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Llamados a la paz y fraternidad universal

OPINIÓN de Teodoro Rentería Arróyave


En una ceremonia previa al Desfile cívico-militar, llevada a cabo en el Zócalo capitalino, que innovó el protocolo de la misma, escuchamos dos estupendos discursos pronunciados por los presidentes de México, Andrés Manuel López Obrador y de cuba, Miguel Diaz-Canel, que no tienen desperdicio y se significaron por el posicionamiento de ambos en sus  llamados a la paz, la libertad y la concordia internacionales.

 

El presidente López Obrador, desde la noche anterior, al conmemorar los 211 años del Grito de Independencia, en su arenga, la más larga que se recuerda, había incluidos en sus “vivas”  a la libertad, la justicia, la igualdad, la democracia, la honestidad, la soberanía y la fraternidad universal.

 

Es de resaltarse, que la pieza oratoria del mandatario, además de esos conceptos, fue la mejor apología al Padre de la Patria, Miguel Hidalgo y Costilla que hemos escuchado, “El pensamiento de Hidalgo era subversivo”, afirmó. “Nada en su personalidad lo distanciaba de ser un revolucionario y no se andaba por las ramas”. 

 

Por ello recordó la carta del patricio enviada al intendente Juan Antonio Riaño: ‘No hay remedio, señor intendente. El movimiento actual es grande y mucho más cuando se trata de recobrar derechos santos concedidos por Dios a los mexicanos, usurpados por unos conquistadores crueles, bastardos e injustos que, auxiliados de la ignorancia de los naturales y acumulando pretextos santos y venerables, pasaron a usurparles sus costumbres y propiedad, y vilmente de hombres libres convertirlos a la degradante condición de esclavos”

 

Por su parte el presidente Cubano, Miguel Díaz-Canel, en su oportunidad, después de reconocer el apoyó de México a su país desde siempre; desde su guerra de Independencia; a su Revolución reivindicadora; cuando la Organización de Estados Americanos, la nefasta OEA, lo expulsó y el único voto a favor de la Isla fue el de México; ante el criminal embargo económico decretado unilateralmente por la gran potencia del norte y ahora con la ayuda para enfrentar las pandemia que nos agobia.

 

En otra parte de su alocución, afirmó: “Por sus características, el proceso independentista mexicano, que iniciara con el Grito de Dolores, protagonizado por el Padre Miguel Hidalgo un día como hoy de 1810, y se consumara 11 años después con la entrada del Ejército Trigarante en la Ciudad de México, tuvo un notorio componente de reivindicaciones sociales e indigenistas que lo diferenció de otros procesos que tipificaron a la época de las independencias. Su impacto fue, sin dudas, extraordinario en la lucha libertaria y anticolonialista de nuestra región y particularmente en Cuba. 

 

Recogía aspiraciones ancestrales de pueblos enteros que habitaban el territorio, no sólo mexicano, sino también de centro y sur de América y de las Antillas; reivindicaba a todos los sectores criollos pobres -blancos, negros y mestizos-, sumidos en la miseria, el hambre y la explotación y se oponía a la esclavitud del negro”.

 

Por ese sendero fueron la intervenciones presidenciales, que continuaremos analizando, sobre todo por su cometido fundamental de pugnar por la paz y la fraternidad universal.

Al gran amigo, laureado periodista, destacado radiodifusor y licenciado en periodismo, Manuel Mejido Tejón, quien este sábado emprendió el viaje al éter eterno desde su tierra adoptiva, Cuernavaca, Morelos como lo informó con la oportunidad debida Teodoro Raúl Rentería Villa. De acuerdo: “Manuel fue uno de los más notables reporteros”, así lo asintió en su nota laudatoria el reconocido comunicador, licenciado Heriberto Galindo Quiñonez. Compartimos el dolor por su partida con sus queridos familiares e incontables amigos. In memoriam.  


De los dos discursos presidenciales del pasado 16 de septiembre, el mensaje más difundido y comentado con diferentes visiones, aceptaciones y críticas, que de todo hubo como en la viña del señor, fue el cortés llamamiento del presidente Andrés Manuel López Obrador a su homólogo estadounidense, Joe Biden para que de un vez por todas cancele el criminal embargo contra Cuba y que ya lleva más de 62 años. 


