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Mucho gre gre para decir ajuste

OPINIÓN de Sergio Ortiz

En la semana muchas polémicas giraron en torno a la llegada de la misión del FMI. Por medidas y trascendidos de una negociación recién comenzada con vistas a un acuerdo, se puede concluir que habrá ajuste.

El gobierno nacional no lo admitirá, pero en el fondo varias de las medidas que tiene a estudio y otras que ya anunció tienen ese sentido de ajuste. Las palabras con que lo aluden cambian, pero al cabo de la presentación de las mismas y sopesar sus ventajas y contras, la conclusión -al menos la del cronista – es coincidente con la de otros críticos y/o perjudicados. Empieza con a y termina con e: ajuste.


Como esas políticas fueron propias de gobiernos de mal recuerdo, con Carlos Menem, Fernando de la Rúa y Mauricio Macri, se comprende el esfuerzo comunicacional de Alberto Fernández por negar ese parentesco.


El Presupuesto Nacional 2021, con media sanción en Diputados y aprobado en Senadores - vuelto a la cámara de origen por el faltante de datos que el kirchnerismo le factura a Sergio Massa – tiene una la meta de reducción del déficit fiscal primario del 4,5 por ciento del PBI. Así lo puso Martín Guzmán, considerado poco menos que un súper ministro tras la negociación con BlackRock y ahora por la leve mejoría en la cuestión del dólar.


A la misión del Fondo, integrada por los visitantes Julie Kozack y Luis Cubeddu, más el okupa de una oficina permanente en el Banco Central, Trevor Alleyne, le parece poco esa reducción y quiere bajar el déficit fiscal al 3 por ciento. Reclama que el Estado gaste menos y ahorre, para que cuente con recursos con qué pagar la deuda externa a los bonistas privados y también a la entidad presidida por Kristalina Georgieva.


¿Aceptará Guzmán ese recorte del gasto, equivalente a un mayor ajuste sobre varias partidas que impactan en la vida de la población como Previsión Social, Salud, Educación, Vivienda y otras? Regateo va a existir, pero al final habrá que ver los números finos. Hay que recordar que con los representantes de Larry Fink, del fondo mencionado, el ministro comenzó ofreciendo pagar 38 centavos de cada dólar adeudado y retrocedió hasta firmar por 55 centavos. ¿Se repetirá ese retroceso?


En esa línea concesiva al Fondo y de ajuste hacia la población, se inscriben la desaparición de dos programas sociales que dieron oxígeno durante la pandemia, con el agravante que ésta no ha terminado, como parece desprenderse de esas medidas del oficialismo.


No habrá más Asistencia al Trabajo y Producción (ATP), que abonaba el 50 por ciento de los salarios de las empresas en problemas por el coronavirus. Y tampoco se pagará el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), pese a la promesa de que se abonaría al menos la cuota 4. Habrá alguna asistencia a empresas, en menor medida y con otras modalidades. Y se acabó el IFE, que llegaba a 9 millones de personas sin ingresos, con 10.000 pesos por mes. Habría un bono de fin de año, a un universo no superior a 2.5 millones de personas, casi 4 veces menos.



“Nadie se atreva a tocar a mi vieja”


Pese a la sabia advertencia de Pappo en su tema “Mi vieja”, y los altos costos políticos que pagaron los que se metieron con los viejos (o adultos mayores, tercera edad, abuelos, jubilados o como quiera llamárselos más cariñosamente), la negociación con el FMI también parece que va a lastimarlos.


Durante los primeros meses, luego de decretar la emergencia y suspender la fórmula de movilidad previsional, Alberto Fernández dio aumentos por decretos. Salvo las categorías más bajas, donde los aumentos superaron a los que hubieran correspondido con la fórmula suspendida, las otras franjas de jubilados fueron a pérdida.


Se suponía que con una nueva fórmula de movilidad el Frente de Todos restauraría el 24% perdido por las jubilaciones. Eso ahora está atravesado por la duda, para algunos, y por la certeza de que habrá ajuste, para muchos otros. Es que se baraja una fórmula que contemplará el índice de aumentos de salarios medidos por el RIPTE y también tendrá en cuenta el nivel de la recaudación de la Anses, esto último para darle sustentabilidad al esquema.


En defensa de esa propuesta, el fernandismo alude a que es muy parecida a la fórmula que existió a partir de 2009 y hasta 2017, cuando el gobierno de Cambiemos la hizo trizas mediante la represión policial y con ayuda en Diputados de una parte del peronismo no kirchnerista.


Los críticos de esa fórmula que impulsa el gobierno actual llaman la atención sobre dos asuntos. El primero es que aquellos progresos de las jubilaciones se dieron en un contexto de crecimiento de la economía, estancada entre 2013 y 2015. Hoy se viene de tres años de caída del Producto Bruto Interno y en consecuencia los salarios no vienen ganándole a la inflación.


