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La atmósfera está de luto

OPINIÓN de Teodoro Rentería Arróyave

En un mundo como el nuestro donde los dueños del poder político y económico se han convertido en sus peores enemigos porque anteponen sus intereses a la preservación del planeta, es de lamentarse en forma superlativa el fallecimiento del ingeniero químico, José Mario Molina-Pasquel y Henríquez, uno de los científicos más reconocidos en la lucha por la preservación de nuestra aldea global, por ello ante esa negligencia o incuria criminal, con acierto podemos decir que más que el propio mundo, la atmósfera está de luto.

La Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, su alma mater, en la Gaceta de nuestra máxima casa de estudios, en el número dedicado al triste viaje al éter eterno de este su preclaro hijo por antonomasia, ya lo había calificado de “Protector de la Atmósfera”.  

Como lo apunta la publicación, fue un universitario universal porque en efecto fue uno de los tres científicos descubridores de las causas del hoyo de ozono; por lo que recibió el Premio Nobel de Química 1995, además de haber acumulado 105 reconocimientos y 39 doctorados honoris causa en el mundo.

La colega, Patricia López, redactora de la nota laudatoria, nos hace saber que justo al cumplir 25 años de haber recibido el Nobel, galardón que marcó de manera especial su vida, falleció el doctor Mario Molina, universitario excepcional que vistió de gloria a la ciencia mexicana y uno de los pocos científicos que han logrado que sus investigaciones se traduzcan en políticas públicas globales.

José Mario Molina-Pasquel y Henríquez nacido en Ciudad de México en 1943, fue un ingeniero químico mexicano egresado de la Facultad de Química de la UNAM y destacado por ser uno de los descubridores de las causas del agujero de ozono antártico.

Otro dato sobresaliente, el 10 de diciembre de 1995, Mario Molina que se nos fue apenas a los 77 años de edad y mucho por hacer por la humanidad que fue su razón de existir, se convirtió en el tercer mexicano egresado de la UNAM en recibir el Premio Nobel, por sus investigaciones sobre la química atmosférica y la predicción del adelgazamiento de la capa de ozono como consecuencia de la emisión de ciertos gases industriales, los clorofluorocarbonos, CFCs.

Esos venenos en los que no creen mentes obtusas pero a la vez poderosas como el presidente actual de la gran potencia del norte Donald Trump,  no obstante que Molina recibió el Nobel de ese año junto a su colegas: el estadounidense Frank Sherwood Rowland de la Universidad de California-Irvine, y el holandés Paul J. Crutzen.

Como consecuencia, su muy destacada investigación y publicaciones sobre el tema de los CFCs condujeron al Protocolo de Montreal de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, siendo el primer tratado internacional que ha enfrentado con efectividad un problema ambiental mundial de origen antropogénico; el mismo que canceló de su cumplimiento en Estados Unidos y países satélites el magnate de la gran potencia del norte.

Por todo esto y por otros actos criminales decimos con acierto: más que el mundo, con el viaje al éter eterno de ingeniero químico José Mario Molina-Pasquel y Henríquez, la atmoósfera está de luto.





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