Como preámbulo a la respetuosa petición, el mandatario mexicano expuso y propuso: “Ya he dicho y repito: podemos estar de acuerdo o no con la Revolución cubana y con su gobierno, pero el haber resistido 62 años sin sometimiento es una indiscutible hazaña histórica. En consecuencia, creo que, por su lucha en defensa de la soberanía de su país, el pueblo de Cuba merece el premio de la dignidad y esa isla debe ser considerada como la nueva Numancia por su ejemplo de resistencia, y pienso que por esa misma razón debiera ser declarada patrimonio de la humanidad”. 


Luego el llamado, dentro del tema central de ambas intervenciones, a la paz y la fraternidad universal: “Ahora sólo agrego que el gobierno que represento llama respetuosamente al gobierno de Estados Unidos a levantar el bloqueo contra Cuba, porque ningún Estado tiene derecho a someter a otro pueblo, a otro país. Es preciso recordar lo que decía George Washington: ‘Las naciones no deben aprovecharse del infortunio de otros pueblos’ ”. 


Y remató con estas frases que para algunos fueron duras y torpes, porque según sus extraños puntos de vista a la potencia “no se le puede tocar ni con el pétalo de una rosa”, como reza el clásico refrán; dentro de nuestro análisis ni siquiera las catalogamos de valientes, sino de precisas y correctas por ello las reproducimos integras: “Dicho con toda franqueza, se ve mal que el gobierno de Estados Unidos utilice el bloqueo para impedir el bienestar del pueblo de Cuba con el propósito de que éste, obligado por la necesidad, tenga que enfrentar a su propio gobierno. 


Si esta perversa estrategia lograse tener éxito, algo que no parece probable por la dignidad a que nos hemos referido, repito, si tuviera éxito, se convertiría en un triunfo pírrico, vil y canallesco, en una mancha de esas que no se borran ni con toda el agua de los océanos. 


Es mejor el entendimiento, el respeto mutuo y la libertad sin condiciones ni prepotencia. Todavía vive y desde esta plaza principal de México le enviamos un saludo al presidente Jimmy Carter, quien supo entenderse con el general Omar Torrijos para devolverle a Panamá el canal y su soberanía. Ojalá que el presidente Biden, quien posee suficiente sensibilidad política, actúe con esa grandeza y ponga fin, para siempre, a la política de agravios hacia Cuba.  


En la búsqueda de la reconciliación también debe ayudar la comunidad cubano-estadounidense, haciendo a un lado los intereses electorales o partidistas. Hay que dejar atrás resentimientos, entender las nuevas circunstancias y buscar la reconciliación. 


Es tiempo de la hermandad y no de la confrontación, como lo señalaba José Martí. ‘El choque puede evitarse con el exquisito tacto político que viene de la majestad, del desinterés y de la soberanía del amor’”. 


Frases que no tienen desperdicio y van en el camino de LA PAZ Y FRATERNIDAD UNIVERSAL.



Hemos dejado para cerrar en forma espléndida esta serie con la apología del Padre de la Patria, Miguel Hidalgo y Costilla mencionado en su discurso septembrino del presidente Andrés Manuel López Obrador y las que hemos entresacado del magnífico mensaje del presidente cubano, Miguel Díaz-Canel.     


Para que no queden dudas, López Obrador recordó que “por esas singularidades de nuestra historia, la fecha que más celebra el pueblo de México es la del inicio, la del Grito y no la de la consumación de la Independencia nacional.


A los mexicanos nos importa más el iniciador, -explicó, agregaremos, desde siempre-, el cura Hidalgo, que Iturbide, el consumador, porque el cura era defensor del pueblo raso y el general realista representaba a la élite, a los de arriba, y sólo buscaba ponerse la diadema imperial. 


Hidalgo fue otra cosa. A él le tocó, con Allende, Aldama, Jiménez y otros dirigentes populares enfrentar a la oligarquía dominante y proclamar la abolición de la esclavitud.