Justo esta semana el INDEC informó el aumento de precios de octubre, 3,8 por ciento, y acumulado 26,9 en lo que va del año, que concluiría en un 35. ¿Muchos sueldos de activos tendrán ese ajuste en 2020? No. Encima los jubilados percibirán su aumento en forma semestral, tres meses después que los activos. Eso los dejará muy a la retranca, afectados por los aumentos de precios.


Y la inflación es el segundo motivo de crítica a la fórmula que pergeña Guzmán pues no contempla ese factor que sube a Argentina al triste podio de los países con más inflación del mundo.


Por más que el ministro jure que no aceptará las “reformas estructurales” que exige normalmente el Fondo para firmar sus Acuerdos de Facilidades Extendidas, ese aspecto negativo de la fórmula de movilidad en ciernes supone casi una “reforma previsional” de las de antes. Como las que exigieron Jacques de Larosiere, Michel Camdessus, Rodrigo Rato, Anna Krueger, Dominique Strauss-Kahn, Christine Lagarde y otros ajustadores seriales que pasaron por el buró en Washington antes que Georgieva.


Hay otras medidas inspiradas en la búsqueda del visto bueno del FMI. Por ejemplo, ya se confirmó que a partir de enero se liberarán las tarifas de electricidad y gas. La misión fondomonetarista aplaude porque supondrá menos subsidios del Estado en esos renglones. Los usuarios, en cambio, lo sentirán con el costo de la vida. Ya están sufriendo por el fin del Programa Precios Máximos, condenado a muerte por el flamante aliado del gobierno, Daniel Funes de Rioja, de la COPAL (Alimentos) y la Asamblea Empresaria “Argentina”.



Mirando al norte


La semana pasada alertamos que AF flexibilizaba más actividades con la DISPO por un mal diagnóstico sanitario, pero también como gesto hacia el FMI, para justificar que gastará menos ATP e IFE.


El horno no está para bollos. La pandemia sigue pegando duro acá con 1.3 millón de contagiados, 35.045 muertos y más de 11.000 contagios y 300 fallecidos cada día. Ya lo dijo el infectólogo Oscar Atienza, crítico de esas “flexibilizaciones”: si en el país se cayeran dos aviones por día, con 200 muertos cada uno, sería un desastre. Parece que no lo es cuando son muertos por COVID-19.


Por número de contagios Argentina está dentro de los 10 países del mundo. Está tercera en la región detrás de Perú y Brasil en cuanto a muertos por millón de habitantes. En este último rubro, nuestro país ha superado a EE UU, el campeón mundial por número absoluto de contagios y muertes.


Ese imperio decadente tuvo elecciones el 3 de noviembre y a doce días no tiene un ganador confirmado. Por suerte todo indica que el neonazi de Donald Trump ha perdido el comicio y tendrá que abandonar el Salón Oval, por lasa buenas o conducido por militares.


En la mejor democracia plutocrática del mundo, aunque Joe Biden tuvo 4 millones de votos más, por ahora sólo es el ganador para la CNN y Fox. Algunos presidentes europeos y el de China lo han saludado como tal. Los órganos electorales? Bien gracias. Un arcaico sistema indirecto de elección, el voto masivo por correo, los recuentos lentos y la falta de inversión del Estado en tecnología y personal, etc. influyeron para que el nuevo presidente ya esté cantado pero no oficialmente. La presión y los abogados del magnate que denunció un fraude, explican el resto de la demora.


Atendiendo a la población estadounidense y el mundo es mejor que haya perdido el facho que negó la pandemia, salió de los Acuerdos del Cambio Climático y la OMS, sancionó a Cuba, Venezuela, Irán, Palestina y China.


Pero no vaya a creerse que Biden es muy diferente; como vicepresidente de Obama adhirió a políticas imperiales.


Da la impresión que el presidente argentino se hace el bocho con futuros acuerdos con la Casa Blanca. Está contando los días que faltan para que Biden lo llame por teléfono, tras las gestiones del embajador Jorge Arguello, otro “made in USA” como Sergio Massa y Gustavo Béliz.


No habría que generar expectativas falsas en EE UU. Podrían potenciarse si se juntan con las que ya tiene la Casa Rosada en el Acuerdo de Facilidades Extendidas con el FMI.


En vez de soñar con más fondos del Fondo, mejor sería cobrar el impuesto a las grandes fortunas todos los años. El martes 17, después de larga demora por ir a ritmo de tortuga, se tratará una versión light en Diputados. Si se cobrara ese impuesto todos los años a Magnetto, Rocca, Bulgheroni, Pérez Companc, Pagani, Coto, Midlin, Galperín y otros multimillonarios “de arriba”, no habría necesidad de ajuste a los de abajo y el medio.



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Sergio Ortiz

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