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Del Lawfare en serio

OPINIÓN de Ana Cristina Bracho.- Pocas voces en Venezuela han hablado de la estrategia del Lawfare que viene desarrollándose en el Continente. En una acepción sencilla, en castellano, por lawfare podríamos entender una modalidad de la guerra asimétrica que se da a través de las instituciones jurídicas.




Al respecto, ante la herida reciente de la condena del ex Presidente Lula Da Silva, Atilio Borón señalaba “lo que antes requería la intervención de las fuerzas armadas hoy lo hacen nuevos actores, convenientemente adoctrinados y entrenados por diversas agencias del gobierno de Estados Unidos con sus programas de “buenas prácticas”. Estos seleccionan jueces, fiscales, legisladores y periodistas y les ofrecen cursos especializados sobre los temas de su incumbencia.”[1]

La finalidad que persiguen, en la lectura de Borón sobre Brasil está centrada en planes destituyentes como el que ocurrió con la Presidenta Dilma Rousseff y con el golpe parlamentario que dieron antes en Paraguay contra el Presidente Lugo. Hoy, se adiciona a esto una finalidad castrante de posibilidades futuras para aquellos mandatarios progresistas que, por decisión propia o por la vía de otros acontecimientos salieron del poder.

Es eso lo que vemos en el caso de Lula Da Silva que ha sido condenado para detener lo que podía ser el regreso de los movimientos sociales a la Presidencia del gigante latinoamericano, en medio de unas impresionante manifestaciones de solidaridad de un pueblo que le acompañó hasta intentar impedir su entrega.

Pero el río no ha tardado en sonar cuando hoy, 9 de abril de 2018 se va amplificando el ruido que hacen los detractores de Rafael Correa en el Ecuador donde, con el vicepresidente ya detenido, parece evidenciarse que se intentará condenar a otra de las grandes figuras de la década ganada del Continente nuevo.

Venezuela, a lo interno, se encuentra mejor preparada para contener estos escenarios y esto se evidencia porque el texto constitucional prefiere el llamado a las bases a la posibilidad de deponer de los cargos que está vigente en otras Cartas Magnas y la correlación interna de las fuerzas resulta, hasta los momentos, más favorables.

¿Pero podemos confiarnos en que este escenario se encuentre totalmente descartado? Podemos recordar que en el 2016 la Asamblea Nacional renunció a todas las vías de control político previstas en la Constitución al insistir, acumulativamente en ejercer funciones ejecutivas y deponer al Presidente de la República en sus tan prometidos seis primeros meses. Lo que llevó a la crisis de la institucionalidad que, contenida por el Poder Judicial generó –o justificó como veríamos más tarde- la postura atorrante del Ministerio Público. Todo este enrarecido contexto se disipó cuando se instaló la Asamblea Nacional Constituyente como vocera del Poder Originario y órgano supremo sobre todo el Poder Constituido.

Para salir de este entuerto, que no es otra cosa que la fórmula de gobierno que ha funcionado siempre al chavismo: una Constitución robusta y un pueblo organizado, se está haciendo un gran empeño para incorporar el último actor del lawfare: los medios de comunicación.

Volvamos con Borón en la aclaratoria que hace sobre esto: “…no basta con jueces y fiscales para concretar los planes destituyentes del imperio. También se necesitan periodistas que aprendan y apliquen las malas artes de la mentira sistemática, la desinformación, la fabricación amañada de consensos, pergeñar y manipular a la opinión pública con vistosas “pos-verdades” y blindar mediáticamente a los gobernantes y políticos amigos y para linchar mediáticamente a los indeseables. No es casual que las opiniones vertidas por las oligarquías mediáticas sean insólitamente tomadas como “pruebas” por esos jueces o fiscales cuyos cerebros fueron prolijamente lavados en Estados Unidos.”[2]

Este es un frente urgente para Venezuela en este momento porque sus dimensiones ya sobrepasan el hábito que han hecho las corporaciones mediáticas de mentir sobre Venezuela sino que ahora persiguen el objetivo en específico de forjar las pruebas de los futuros juicios e incluso, para mayor absurdo, forjar el juicio completo.

Así, como un añadido a la afirmación que para Sputnik hiciere Negrón Valera que recordaba que “desde pactos satánicos hasta tráfico de material nuclear, las historias que intentan socavar el apoyo al proyecto chavista son material no solo para la investigación de la psicología de masas, sino también para una película que haría palidecer a los más imaginativos guionistas de Hollywood.”[3] Da la impresión que se construye una falsedad, sostenida en una tautología según la cual si todos los lideres progresistas son corruptos y por ello, entre otras cosas enfrentan la justicia; si Nicolás Maduro Moros es uno de ellos, lo normal es que enfrente la justicia y sea detenido.

Tan simple es el razonamiento que poco importa que no haya Tribunales, ni leyes, ni jurisdicción ni pruebas para hacer esto. Es simplemente una ola, todos caen, al mismo tiempo, por las mismas causas.

Es el tiempo de la información que impacta y se olvida; se memoriza y no se analiza. Así, los actores de este melodrama ni siquiera temen que sus actuaciones –o sus coincidencias en discurso y tiempo- sean sospechosas o sean contradictorias con lo que habían declarado en antes.

Sin que nos quede ninguna duda que el pueblo latinoamericano sabrá defenderse de esta nueva oleada, alimentada en los errores del pasado y en la distancia de nuestros pueblos con sus sistemas de justicia, invitamos a que consideremos estos temas con los que algunos esperan sorprender.

Notas

[1] https://www.nodal.am/2018/04/brasil-se-clausura-la-ruta-democratica-por-atilio-boron/
[2] https://www.nodal.am/2018/04/brasil-se-clausura-la-ruta-democratica-por-atilio-boron/
[3] https://mundo.sputniknews.com/firmas/201803131076961135-noticias-falsas-hugo-chavez-nicolas-maduro-proyecto-chavista-venezolano-protestas/





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