Al mismo tiempo, Hidalgo era un hombre profundamente humano, un auténtico cristiano. Así lo demuestra el hecho de que, para evitar el degüello de miles de oponentes realistas, pero también de inocentes, prefirió quedarse en el Cerro de las Cruces y no tomar la Ciudad de México, que estaba prácticamente rendida. 


Sin embargo, sus adversarios nunca le perdonaron la osadía de querer igualar a los pobres con las clases más favorecidas; baste recordar el juicio en que lo excomulgan y la manera en que lo asesinan, le cortan la cabeza y la exhiben como escarmiento por más de 10 años en la plaza principal de Guanajuato. 


Ningún dirigente en la historia de México ha recibido más insultos que el cura Hidalgo. Paco Ignacio Taibo hace un recuento de todos los improperios: endurecida alma, escolástico sombrío, monstruo, taimado, corazón fementido, rencoroso, padre de gentes feroces, Cura Sila, entrañas sin entrañas, villano, hipócrita, refinado, tirano de tu tierra, pachá, lo-cura, imprudentísimo bachiller, caco, malo, malísimo, perversísimo, ignorantísimo bachiller Costilla, excelentísimo pícaro, homicida, execrable majadero, badulaque, borriquísimo, primogénito de Satanás, malditísimo ladrón, liberticida, insecto venenoso, energúmeno, archiloco americano’.


Por si fuese poco, en el juicio de excomunión lo llaman demagogo, desnaturalizado y frenético. Él se defendía respondiendo que actuaba con apego a su conciencia y es célebre la frase que dirige a sus acusadores: 


‘Abrid los ojos, americanos. No os dejéis seducir de nuestros enemigos. Ellos no son católicos, sino por política. Su dios es el dinero y las conminaciones sólo tienen por objeto la opresión. ¿Creéis acaso que no puede ser verdadero católico el que no esté sujeto al déspota español?’ 


En fin, si Hidalgo no hubiese sido auténtico, como lo era, no lo hubiesen sacrificado con tanta saña, como lo hicieron con Jesús Cristo. 


Sin embargo, Hidalgo, en sus últimas horas dio muestra de un temple excepcional y de una serenidad conmovedora, y hasta tuvo el gesto de una insólita amabilidad de componer unas décimas de agradecimiento a sus carceleros por el buen trato que le brindaron; una de ellas, dedicada al cabo Manuel Ortega”.


De acuerdo “Nosotros, los mexicanos, nos sentimos orgullosos de este héroe y de muchos más, porque aquí en México, como en ninguna otra parte, el movimiento independentista no se inició por simples reacomodos en las cúpulas del poder, ni se gestó únicamente por un sentimiento nacionalista, sino que fue fruto de un anhelo de justicia y de libertad. Por ello, el grito de libertad y justicia va antes que el de la Independencia política”.


Como lo dijimos, vamos a terminar esta serie con las frases más significativas del discurso del presidente cubano, Daniel Díaz-Canel Bermúdez, quien las expresara en su calidad de invitado especial a las fiestas patrias mexicanas y ante la presencia de su homólogo, Andrés Manuel López Obrador, Las entresacamos de acuerdo a nuestra personal experiencia reporteril:  


“Gracias -Presidente-, por la oportunidad que nos das de traer el abrazo agradecido de Cuba a tus hermosas celebraciones patrias por aquel Grito de Dolores que tanto afán libertario despertó en nuestra región hace más de 200 años.  


Entre todos los hermanos que nos dio Nuestra América, México cuenta, por muchas razones, como uno de los más entrañables para Cuba. 


Ese afecto que une a nuestras tierras comienza con el deslumbramiento que nos provocan sus huellas profundas y diversas en la Literatura y la Historia de América:  


‘Cuánto es bella la tierra que habitaban los aztecas valientes’, dice en el “Teocalli de Cholula’, el cubano José María Heredia, abriendo una fascinante puerta a ese Mundo Nuestro, muy anterior al de la terrible conquista que iniciarían siglos después, con matanza y destrucción sin freno, las tropas españolas que venían de Santiago de Cuba, al mando de Hernán Cortes.


