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MSF: Restringido el acceos a la salud en el norte de Mali

El conflicto, el toque de queda y las inundaciones limitan al acceso a la salud.


Un trabajador de MSF toma la temperatura a un bebé de 2 años, durante el despliegue de una de nuestras clínicas móviles en Diafarabé, en el oeste de Ténenkou. La mamá del pequeño explica que tuvieron que huir de su pueblo en noviembre de 2018, tras un ataque a manos de grupos armados y que se cobró la vida de 11 personas. Lamine Keita/MSF

La lucha entre grupos armados no estatales y los militares malienses limita los movimientos de la población, que vive con temor a ser asaltada. Los enfermos y heridos tratan de llegar al hospital cuando su estado de salud ya es muy grave.

La crisis que atraviesa el país desde 2012 no parece terminar. La lucha entre grupos armados no estatales y los militares malienses limita los movimientos de la población, que vive con temor a ser asaltada. Los enfermos y heridos tratan de llegar al hospital cuando su estado de salud ya es muy grave.

Adama acompaña a su hija embarazada, Mariam, al hospital que apoyamos en Douentza, en la región de Mopti, en centro de Mali, para que pueda dar a luz asistida por matronas cualificadas. Adama y su hija viven en la zona rural de Douentza y el camino a la ciudad no ha sido fácil.

“Desde que empezó la crisis, tenemos miedo a los asaltos en el camino”, explica Adama. “Pueden robarte todo lo que tienes, violarte. Mucha gente ha perdido la vida en la carretera. Si te asaltan y no tienes dinero, te pegan. La crisis ha limitado totalmente nuestra libertad”, describe.

La crisis que menciona Adama comenzó en marzo de 2012 con la ocupación del norte de Mali por parte de grupos armados no estatales que luchaban contra los militares malienses. En 2015, pese a la firma de acuerdos de paz, la crisis se trasladó al centro del país, que hoy sigue siendo un hervidero de inseguridad y violencia.

Pero las actividades de los grupos armados no estatales en la región de Mopti no son la única razón de la inestabilidad. En algunas zonas, esto se combina con los conflictos locales entre las comunidades de fulani, que viven principalmente del ganado, y las comunidades de dogon, que viven principalmente de la agricultura.

Además, varias operaciones militares están en marcha desde hace meses, con el apoyo del ejército francés[1], las fuerzas militares de Naciones Unidas[2] y el G5 Sahel[3]. Y las autoridades militares de Mali han impuesto varias medidas de orden público, incluyendo el toque de queda y la prohibición de usar motocicletas y vehículos de dos ruedas.

Todos estos factores limitan los movimientos de la población, complicando el acceso a la atención médica.

“Es complicado, porque no hay personal sanitario en el pueblo y la estructura médica más cercana está a 15 kilómetros”, explica Ousmane, que llevó a su hijo de 5 años, Soumaila, a Douentza para ser tratado de malaria severa. “Vinimos en carreta”.

La violencia y la inseguridad han provocado que personal sanitario y algunos actores humanitarios reduzcan actividades o abandonen la región, especialmente en las zonas rurales donde el conflicto es más intenso.   

Demasiado grave, demasiado tarde

Nuestros equipos trabajan en Douentza desde 2017 para garantizar el acceso a la atención médica gratuita a las poblaciones más vulnerables. En el hospital de Douentza, constatan que los pacientes suelen llegan con problemas ya avanzados. 

“Sobre todo por las limitaciones que provoca la inseguridad, el miedo y las distancias, solo cuando el estado de salud de un paciente es muy grave intentan venir al centro”, explica Badamassi Abdrahimoune, coordinador de nuestro proyecto en Douentza. “A menudo tenemos problemas para curar a estos pacientes simplemente porque han llegado demasiado tarde”, explica.

Esta experiencia es compartida por nuestros compañeros en el hospital de Ténenkou, en el oeste de la región de Mopti, cerca del río Níger. El río y sus afluentes provocan regularmente inundaciones durante la época de lluvias, aislando muchos pueblos y haciendo casi imposible cualquier movimiento. “Las limitaciones derivadas de la inseguridad se agravan por los obstáculos crónicos que aparecen durante la estación de lluvias. Cada año entre julio y diciembre, zonas enteras quedan aún más aisladas, separadas de las vías de transporte a causa de las inundaciones”, describe Frédéric Demalvoisine, nuestro coordinador general en Mali.

Frente a todos estos obstáculos, desplegamos equipos médicos para prestar asistencia a estas poblaciones aisladas sin atención médica. En el distrito de Douentza, hemos ampliado nuestras actividades a tres centros de salud en la zona rural –Boni, Hombori y Mondoro–, donde la capacidad de la población para viajar a Douentza y recibir tratamiento se ve particularmente restringida por la violencia y los enfrentamientos en curso.

Desde agosto de 2018 a enero de 2019, llevamos a cabo más de 21.800 consultas médicas en estas tres localidades. En el distrito de Ténenkou, operamos con clínicas móviles para dar atención primaria a la población, y referimos los casos más graves al hospital de Ténenkou.

También viajamos regularmente a Diafarabé, en el sur de Ténenkou, donde cientos de desplazados se asentaron en noviembre de 2018 después de que hombres armados atacaran el pueblo de Mamba; según varias fuentes, 11 personas fueron asesinadas en el ataque.

Kassé Tiouté, una de las personas que tuvo que huir a Diafarabé, recuerda los hechos: “Un día, hombres armados entraron en el pueblo y mataron a 11 personas. Muchas huimos de inmediato. Vinimos corriendo a Diafarabé. Estaba con mi hijo, mi suegra y mis hermanas. Todos caímos enfermos. Incluso hoy, todavía siento miedo al recordar lo que vivimos. Durante la noche revivo constantemente esas escenas. Ya no quiero regresar a mi pueblo”.


Este año, los desafíos humanitarios siguen siendo enormes; tenemos previsto seguir asistiendo a las poblaciones aisladas privadas de atención debido al deterioro del contexto de seguridad.
MSF





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