Ir al contenido principal

Cuando la guerra no es un juego

12 de febrero: Día Internacional contra el Uso de Niñas y Niños soldado

Las secuelas físicas y mentales del uso de menores en conflictos

fotonoticia_20210212080935_1024.jpg

La pandemia de COVID-19 agrava la vulnerabilidad de los niños y niñas de convertirse en soldados


Cada 12 de febrero se celebra el Día Internacional contra el Uso de Niños soldado -también conocido como el Día de las Manos Rojas-, una fecha instaurada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para recordar la necesidad de acabar con la dramática situación a la que se ven sometidos cerca de 300.000 niños y niñas en, al menos, una veintena de países en conflicto.

Actualmente se calcula que hay unos 300.000 niños y niñas soldado en los conflictos armados en todo el mundo. Niños y niñas que se ven abocados a vivir la guerra de verdad, convirtiéndose en combatientes involuntarios. Muchos de estos niños están directamente en la línea de combate y otros son obligados a ejercer como cocineros, mensajeros, esclavas sexuales, para realizar ataques suicidas…


Durante el tiempo en el que estos niños están vinculados a las fuerzas y grupos armados, son testigos y víctimas de terribles actos de violencia e incluso son obligados a ejercerla. Los traumas emocionales que esto les puede provocar son difíciles de superar.


Algunos son secuestrados; a otros, la pobreza, los malos tratos, la presión de la sociedad o el deseo de vengarse de la violencia contra ellos o sus familias les llevan a unirse a grupos armados y empuñar un arma. Son víctimas inocentes de las atrocidades de la guerra. Para ellos, el regreso a su vida y la recuperación de su infancia es tan difícil que puede parecer casi imposible.


En los últimos años, las guerras cada vez son más brutales y más largas. Algunas están en los medios de comunicación de forma más o menos estable, como Siria, un conflicto que se prolonga desde hace más de 8 años, pero otras son invisibles para la mayoría de nosotros, como Yemen, Sudán del Sur, República Centroafricana, Nigeria y muchas otras.


En Sudán del Sur, por ejemplo, unos 6.290 niños y niñas han sido reclutados como niños soldado desde 2013.

La historia de Rosina




Rosina [nombre ficticio para proteger su identidad] estaba jugando en el patio de su casa cuando un grupo de hombres armados llegó a Paoua, la aldea donde vive en el noroeste de República Centroafricana. Mataron a sus padres, pero ella consiguió huir. Corría el año 2017 y Rosina tenía solo 12 años.

Un grupo armado rival se aprovechó de que estaba sola y la reclutó en sus filas. “Me dijeron que cuidarían de mí”, nos cuenta, pero la realidad fue otra bien distinta: se pasaba todo el día cocinando, lavando ropa, comprando alimentos y buscando leña y agua para ellos.


Se enfadaban y me pegaban cuando la comida no estaba lista a tiempo. Sufrí mucho

- nos cuenta Rosina.

Después de cuatro meses de infierno, decidió escapar. Cansada, hambrienta y angustiada, Rosina conoció a Prisca, una madre soltera con dos niños que había huido a la montaña. “Decidí cuidarla como a mi propia hija”. Cuando pararon los combates, la invitó a su casa y Rosina pudo asearse y comer.

Acto seguido, se acercó a la ONG War Child, que financiamos desde UNICEF España –entre otras muchas organizaciones-, en busca de ayuda especializada. Tras un tiempo de recuperación física y mental, Rosina vive ahora con Prisca, que la ha adoptado, y con nuestra ayuda económica, ha vuelto a la escuela con todo el material que necesita.
Las peores consecuencias del uso de niños soldado

Los niños soldado tienen la misma necesidad de sentirse amados, atendidos y seguros que otros niños. Sueñan con el futuro, gastan bromas y hacen deporte con las mismas ganas que cualquier niño que no haya estado en un grupo armado. Pero han vivido experiencias excepcionales que les acompañarán durante el resto de sus días.
Secuelas físicas: pueden ser causadas por la propia batalla o ser fruto de las torturas y abusos por parte de sus jefes. Muchos niños son mutilados, sufren desnutrición o incluso enfermedades de transmisión sexual. En el caso de las niñas, muchas se quedan embarazadas por abusos sexuales.
Traumas emocionales: el hecho de haber presenciado actos de violencia terribles o tener que cometerlos directamente les puede atormentar si no se les da apoyo psicológico. Muchas veces el primer acto que les obligan a cometer es matar a sus propios padres para romper el vínculo familiar.
La dificultad de salir de la espiral de violencia y volver a casa:

