento de “puesto que la prostitución existe, legalicémosla”. ¿Y qué significa legalizar? Construir una plataforma en la que sea legal la prostitución. Eso es muy peligroso porque permite crear pisos o locales donde no pueda entrar la policía, algo que interesa principalmente a los proxenetas. Ahora al no estar regulada la policía accede y hay denuncias. Al legalizar la prostitución se impide que el proxeneta sea castigado. El proxenetismo lleva implícito la prostitución infantil y la trata de blancas. Mantenemos que la relación humana no puede estar a merced del mercado, no es igual la relación de vender mi fuerza de trabajo que vender mi relación humana.
Publicado en el Nº 304 de la edición impresa de Mundo Obrero marzo 2017




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