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Lección de primer grado: la Patria Financiera es mala

OPINIÓN de Sergio Ortiz

La muerte del banquero Jorge Brito volvió a poner en el debate político la valoración de los banqueros. La Patria Financiera es una mala cosa, pésima. No hay condolencias que valgan.

No es que uno se alegre de la muerte de nadie, salvo casos extremos como la del exdictador Jorge Rafael Videla, sentado en el inodoro del calabozo.

El viernes falleció en un accidente aéreo el banquero Jorge Brito, dueño del Banco Macro, una de las principales entidades privadas. Paradojas de la vida: él podía ver de lejos si convenía comprar o vender Lebac o Leliq, claro que con información privilegiada, pero no pudo ver los alambres en los que se enredó su helicóptero. Sobrevolaba tierra salteña, donde están parte de sus 87.000 hectáreas de emprendimientos agropecuarios y miles de sus animales de cuatro patas (sus empleados, de dos, los tiene encerrados en sucursales del banco, desparramadas por el país).

En una fake news muy difundida se citaba un libro de Santiago O’Donnell y Tomas Lukin afirmando que Brito se había enriquecido vendiendo inmuebles de los detenidos-desaparecidos en 1976. Falso. Lo que no es erróneo es que su carrera de financista empezó en esos años de la dictadura, cuando Martínez de Hoz y Adolfo Diz favorecieron tantísimo los negocios financieros, al punto de hacer tristemente célebre a la “Patria Financiera”.

Sería redundar traer a colación los terribles daños al país de aquellos banqueros extranjeros y nacionales. Prestaban en términos usurarios, colocaban deuda externa, vaciaban empresas, financiaban el terrorismo de Estado de uniforme, primero, y el neoliberalismo de traje después.

Bertolt Brecht había muerto en 1956, pero años antes escrachó a esos banqueros: “¿qué es robar un banco en comparación con fundarlo?”.

Brito se definía como un “banquero peronista”. Debe ser porque sus primeras ganancias grandes las hizo con Carlos Menem y la privatización de bancos públicos en Misiones, Salta y Jujuy, con los que engordó al Macro. Después siguió muy bien con De la Rúa e incluso con el kirchnerismo. Como el resto de sus colegas no le hizo asco al corralito, ni a prestar a 30 o más puntos de interés al Central por sobre los abonados a sus clientes que le depositaban plazos fijos, a fugar divisas, etc.

A los posibilistas que gustan de elegir entre un “oligarca” como Escasanny, dueño del Galicia, y un “nak&pop” como Brito, no les entra que están optando entre brasa o llama, glifosato o plomo, cuchilla o cuchillo. O sea, por diferentes maneras de morir.

“Patria Financiera” es lo opuesto a Patria. No se trata de negocios viejos. Hoy los bancos reciben 143.160 millones de pesos mensuales del Central por intereses de las Leliq y pases, 4.772 millones diarios de intereses. Con ese conjunto de negocios Brito amasó una fortuna personal de 360 millones de dólares, en acciones del Macro, inmobiliaria Vizora, empresas agropecuarias como Inversora Juramento y Frigorífico Bermejo, y la energética Genneiea.


¿Un amigo?

Es sabido que personajes polémicos se “santifican” al morir, al margen de los años y milagros que piden en el Vaticano antes de su proclamación formal (unos se saltean los trámites, como Karol Wojtyla).

Al dueño del Macro, aunque la realidad muestre un prontuario poco honorable, muchos lo lloran como un ser admirable. El cronista no se anota entre los llorones, ni por Brito en particular ni por la etnia de banqueros en general.

Por ejemplo, el presidente Alberto Fernández tuiteó que “con enorme pesar he recibido la noticia del fallecimiento de Jorge Brito. Supo forjar uno de los principales bancos privados de Argentina. Con su partida, perdimos a un empresario con quien discutir constructivamente mirando al futuro. Mi afecto y abrazo a su familia y amigos”.

Y más conmovido aún estuvo Sergio Massa, hombre de la embajada norteamericana: “la vida te arranca las personas que querés mucho de la manera más extraña e inesperada. Gran banquero. Gran empresario. Gran argentino. Gran familiero. Amigo leal hasta lo inexplicable. Chau amigo. Te quiero mucho”.

Cada quien tiene sus amores y sentimientos más profundos. No se les conocieron a Fernández ni Massa tuits tan emocionados en relación a Julio López, Santiago Maldonado, Rafael Nahuel, Facundo Astudillo ni los 261 muertos del mismo día que se cayó aquel helicóptero.

De aquellas dos despedidas a Brito se podría colegir un matiz entre el presidente y el titular de Diputados. El primero tenía expectativas en negociar diferencias políticas con el fallecido, superando cierta grieta; el segundo se sentía directamente parte del directorio del Macro.

