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Un movimiento nacional que no desapareció como los dinosaurios

 OPINIÓN de Sergio Ortiz

Ayer el peronismo festejó los 75 años de su irrupción política nacional. Lo quisieron borrar de muchas formas, sin conseguirlo. No es tan bueno como ellos creen ni pésimo como los gorilas que quisieron desaparecerlo.

SERGIO ORTIZ – Hay partidos como la Unión Cívica Radical, más que centenario, pero deberá contentarse con ocupar un lugar de segunda. A diferencia del peronismo, los radicales no tuvieron una base tan importante a nivel de pueblo, ni qué hablar del movimiento obrero. Si bien la UCR contó con buenos dirigentes, como Raúl Alfonsín, el corrimiento a la derecha con Fernando de la Rúa y quienes entraron en fase disolutiva ante el PRO, lo decapitaron.

El peronismo, en parte por méritos propios y en buena medida por fallas de quienes le disputaron la hegemonía sindical, conserva ese poderío. Bien que disminuido, con divisiones internas que ayer se vieron (un aparato burocrático organizó el acto en Azopardo 802 y otro sector, que viene de ese palo burocrático, Hugo Moyano y Camioneros, hizo su propia caravana), lo cierto es que el peronismo mantiene su apoyatura en los trabajadores.

Se dirá que quienes se la disputaron desde la izquierda y el clasismo fueron aniquilados por la Triple A del último año de vida del general, y por Isabel y López Rega; y luego por el genocidio de la dictadura militar-cívica. Es cierto. Y es verdad también que la dirigencia gremial burocrática es un coloso con pies de barro. Se vio esa vez que las bases la pusieron en fuga e interrumpieron el acto con el famoso «ponéle fecha, la puta que te parió», porque se negaban a convocar a un paro frente al impiadoso ajuste de Mauricio Macri.

A nivel dirigentes, el justicialismo saca ventaja a los otros partidos burgueses. Tienen valores políticos e influencia de masas, como el general y Evita; picardía y audacia para poner el giro a la izquierda y doblar a la derecha, traicionando, como Carlos Menem. Han servido a la gente, apagando el incendio del 2001, con Néstor Kirchner y luego Cristina de Kirchner. Sin ánimo peyorativo, frente a eso los radicales en los últimos decenios sólo podían oponer al buen orador Alfonsín y la habilidad para internas, que al final perdieron frente al PRO.

Cuando llegan fechas históricas como «75 Octubres» hay que reconocer los méritos del peronismo. Y valorar no sólo a sus fundadores de 1945 sino a todos quienes dieron su vida por sus tres banderas históricas. La lista es muy larga porque allí entran los centenares de muertos por los bombardeos de junio de 1955, los fusilados por la Fusiladora y buena parte de los 30.000 desaparecidos de la última dictadura. Hasta ahora, en estos homenajes, no hubo muchos recuerdos para esos caídos. Uno de los primeros desaparecidos, Felipe Vallese, da su nombre al salón de la CGT, pero Daer y Acuña, Cavalieri y Martínez, etcétera, están lejos de honrar ese ejemplo de aquel trabajador. Alberto Fernández ayer lo mencionó de pasada. Algo es algo…


Amnesia histórica.


Por sus costados positivos, el justicialismo origina una oleada de odio casi homicida. Es gente gorila que en su casa es incapaz de matar una mosca, pero en cada banderazo sale al Obelisco o Recoleta dispuesta a asesinar a Cristina de Kirchner, si se la cruzara. Sabe que será un héroe para muchas tapas de Clarín y notas de Todo Negativo. Cree que muchos jueces y camaristas lo absolverían a causa de emoción violenta.

Es paradojal que muchas cosas buenas del peronismo han sido olvidadas por los dirigentes actuales. El presidente Fernández y el ministro de Economía Martín Guzmán admitieron que hay pocas reservas de dólares y participaron del Coloquio de IDEA, tratando de «tranquilizar a los mercados», sobre todo el cambiario. Allí descartaron una devaluación por las duras consecuencias que tendría sobre salarios y precios.

Sin embargo, si hubieran aprovechado el «75 Octubres» en tren de revisionismo histórico podrían haber visto la necesidad de recrear una Junta Nacional de Granos y otra de Carnes, que venían de la crisis de 1930. Y así refundar el Instituto Argentino de Producción e Intercambio (IAPI), bien peronista.

En ese caso, el Estado compraría granos, carnes y otros productos en pesos, a los productores locales. Los venderían al exterior en dólares y pagarían a esos productores en moneda argentina, reservando los verdes billetes para las necesidades nacionales de importación de insumos y maquinarias.

En ese esquema «nacional y popular», había razones de sobra para expropiar Vicentín para recuperar los 18.000 millones de pesos que le prestó el Banco Nación macrista. Y también para contar con un jugador propio en el equipo agro-exportador, usando la camiseta número 6.