Porque pasan en el grupo o fuerza armada los años en los que desarrollan su personalidad, y aprenden a convivir en un entorno jerárquico y de violencia.
Porque no saben dónde está su familia y comunidad y, cuando por fin se encuentran, a veces la familia los rechaza por su pasado, ya que tienen miedo a que los ataquen o no aceptan a las niñas cuando vuelven con hijos que han tenido durante su ausencia.
Porque no han podido ir a la escuela y esto hace que sus oportunidades de un futuro mejor se reduzcan enormemente.

Por otra parte, las interrupciones en los servicios sanitarios y el cierre de escuelas en muchos países debido a la COVID-19 están dificultando aún más la atención psicosocial a estos niños tras su liberación.

-

Vivir la guerra desde dentro. A esta situación se ven abocados unos 300.000 niños y niñas soldado, usados de forma "grotesca" en conflictos armados de todo el mundo, algo que constituye toda una serie de violaciones de sus derechos y les causa secuelas físicas y mentales.

Los niños de países como Yemen, Sudán del Sur, República Centroafricana o Nigeria llegan a integrar las filas de los bandos combatientes por varias vías. Algunos son secuestrados y otros empuñan un arma de forma voluntaria, debido a factores como la pobreza, los malos tratos, la presión social o el deseo de vengarse de la violencia que han sufrido, ellos o sus familias.

Una vez partícipes del conflicto en primera persona, estos niños y niñas, directamente en la línea de combate, son obligados a llevar a cabo múltiples tareas. Cocinan, se desempeñan como mensajeros, llevan a cabo ataques suicidas y, en el caso de las menores, también son usadas como esclavas sexuales.

En este tiempo vinculados a fuerzas y grupos armados, los niños --algunos de tan solo 6 años-- son testigos y víctimas de terribles actos de violencia y atrocidades y también son obligados a ejercerla. Como resultado, un amplio abanico de secuelas físicas y mentales, una infancia rota y mucha dificultad para recuperar sus vidas.

Con motivo del Día Internacional contra el Uso de Niños Soldado, que se celebra este viernes, el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) destaca que las "experiencias excepcionales" que estos niños han vivido les acompañarán "durante el resto de sus días".

Entre las secuelas físicas, causadas por la propia guerra o derivadas de torturas y abusos infligidos por sus jefes, destacan la mutilación, la desnutrición e, incluso, las enfermedades de transmisión sexual. Las niñas, además, pueden quedarse embarazadas por los abusos sexuales sufridos.

Los traumas emocionales tienen su raíz en ser testigos de actos de violencia o tener que cometerlos ellos mismos. Muchas veces, desvela UNICEF, el primer acto que les obligan a cometer es matar a sus propios padres para romper el vínculo familiar.

"Las lesiones físicas pueden convertirse en discapacidades de por vida si no se atienden y las secuelas mentales pueden producir efectos psicológicos a largo plazo, como trastorno de estrés postraumático (TEPT)", lamenta la agencia, que ha lanzado la iniciativa 'Cuando cierro los ojos' para concienciar sobre los efectos psicológicos que sufren los niños combatientes. "Después de ser liberados o escapar, suelen lidiar con pesadillas, comportamientos agresivos, pensamientos intrusivos y ansiedad", ha incidido.

En este sentido, el organismo dependiente de Naciones Unidas recalca la importancia de la salud mental para el desarrollo de los niños, un aspecto que se pasa por alto a menudo. Los frágiles sistemas sanitarios de estos países no cuentan con medios suficientes: ya luchan por satisfacer las necesidades más básicas.

Por ejemplo, en Sudán del Sur, donde unos 6.290 niños y niñas han sido reclutados como soldados desde 2013, solo hay tres psiquiatras, 23 psicólogos y una sala psiquiátrica con camas limitadas. El cierre de escuelas por la pandemia de COVID-19 también ha propiciado la pérdida de este importante espacio para el apoyo psicosocial.