Pero nadie nos dirá más de México que José Martí. Estos son fragmentos de su memorable discurso pronunciado en la velada en honor a este país en la Sociedad Literaria Hispanoamericana en 1891, su referencia a la significativa fecha que conmemoramos: ‘…Trescientos años después, un cura citó en su aldea a guerra contra los padres que negaban la vida de alma a sus propios hijos; era la hora del Sol, cuando clareaban por entre las moreras las chozas de adobe de la pobre indiada; ¡y nunca, aunque velado cien veces por la sangre, ha dejado desde entonces el sol de Hidalgo de lucir! Colgaron en jaulas de hierro las cabezas de los héroes; mordieron los héroes el polvo de un balazo en el corazón; pero el 16 de septiembre de cada año, a la hora de la madrugada, el Presidente de la República de México vitorea, ante el pueblo, la patria libre, ondeando la bandera de Dolores”. Fin de la cita.


Por sus características, el proceso independentista mexicano, que iniciara con el Grito de Dolores, protagonizado por el Padre Miguel Hidalgo un día como hoy de 1810, y se consumara 11 años después con la entrada del Ejército Trigarante en la Ciudad de México, tuvo un notorio componente de reivindicaciones sociales e indigenistas que lo diferenció de otros procesos que tipificaron a la época de las independencias. Su impacto fue, sin dudas, extraordinario en la lucha libertaria y anticolonialista de nuestra región y particularmente en Cuba. 


Recogía aspiraciones ancestrales de pueblos enteros que habitaban el territorio, no sólo mexicano, sino también de centro y sur América y de las Antillas; reivindicaba a todos los sectores criollos pobres –blancos negros y mestizos- sumidos en la miseria, el hambre y la explotación y se oponía a la esclavitud del negro. 


No son pocos los notables cubanos que dejaron su sangre y sus nombres en la Historia de México.


 


En el Congreso, el Gobierno, el exilio o la Guerra al lado de Juárez hubo siempre cubanos. Elogian su obra magnífica compatriotas prominentes como el General Domingo Goicuría y Cabrera y los poetas Juan Clemente Zenea y Pedro Santacilia, quien fuera su yerno, secretario y agente de la República de Cuba en Armas ante el gobierno mexicano. 


 


En la guerra contra los franceses, sirvieron al ejército mexicano los hermanos Manuel y Rafael de Quesada y Loynaz, general y coronel respectivamente; los coroneles Luis Eduardo del Cristo, Rafael Bobadilla y Francisco León Tamayo Viedman; el médico comandante Rafael Argilagos Gimferrer y el capitán Félix Aguirre. Todos regresarían a Cuba, al comenzar la Guerra de los Diez Años”. 


En efecto, no son pocos los notables cubanos que dejaron su sangre y sus nombres en la Historia de México, así continuó en su precisa y documentada descripción el presidente de la Mayor de la Antillas, Daniel Díaz-Canel Bermúdez: “Sobresale especialmente la solidaridad cubana en el enfrentamiento de México a las invasiones texanas en 1835-1836 y la invasión norteamericana de 1846 al 48, se destacan los generales Pedro Ampudia, Juan Valentín Amador, Jerónimo Cardona, Manuel Fernández Castrillón, Antonio Gaona, Pedro Lemus y Anastasio Parrodi. 


Los cubanos Florencio Villareal y José María Pérez Hernández, lanzaron en marzo de 1854 el histórico plan de Ayutla, determinante en el rompimiento del ejército y la sociedad mexicana con el gobierno dictatorial del General Santa Anna.  


Como ha confirmado el prestigioso investigador René González Barrios, varios de aquellos hombres ocuparon puestos claves en la vida político-militar mexicana y fueron gobernadores o comandantes militares en importantes plazas del país. 


Dos de ellos, los generales de división Anastasio Parrodi y Pedro Ampudia Grimarest fueron ministros de Guerra y Marina en el gobierno de Benito Juárez durante la Guerra de Reforma.  