No lo hizo. Peor aún, peregrinó a reuniones con los popes de monopolios y multinacionales, a la búsqueda de dólares, con la petit zanahoria de bajarles por unos meses tres puntos en las retenciones.

Además de ir el presidente y el ministro, por separado, al Coloquio de IDEA, también recibieron a los pulpos agroexportadores del Consejo Agroindustrial Argentino (CAA). Luego Fernández fue a Vaca Muerta.

El cónclave macrista de IDEA fue irrespetuoso con el presidente y su ministro, porque en el muro de ese coloquio CEOs y gerentes subieron comentarios despectivos sobre lo que estaban escuchando.

En el CAA y Bolsas de Cereales no hubo rechazos, salvo de la Sociedad Rural, que directamente no participó. Revalidó así que a la derecha de la SRA no hay nada, sólo una estancia como la de Luis M. Etchevehere, con trabajo rural esclavo. Los dedicados a negocios de exportación están buscando el mejor momento para liquidar sus dólares. No será ahora porque buscan una devaluación o que se desdoble el mercado cambiario, para recién vender sus verdes a 178 pesos del viernes 16 y no a 76-83 pesos de la cotización oficial.

La visita de AF a Vaca Muerta implica repetir las historias de Cristina Fernández y de Mauricio Macri, que vendieron humo con «el negocio del siglo», que no fue tal.


El capital.


En esas áreas petroleras y gasíferas de Neuquén hay muchos negocios en danza. Lo que está en duda es quiénes se llevarán la parte del león y quiénes una cuota muy menor, además de cargar con los daños ambientales del fracking.

Entre los monopolios está Pluspetrol, que además de rapaz es desagradecida, porque su directivo, Poli, estuvo entre los que hicieron los comentarios más despectivos en IDEA contra el gobierno del Frente de Todos.

En el rubro petróleo también había tesoros por rescatar en este «75 Octubres», de mucha importancia actual. La YPF fundada por el radicalismo en 1922, con Enrique Mosconi al frente, tuvo sus naufragios con el frondicismo y su entrega petrolera. Otro tanto con la dictadura y luego la privatización menemista del petróleo y el gas. Pudo sacar la cabeza del agua con la justa nacionalización de Cristina en 2012, ausente en los actos de ayer.

Quedaba mucho por hacer para que aquella medida beneficiara a las 24 provincias y la CABA, y no sólo a los distritos petroleros, sin convenios reservados con Chevron ni un CEO onda Wall Street como Miguel Galuccio, etcétera. Con Guillermo Nielsen no se puede decir que la petrolera tenga una política nacional y además subió por segunda vez los combustibles, alimentando la inflación.

Más preocupante aún fue saber que el congelamiento de tarifas de luz y gas llegará hasta el 31 de diciembre y luego habrá aumentos.

Si se necesitaban dólares, que pueden venir de la soja, aceites, petróleo y gas, con precios internacionales redituables, ¿no era atendible la propuesta de peronistas como el exministro Julio de Vido, de nacionalizar el sector energético?

Eso sí. Una política de nacionalización como ésa habría partido aguas no sólo con la oposición macrista corporizada en varios gobernadores de ese cuño, caso de Mendoza, sino también en el frente interno: Chubut, Santa Cruz, Neuquén, Río Negro, etcétera.

En esas cosas concretas se nota la diferencia del gobierno actual con el peronismo más radicalizado de Perón y Evita y también con el de 2012, que corrió a Repsol del negocio del crudo.

Como se vio ayer en el discurso de Fernández en la CGT, su idea es gobernar con todos y «sin pensamiento único». Ya lo había planteado en reuniones con lo más granado del empresariado local y multinacional: él cree en un capitalismo inclusivo, comprensivo y donde ganen todos y todas.

Y esa es una idea falsa. El capitalismo donde ganen todos no existe. El capitalismo nórdico que tanto elogia el presidente es el mismo, miserable y corrupto, que se visualiza en la muy buena serie dinamarquesa Borgen.

Cuando el jefe de Estado reitera la peor utopía -de hecho es un engaño- «vamos a construir otro país entre todos y todas. Los que piensan como nosotros y los que tienen diferencias» está ofendiendo la memoria de Eva Perón. Debería haber visto anoche la película donde Esther Goris hace de Eva y las cosas que ella dice de los gorilas de ese tiempo; anticipa que a los peronistas como ella los iban a desaparecer.

Esas tres enamoradas incursiones (IDEA, CAA y Vaca Muerta) demuestran que AF se olvidó parte de la letra de la Marcha Peronista: «Por ese gran argentino, que se supo conquistar, a la gran masa del pueblo, combatiendo al capital». Él está muy enamorado del capital y pide reciprocidad, pero no le llevan el apunte.





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