Así, la representante interina de UNICEF en Sudán del Sur, Andrea Suley, ha calificado de "prioridad urgente" proporcionar a estos niños cuidado y apoyo, lo que pasa por aumentar la financiación para los programas de reintegración existentes y ampliar la atención a la salud mental. El programa de reintegración de UNICEF en Sudán del Sur, cuya columna vertebral son los trabajadores sociales, tuvo un déficit de financiación del 73 por ciento en 2020 y no pudo responder a todas las necesidades.

Suley también ha pedido a las entidades armadas "con frustración e impaciencia" que detengan el reclutamiento y el uso de niños de inmediato. "Los niños no tienen cabida en los conflictos armados y el abuso debe terminar ya", ha hecho hincapié UNICEF. Un total de 46 países reclutan a niños menores de 18 años y en la actualidad se utilizan en al menos 18 conflictos en todo el mundo.

LO DIFÍCIL QUE ES SALIR DE LA ESPIRAL

Rosina --nombre ficticio-- jugaba en el patio de su casa cuando un grupo de hombres armados llegó a Paoua, la aldea donde vivía en el noroeste de República Centroafricana. Mataron a sus padres pero ella huyó. Un grupo armado rival, aprovechando que estaba sola, la reclutó. Tenía sólo 12 años.

"Me dijeron que cuidarían de mí", relata a UNICEF. La realidad fue distinta: se pasaba el día cocinando, lavando ropa o buscando leña y agua para ellos. "Se enfadaban y me pegaban cuando la comida no estaba lista a tiempo. Sufrí mucho", agrega.

Los niños usados en conflictos experimentan dificultades si consiguen volver a casa. Entre los factores responsables de esta dura reintegración, destaca que aprenden a convivir en un entorno violento durante los años en los que desarrollan su personalidad.

Además, no saben dónde está su familia y, si los encuentran, a veces son rechazados por su pasado. Las niñas tampoco son aceptadas si vuelven con hijos que han tenido durante su ausencia. Tampoco han podido ir a la escuela, así que sus oportunidades de tener un futuro mejor se ven mermadas.

Rosina escapó tras cuatro meses de "infierno" y, "cansada, hambrienta y angustiada", conoció a una madre soltera que terminó adoptándola. La ONG War Child, financiada desde UNICEF España, le prestó ayuda especializada y, gracias a ella, ha podido volver a la escuela.

LA PANDEMIA PROVOCA POBREZA Y ESTA AUMENTA EL RECLUTAMIENTO

El aumento en el reclutamiento de niños en grupos armados como un medio para sobrevivir, acceder a alimentos y obtener ingresos, además del incremento de las tasas de matrimonio forzado en grupos armados, son otros de los "devastadores impactos secundarios" sobre la infancia que está causando la crisis derivada de la pandemia de COVID-19, señala World Vision.

La organización, que, entre otras acciones, ha implementado un programa de protección infantil y prevención del reclutamiento, ha puesto el foco en la pobreza como "factor clave" que empuja a un niño a unirse a un grupo armado.

Al citado impacto socieconómico que ha supuesto el cierre de escuelas por la COVID-19, bloqueando el acceso a la educación para la mayoría de los niños en conflictos, hay que sumar que la pandemia ha amenazado la seguridad alimentaria de las familias y ha provocado caídas en los ingresos familiares. La misma situación ha contribuido al aumento del matrimonio forzado y precoz de niñas, incluido el matrimonio forzado en grupos armados.

Así, en algunos entornos de conflicto, la presión de la prevención y respuesta a la COVID-19 ha dado como resultado el desvío de los recursos de protección y reintegración infantil a intervenciones de salud y lavado de manos, reduciendo o, en algunos casos, terminando por completo con la ayuda para los niños afectados por el reclutamiento y el uso.

Además, según ha destacado World Vision, los bloqueos a los que ha obligado la pandemia han contribuido a reducir el acceso humanitario. Esto ha hecho que sea más difícil negociar un compromiso con las partes en conflicto para poner fin a esta práctica o dar seguimiento a los planes de acción cuando existen.





">


ARCHIVOS

Mostrar más


OTRA INFORMACIÓN ES POSIBLE

Información internacional, derechos humanos, cultura, minorías, mujer, infancia, ecología, ciencia y comunicación

El Mercurio Digital (elmercuriodigital.es) se edita bajo licencia de Creative Commons
©Desde 2002 en internet
Otra información es posible




AI FREE: DIARIO LIBRE DE INTELIGENCIA ARTIFICIAL