Fue México el primer país en reconocer nuestra lucha armada y en abrir sus puertos a los barcos con la bandera de la estrella solitaria. Lo aprobó el Congreso, lo sentenció Juárez y lo agradeció Carlos Manuel de Céspedes, el Presidente de la República en Armas, en carta memorable a su par mexicano y cito: “…altamente satisfactorio que México haya sido la primera nación de América que hubiese manifestado así sus generosas simpatías a la causa de la independencia y la libertad de Cuba…”. 


Una de las principales tareas que entonces cumpliría Pedro Santacilia, con el consentimiento de Juárez, fue enviar a Cuba a un selecto grupo de militares mexicanos para contribuir a la formación y entrenamiento del naciente Ejército Libertador. Los mexicanos brillaron en los campos de Cuba y sus proezas inspiraron a la tropa y a cuantos oyeron hablar de ellas. 


Otra vez dejó el Padre de la Patria cubana constancia de aquella entrega, en carta al “Benemérito de las Américas”. Escribe Céspedes: “…algunos caballeros mexicanos han venido aquí y han derramado su generosa sangre en nuestro suelo y por nuestra causa, y todo el país ha mostrado su gratitud por su heroica acción…”. 


Dos de aquellos bravos militares mexicanos, veteranos de la Guerra de la Reforma y la contienda contra el imperio francés, llegaron a ostentar los grados de General de brigada del Ejército libertador cubano y formaron parte del cuadro de sus principales jefes: José Inclán Risco y Gabriel González Galbán”.  


Y continuó: “Por esa memoria entrañable que compartimos, nos estremecen e inspiran estos actos que reverencian la historia y volvemos una y otra vez sobre cada línea escrita para México por José Martí, quien enlaza para siempre a nuestras dos naciones en toda su obra, pero especialmente en las cartas a su gran amigo mexicano Manuel Mercado.  


Es también a ese amigo del alma a quien deja en carta inconclusa, su rotundo testamento político: la voluntad consagrada al objetivo de “impedir a tiempo, con la independencia de Cuba, que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”. 


Años antes, en camino a Veracruz deja escrito: “¡Oh México querido! ¡Oh México adorado, ve los peligros que te cercan! ¡Oye el clamor de un hijo tuyo que no nació de ti! Por el Norte, un vecino avieso se cuaja (…) Tú te ordenarás: tú entenderás; tú te guiarás: yo habré muerto, ¡Oh México por defenderte y amarte!”. 


Ya en el siglo pasado, reseña así las alianzas históricas de nuestras naciones: “Aquí murió por la Revolución, el joven comunista Julio Antonio Mella, asesinado en una calle de esta misma ciudad en la que se conocerían, años después, Ernesto Che Guevara y Fidel Castro, por intermedio de su hermano Raúl.  


Aquí se entrenaron y organizaron su expedición los jóvenes de la Generación del Centenario. Aquí forjaron amistades y afectos que aún perduran y que se inmortalizaron en una canción que es como un himno de aquellos tiempos épicos: “La Lupe” de Juan Almeida Bosque.  


De ese período mexicano quedaron para siempre en la historia cubana, entre muchos otros, los nombres de María Antonia González, Antonio del Conde, el Cuate, clave en la adquisición del yate Granma, Arsacio Venegas y Kid Medrano, luchadores profesionales que dieron entrenamiento físico a la tropa, Irma y Joaquina Vanegas, que ofrecieron su casa como campamento. 


El paso de Fidel y sus compañeros por México dejó profunda impresión en los futuros expedicionarios del Granma y un cúmulo de leyendas por todas partes de las que todavía se habla con admiración y respeto. 


No olvidaremos nunca que gracias al apoyo de muchos amigos mexicanos, zarpó el yate Granma de Tuxpan, Veracruz, el 25 de noviembre de 1956. De esa histórica embarcación, descendió siete días después, el 2 de diciembre, el recién nacido Ejército Rebelde, que venía a libertar a Cuba. 


Tampoco olvidamos que a solo unos meses del histórico triunfo de la Revolución en 1959, nos visitó el general Lázaro Cárdenas. Su voluntad de estar junto a nuestro pueblo a raíz de la invasión mercenaria por Playa Girón en 1961, marca sensiblemente el carácter de nuestras relaciones". 





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