Es notable que ni uno ni otro político de alto nivel gubernamental tomaran nota de las definiciones del banquero en relación al “Aporte Solidario y Extraordinario” de las grandes fortunas, al que denostaba como un mal absoluto.

Cinco días antes del accidente, Brito decía en un reportaje concedido a Desinfobae, órgano de la mencionada embajada, que aquella media sanción de Diputados “sólo creará una rebelión fiscal como nunca se ha visto y posiblemente no se cobre nada o poco y solo se mediatizará nuevamente una guerra entre el Gobierno y los empresarios que no llevará a nada, irritará a la gente y nos acercará un paso más al precipicio”.

En esas expresiones de guerra contra el “impuesto a las grandes fortunas”, el hábil declarante repetía todas las mentiras de la Asociación Empresaria “Argentina”, la Unión Industrial “Argentina” y la Suciedad Rural “Argentina”: que es doble imposición, castiga pequeños productores, es confiscatorio, es parte de la maraña de tantos impuestos y producirá un éxodo de empresarios. El tipo no quería poner ni un peso y eso que tenía unos cuantos millones de dólares. A lo sumo, sugería: “que el monto aportado sea una cuenta tributaria en pesos con ajuste dólar link”. Traducido, yo adelanto por otros impuestos que debo pagar, pero me tienen que reconocen un valor atado al dólar.

¿Y con esos miserables banqueros hay ilusiones de alianzas para salir de la crisis?

Ser fiel a la gente y a uno mismo

Cuando Fernández aún no había asumido, en campaña, prometió entregar gratis los remedios a los jubilados. Cuando la derecha le tiró varios ganchos al hígado, los esquivó muy bien y contragolpeó diciendo que con la plata que Mauricio Macri pagaba a los bancos por las Leliq él iba a financiar esos medicamentos para los abuelos.

La historia avanzó y hoy se puede decir fría y objetivamente qué pasó. Sólo algunos remedios fueron gratis, el resto bajó un 8 por ciento, estuvo congelado un tiempo y luego volvieron a aumentar de precios.


Y lo que se pagaba a las Leliq no fue a los abuelos, siguió yendo a los bancos, como ya se consignó citando números de Alejandro Olmos Gaona (“La gravosa deuda de la que nadie habla” 28/10), coincidentes con los de otros economistas.

Peor aún, la reconciliación no se agota en personajes como Brito y las entidades patronales de monopolios locales y trasnacionales, sino que también incluye a conocidos “malos de la película” como el Fondo Monetario Internacional. Con él se han firmado 28 créditos, a cual peor por la deuda contraída, los ingentes pagos, refinanciamientos de los vencimientos y las condicionalidades que pesaron sobre el país, en particular en los Acuerdos de Facilidades Extendidas. Y ése es el que actualmente negocia Martín Guzmán con la misión del Fondo que el viernes picó otra vez para Washington.

Uno de los puntos donde los visitantes hicieron más hincapié fue en el achicamiento del déficit fiscal para 2021. El ministro les habría prometido déficit cero para 2024, pero no aflojó, todavía, en que el previsto para 2021 es del 4,5 por ciento, como reza el Presupuesto aprobado en Diputados. El FMI quiere que sea del 3: entre uno y otro objetivo hay una diferencia de 4.200 millones de dólares.

Es una discusión que tiene un poco de suspenso y una cierta previsibilidad.

Lo primero es porque el Fondo pasó la discusión de la letra chica del posible acuerdo para febrero. La razón es simple. Kristalina Georgieva debe esperar que asuma Joe Biden en la Casa Blanca y nombre al secretario del Tesoro, superior jerárquico de la directora gerente del Fondo. Recién ahí sabrá qué puede ella firmar y qué no.

Y lo otro es previsible: “dos para vos, uno para mí”. Así fue la negociación de Guzmán con BlackRock y así será con el Fondo. Le dicen “tira y afloje”, pero hay más de lo último. Y para esa renegociación, una de las condiciones que siempre ponen desde Washington, es que debe achicarse el gasto público. El “gasto” en jubilaciones y pensiones es la mitad de todo lo que eroga el Estado, por lo que no hace falta ser muy sagaz, audaz ni inteligente, como decía el de TVR, para saber que habrá más ajuste previsional. Era el deseo póstumo de Brito y de muchos banqueros vivos que, como los alacranes, seguirán picando aún cuando se esté cruzando la mitad del río.

Esos tipos son fieles a sí mismos y al Dios dinero hasta el último día. ¿Los nuestros lo son? Me queda la duda. El viernes vi en la TV a los obreros de FADEA con carteles reclamando en la calle un aumento de salarios. Lo exigían a la presidenta del directorio, Mirta Iriondo, una gran mujer y militante que fue víctima de secuestro y desaparición en la dictadura. ¿Y ahora Mirta?


Sergio Ortiz





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